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Oswaldo Páez-Pumar: La cría de cuervos

 

Fue una de las primeras recomendaciones de Castro que el fiel alumno siguió  “ad pedem literae”. Desde luego no se trataba del pajarraco del poema de Edgar Allan Poe, sino del puesto que el “lumpen proletariado” podía ocupar en la asistencia al gobierno, llamado por ellos revolución, para contener cualesquiera manifestaciones de la oposición.

En los primeros tiempos las participaciones eran resultado de la emoción que despierta la esperanza de un cambio que les haría salir “de abajo”. Pero una fuerza de choque permanente reclama estar integrada por quienes pueden responder “siempre listos” al reclamo; y el desarrollo natural es que para poder responder siempre, que están listos para cuando se les reclame, necesariamente implica que esa es su función, lo que equivale a decir que ese es su trabajo. Se convirtieron en una fuerza paralela a la policía, pero con una función circunscrita a lo político, que me atrevo a calificar como de mayor importancia para el gobierno, que la función ordinaria de la policía. Esto quizá explica el por qué las instalaciones de la Policía Metropolitana en Cotiza terminaron siendo hospedaje se estas fuerzas “siempre listas”.

Pero para estar siempre listas, sin tareas específicas como las que tiene la policía ordinaria, se requiere de un contingente que no tenga otra cosa que hacer que responder al llamado cuando le sea solicitado. Mientras tanto están simplemente a la espera y es sabido, desde tiempo inmemorial, que la ociosidad es mala compañía.

La cosa escaló tales niveles que surgieron en las cárceles los “pranatos”. No es que antes de la llegada de Chávez al poder no se dieran cosas así, pero que toda una ministra posara para las cámaras fotográficas sentada al lado de un “pran” en el lecho de éste en una prisión, desde luego en mi visión oligárquica y de derecha, traspasa todos los límites.

Mantener contenta a una fuerza de choque que debe en principio responder al llamado las 24 horas los 7 días de la semana es una tarea imposible de realizar, lo que explica pero no justifica, que en vastas y variadas zonas del país se prohibiera la entrada de las policías formales, las que visten uniforme, y que sus tareas fueran encomendadas a los propios vecinos, desde luego no a todos, sino a esas fuerzas colaboradoras que tenían que ser compensadas con algunos monopolios, como por ejemplo, la comercialización de drogas. Esos grupos para imponer su autoridad requieren de algo más que la palabra, pero como una parte importante del gobierno y de la estructura que hay que mantener es la fuerza armada, a la que le ha dado por llamarse bolivariana, y es ella la que a través de CAVIM monopoliza las armas, los grupos colaboradores pueden contar con ellas, salvo que creciendo en capacidad de fuego amenacen su monopolio, lo que en mi escaso conocimiento de estas cuestiones es lo que está ocurriendo con el Coqui en la cota 905, el Paraíso, La Vega y una inmensa área que amenaza con extenderse incluso hasta Miraflores.

Me imagino que esa extensión explica la plomamentazón que se ha hecho escuchar, desde luego con resultados tan inciertos, como los que nos reportan los informes oficiales en relación a lo ocurrido en La Victoria, no del estado Aragua donde brilló José Félix Ribas hace más de doscientos años, sino en Apure, donde nuestras fuerzas se vieron apuradas y siguen apuradas en las explicaciones de lo ocurrido, a pesar de que contamos con un muy grande número de generales con tres soles y de generalas o almirantas también con tres soles, que respetando esas cosas que se dicen hoy sobre el buen hablar, quizá debamos llamarlos en lugar de soles, solas, cuando se trate de colocar el distintivo no en general o almirante, sino en una generala o almiranta.

 

 

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