Un show contra la democracia
Siempre que el Rey invoca el interés nacional, el valor de la Constitución o el Estado de derecho, es un bálsamo para los españoles que siguen creyendo en la libertad y en la legalidad
La invocación de los valores democráticos que ha hecho el Rey, coincidiendo con el séptimo aniversario de su proclamación, cobra toda la vigencia en estos momentos críticos para la democracia. Su reivindicación del «interés nacional», de la cohesión y la convivencia, o su compromiso con España «como Estado social y democrático de derecho», representa el mejor mensaje de fortalecimiento de nuestros valores y de una historia común que necesariamente hemos de seguir construyendo todos los españoles. Siempre son necesarios los mensajes de Felipe VI en ese sentido, y abundan en su papel constitucional como árbitro y moderador del funcionamiento de las instituciones. Por eso mismo son relevantes sus palabras en un momento en que el Gobierno está forzando las costuras de muchas de esas instituciones. No es de recibo que nadie utilice la figura institucional del Rey como argumento político de parte porque eso sería pervertir el papel mismo que representa la Monarquía parlamentaria. Sus palabras son nítidas, y bastan y sobran en sí mismas sin necesidad de mayores interpretaciones como bálsamo para los españoles que siguen creyendo en la democracia y la libertad.
No conviene equivocarse. Lo determinante es denunciar la interesada utilización que hace Pedro Sánchez de las instituciones –del propio Gobierno, del Parlamento y de la Justicia– sin ofrecer ni una sola razón lógica para conceder indultos a unos condenados que no se arrepienten de sus delitos y que amenazan con repetirlos. Sánchez no puede invocar ningún argumento político con legitimidad moral para indultar a unos independentistas cuyo único compromiso con la sociedad catalana, y con la española, es romperla en mil pedazos, alterar la convivencia y atentar contra la soberanía nacional. Sin embargo, Sánchez ha demostrado en Barcelona que eso le da exactamente igual. Allí volvió a insinuar la inminente aprobación de los indultos tras anunciar –no iba desencaminado ABC días atrás– que dentro de una semana no serán ya necesarias las mascarillas al aire libre. En un foro económico, Sánchez asoció los indultos a la recuperación económica, hizo propaganda político-sanitaria, y además vino a llamar agoreros a quienes dudan de que la recuperación económica va a ser superior a la estimada. Sánchez vive en un mundo virtual en el que mezcla la razón de Estado, la obsesión por mantenerse en el poder, el bolsillo de los españoles, su afán por la propaganda, y un cesarismo teatral e ilimitado. Tanto, que ha elegido el Liceo de Barcelona para anunciar que los indultos son cuestión de horas.
Frente a la ‘foto de Colón’ tan manoseada por la izquierda para criminalizar a la derecha, emergen dos fotos que sí son alarmantes para la democracia. Y Sánchez sonríe con ambas. La primera es la ‘foto del Liceo’, otra sede icónica del ‘stablishment’ catalán y de esa alta burguesía empresarial que tanto daño ha hecho con su amilanamiento sumiso al separatismo. Esa ‘foto del Liceo’ no será otra cosa que la expresión de un boato festivo y exhibicionista para legitimar una conjura política contra la sentencia del Tribunal Supremo. Y eso, sin olvidar su argumento más falsario: que los indultos serán también su forma de señalar como involucionistas, antidemócratas y rencorosos a la inmensa mayoría de españoles que los rechazan. La segunda foto es la de Waterloo, donde Pere Aragonès ha acudido a cumplimentar a un prófugo de la Justicia como Carles Puigdemont. Sánchez se dispone a amputar la Constitución y a maltratar a la democracia. Y además, con un show a su mayor gloria, y en un teatro. No va más.