CorrupciónPolítica

El infierno peruano

La imagen de la mujer que se resiste a aceptar la derrota en las urnas, por 44.000 votos, con las muñecas esposadas de vuelta a su celda, hubiera provocado algo más que tumultos en el país

El horno peruano no está para echar más leña al fuego o convertir las calles de Lima -y el altiplano- en un infierno. Victor Zúñiga, juez encargado del caso, contra Keiko Fujimori, donde se la acusa de lavado, centrifugado y planchado de activos, además de organización criminal, lo debió tener muy claro al rechazar que la procesada vuelva a prisión. La Fiscalía, en plena batalla de los todavía oficialmente candidatos, por la impugnación, observación o llámalo como quieras, de un puñado de actas electorales, quería ver de inmediato entre rejas a Fujimori (Keiko). Con la ley en la mano, argumentaba que se reunía con testigos del caso, algo expresamente prohibido cuando en abril del pasado año (2020) se le dio «el alta» de la cárcel, porque la pandemia estaba haciendo estragos y los reos de guante blanco y preventivos como ella, desfilaron hacia la «libertad vigilada».

La imagen de la mujer que se resiste a aceptar la derrota en las urnas, por 44.000 votos, con las muñecas esposadas de vuelta a su celda, hubiera provocado algo más que tumultos en el Perú si el juez hubiera accedido a la petición del fiscal. El momento, ese instante en que el magistrado -y la política- debe valorar cómo seguir para que se haga justicia sin provocar la ira nacional, no era el adecuado. El juez ponderó el escenario en su totalidad y advirtió a la hija de Alberto Fujimori que se mantenga lejos de los afectados/testigos del caso Odebrech, la empresa que habría financiado ilegalmente varias de sus campañas (y de tantos otros). En caso de no cumplir y reincidir, le avisa de que no habrá otra prórroga en este turbulento partido. Dicho esto, Keiko sabe que, irremediablemente, volverá al calabozo. Ese destino únicamente lo podría evitar con el asilo político de algún país cercano (luego llegaría Japón) pero Iván Duque no está por la labor y Guillermo Lasso parece que, de momento, tiene otras prioridades en su Gobierno. Colombia y Ecuador no están ahora en su mejor momento y mucho menos para hacer saltar nuevas chispas que provoquen más incendios o desaten nuevas guerras a costa de otra Fujimori.

 

 

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