DictaduraEconomía

El dólar en las calles cubanas y el euro en los despachos oficiales

No hay espacio para dos monedas en competición en la economía cubana. ¿Cuál de las dos ganará?

La reciente resolución 176/2021 del Banco Central de Cuba que prohíbe a partir del 21 de junio los depósitos en dólares en la banca estatal ha dado lugar a no pocas interpretaciones. La falta de rigor que tiene este tipo de medidas, su inoportunidad en el momento actual de grave crisis económica en Cuba y la incertidumbre que genera en amplios sectores de la población, indican que se trata en mayor medida de una iniciativa del Gobierno comunista cubano en su escalada de enfrentamiento contra EEUU, haciendo valer el eterno argumento del embargo/»bloqueo».

Los obstáculos impuestos por el «bloqueo económico de EEUU» ha sido el argumento del régimen para justificar continuamente más medidas de control sobre la población, y esta es una de ellas, posiblemente, de las más arriesgadas. Tanto que incluso algunos analistas y observadores han considerado la posibilidad de que con esta medida el régimen quiera abrir una vía de entrada al euro en la economía cubana, como divisa alterna al dólar. Una idea que no puede funcionar por muchos motivos.

Desde el triunfo de la revolución, cuando comenzaron las nacionalizaciones y confiscaciones de todos los derechos de propiedad en la Isla hasta que dicho proceso se completó en 1968 con la llamada Ofensiva Revolucionaria, los cubanos que huían del país se asentaron en EEUU, y a partir de dicho momento, la vinculación con el dólar adquirió mucha más importancia que en periodos anteriores de la historia. En cierto modo, la geopolítica ha sido un factor determinante de la hegemonía del dólar en la economía cubana que la revolución comunista no consiguió eliminar.

De hecho, a pesar de las graves sanciones penales que se imponían por la tenencia de dólares, la población cubana siempre funcionó en los mercados informales con la divisa verde, y en el llamado Periodo Especial se estuvo a un paso de la dolarización espontánea de la economía, al perder el peso cubano todas las funciones que se asignan al dinero. Incluso con el CUC en circulación, el dólar tenía su espacio en las preferencias de los cubanos. Por lo tanto, hacer desaparecer esta moneda de la vida de los cubanos es imposible, pero es que, además, promover su sustitución por el euro, es mucho más torpe, si cabe aún.

En el mercado informal de la economía cubana, donde se pueden encontrar muchos más bienes y servicios que en el sistema de distribución normado, la moneda de curso (no legal, pero aceptada por todos) es el dólar. Por ello, la divisa reventó el cambio (24 pesos) fijado de manera artificial en la Tarea Ordenamiento, llevándolo cinco meses después al entorno de los 70 pesos. Y ello, a pesar de la devaluación inicial para el sector empresarial de un 2.300%, de las mayores de la historia.

La clave está en que para poder comprar en las tiendas en MLC, las únicas surtidas con productos de alimentación o limpieza, era imprescindible abrir cuentas en dólares en los bancos y obtener tarjetas de débito con las que se pagaba después en las tiendas. Los cubanos que no recibían remesas del exterior debían cambiar en el mercado informal pesos por dólares para abrir las cuentas o incrementar su saldo, y esto es lo que se prohíbe ahora a partir del día 21.

¿Se conseguirá con ello reducir la presión de la demanda de dólares que existe en la calle? No. En absoluto. La demanda se trasladará de las tiendas en MLC a los mercados informales, donde se tendrá que pagar un precio superior porque los cubanos que compren esos productos para su distribución posterior tendrán que obtener un beneficio. Es de suponer que aumente el negocio de las «mulas» en cuanto se vuelvan a autorizar los vuelos. La actividad comercial privada informal experimentará un auge sin procedentes. Si las autoridades la reprimen, el malestar social está servido.

