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Estados Unidos y Rusia retoman sus relaciones, pero no las «resetean»

«La desconfianza es enorme», confirma un miembro de la delegación americana

De la primera cumbre entre los presidentes Biden y Putin, a la espera de que informe el líder estadounidense, se desprenden ya los primeros acuerdos. Los embajadores que fueron llamados a consultas en abril volverán a sus puestos y se abren consultas a nivel de Ministerios de Exteriores sobre ciberseguridad, aunque aquí Putin no da un paso atrás y en su rueda de prensa tras la reunión ha insistido en que «Rusia no se encuentra entre los países que son fuente clave de ciberataques» y en que «si analizamos los ciberataques que se sufren en Rusia, la mayor parte de ellos proceden de EE.UU.».

Aun así ha reiterado que ha sido una reunión «muy constructiva» y que «hay muchos puntos divergentes pero la voluntad sincera de ambas partes de entendimiento». Incluso ha dicho que «no ha habido hostilidad por parte de ninguno de nosotros» y se ha mostrado satisfecho con la conversación acerca de la estabilidad estratégica nuclear. Si hay que hacer un rápido balance, esta cumbre quedaría en tablas, pero con las vías de comunicación reabiertas entre los dos países y varios canales de colaboración en ciernes, lo cual es una buena noticia a escala global. Estados Unidos y Rusia no resetean sus relaciones, pero las retoman con la intención de no mantener un frente diplomático abierto que suponga un obstáculo para sus respectivos planes geopolíticos.

Biden, por su parte, se felicitó por el clima de entendimiento mutuo durante la reunión y por los pasos de acercamiento. Mencionó que «hemos tratado en detalle medidas concretas de control de armamento» con las que parecía satisfecho, y reconoció que la mayor parte del tiempo de la conversación versó sobrer ciberseguridad, pero mantuvo su firmeza en cuestión de Derechos Humanos.

«Las consecuencias de que Navalny muriese en prisión serían devastadoras», advirtió, y aseguró que «emprenderemos acciones» si vuelve a haber una injerencia de origen ruso en unas elecciones estadounidenses». Pero a pesar de las «significativas divergencias», celebró que se haya restablecido la comunicación. «Aquí no se trata de confianza sino de intereses», explicó, y dijo que dentro de tres o seis meses, si lo hablado en Ginebra sigue viéndose positivo, podrá avanzarse más en la colaboración.

Control de armamento y ciberseguridad

Desde que ha bajado del avión, Joe Biden ha ido regalando una tranquilizadora sonrisa a orillas del lago Lemán. También ha sonreído mientras daba el primer apretón de manos a Putin, con quien ha compartido más de dos horas de conversación en formato reducido, solamente presentes ellos dos, sus ministros de Exteriores y dos traductores. La segunda parte de la cumbre, sin embargo, a la que asistían las amplias delegaciones y los asesores, ha sido recortada. Con las cámaras de televisión presentes, antes de enclaustrarse, Putin agradeció a Biden la iniciativa de esta reunión y el americano respondió brevemente: «Siempre me ha parecido que es mejor si hablamos de todo cara a cara». Sin poder escuchar lo que se decían a partir de esa frase, cabía acudir al lenguaje no verbal. Apenas se miraban a los ojos mientras se decían esas primeras frases; Putin miraba al infinito, mostrando quizá mayor prepotencia, y Biden baja la mirada en dirección al suelo, posiblemente más apesadumbrado. «La desconfianza es enorme», confirmaba un miembro de la delegación americana.

En estos primeros minutos, Putin hablaba, para evitar el incómodo silencio, mientras Biden se mostró más reservado. Al fin y al cabo, él fue quién sugirió la celebración de esta cumbre y que tendrá que rendir cuentas por el resultado del encuentro. La posición también nos decía algo: Biden cruzaba las piernas, en un gesto de resistencia, mientras que Putin, casi a horcajadas y dando palmadas sobre los muslos, parecía impaciente por terminar el posado y los comentarios más intrascendentes para ir al grano con ánimo más rompedor.

Ninguno de los dos parecía dispuesto a resetear las relaciones bilaterales respecto a lo que fueron durante la presidencia de Donald Trump. «La palabra resetear, de hecho, está prohibida en la Casa Blanca, muy especialmente en lo que respecta la política exterior», confirma el mismo miembro de la delegación americana, «ha de pasar todavía tiempo para que pueda hablarse de un nuevo comienzo de verdad, pero sí pueden hoy sentarse las bases». El tono de la cumbre, en su opinión, ha sido «sobre todo pragmático».

Putin ha repetido ese mismo adjetivo en la rueda de prensa: pragmático. A lo máximo que aspiraba era a restaurar «los contactos personales, el diálogo directo y a crear mecanismos funcionales en áreas de interés mutuo», ha dicho, decidido a apostar por el pragmatismo y abierto a cooperar en áreas como la estabilidad, el control de armamento y la ciberseguridad, así como la lucha contra el terrorismo y contra el coronavirus.

«No espero grandes avances»

«No espero grandes avances», había dicho Vladimir Putin a medios rusos antes de dar inicio la cumbre, reconociendo que las relaciones entre los dos países se encuentran en su punto «más bajo en décadas» y que no espera «grandes avances» del encuentro en La Grange de Ginebra. A lo máximo que aspira Rusia es a restaurar «los contactos personales, el diálogo directo y a crear mecanismos funcionales en áreas de interés mutuo», ha dicho, decidido a apostar por el pragmatismo y abierto a cooperar en áreas como la estabilidad, el control de armamento y la ciberseguridad, así como la lucha contra el terrorismo y contra el coronavirus.

Putin, de hecho, planteó el año pasado dos propuestas que EE.UU. ha ignorado hasta ahora y desearía sean tomadas en cuenta, como espera un país convencido de su importancia geoestratégica global: la introducción de una moratoria al despliegue de misiles de corto y medio alcance en Europa y la reanudación de la cooperación en el campo de la seguridad de la información internacional. El presidente ruso considera «destructiva» la política de EE.UU. que llevó en 2002 al abandono del tratado antimisiles, en 2019 el de eliminación de misiles nucleares de corto y medio alcance (INF) y el 2020 el de Cielos Abiertos, un acuerdo multilateral que garantiza la transparencia en el control de armas.

De hecho, solo queda en pie un tratado de desarme entre las dos potencias, el New Start, prolongado a principios de año hasta 2026. Rusia quiere ampliar la agenda e incluir nuevos tipos de armas, como las hipersónicas, que no forman parte de ese tratado, pero sin grandes expectativas. Putin ha reconocido que no espera «un reinicio de las relaciones». «No habrá ningún cambio importante en las relaciones ruso-estadounidenses», abunda el politólogo y subdirector de los programas de investigación del Consejo de Política Exterior y de Defensa, Dimitri Súslov, «seguirán siendo hostiles, de confrontación, aunque sí cabría esperar que se suspenda por ahora la guerra diplomática y vuelvan a casa los embajadores, retirados desde el mes de abril».

 

 

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