De modo que lo recomendable en este caso es no deshacerse de los dólares, salvo que sea necesario, porque el valor de la moneda aumentará. Y seguirá haciéndolo mientras que el Gobierno no adopte medidas de política fiscal y monetaria adecuadas para la situación actual, que nada tienen que ver con los ensayos de la Tarea Ordenamiento que están siendo funestos para la economía.

Los familiares en EEUU que envían dinero a los suyos en la Isla tampoco deben entrar en pánico e ir a cambiar dólares por euros, en un momento en que, además, la divisa de EEUU está débil con relación a la europea. Las remesas se podrán seguir realizando por medio de la vía «informal», lo mismo que ha ocurrido después de las sanciones de Washington a las intermediarias financieras dependientes del Ejército y la Seguridad del Estado en la Isla, como Fincimex.

Además, la resolución del Banco Central prohíbe los ingresos en efectivo en dólares, pero no dice lo mismo de transferencias o de usar otras divisas, como el euro. Y aquí es donde han surgido algunas interpretaciones que conviene analizar.

Una de ellas insiste en la idea de una eventual euroización de la economía cubana. Hay que ser realistas, ni en el mejor de sus sueños, logrará el régimen castrista que el euro se convierta en la divisa que destrone al dólar en la demanda monetaria de los cubanos. Y aquí se presenta una curiosa paradoja. De un lado, los cubanos que de forma mayoritaria descansan su confianza en el dólar y le otorgan un papel fundamental en la economía, y de otro el régimen, que debe estar analizando las fuentes de ingresos de sus empresas estatales abiertas al exterior y que se relacionan ampliamente con los países de la zona euro. El dólar en las calles cubanas, el euro en los despachos oficiales y de los magnates de la economía cubana. ¿Quién ganará ese pulso? Está claro.

Las dos monedas, dólar y euro, son fuertes, estables y responden a políticas económicas coherentes que guardan estrecha relación entre sí. No es lo mismo que el yuan o el rublo, que van por otros derroteros y que en Cuba son insignificantes en términos de su participación. El euro tiene una supuesta ventaja con respecto al dólar, que permite al Gobierno comunista saltarse las disposiciones del embargo/»bloqueo», y de ese modo, conseguir el objetivo de que el sistema bancario cubano pueda depositar en el exterior el efectivo en dólares estadounidenses que se recauda en el país.

A EEUU este cambio de La Habana le debe traer sin cuidado y mal haría la Administración Biden de modificar las normas que han llevado a esta situación por culpa de este tipo de arrebatos de los dirigentes comunistas cubanos. Puede existir alguna preocupación en la comunidad cubana residente en EEUU, pero lo más probable es que el curso de las remesas seguirá fluyendo a la Isla, e incluso, el valor del dólar recibido, al ser más elevado y no estar bajo control bancario comunista, tendrá una mayor facilidad de uso y poder de compra que en la actualidad.

Además, nos esperan buenas noticias. Cabe esperar dentro de la Isla un desarrollo acelerado de los mercados informales para atender las demandas de la población. Cuando el régimen se venga a dar cuenta de todo esto, y decida poner fin a la resolución que entra en vigor el día 21, que en todo caso parece que tendrá naturaleza temporal, el sistema que gira alrededor del dólar será más fuerte, y los cubanos no tendrán el menor interés en adquirir euros en los mercados cambiarios. La euroización de la economía ni es probable ni sería conveniente.

En realidad, lo anterior significa que no hay espacio para dos monedas en competición en la economía cubana. El régimen debería dejarse de estas maldades y concentrar todos sus esfuerzos en producir alimentos para dar de comer a la población, y lograr fortalecer el peso cubano e incrementar la venta de productos y servicios que ahora se comercializan en las tiendas en MLC en divisas, en pesos cubanos. Esta sí que podría ser una política económica al servicio de toda la sociedad, y no las majaderías actuales, que lo único que hacen es aumentar las injustas desigualdades entre los cubanos.

 

 

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