La derecha vuelve a equivocarse
Las autonomías en las que Vox presta al PP sus escaños para poder gobernar son un dique de contención contra Sánchez. ¿Para qué estropear lo que funciona?
El PP y Vox han vuelto a enconar sus relaciones hasta el punto de que el partido de Santiago Abascal amenazó este lunes con romper sus acuerdos de gobernabilidad en autonomías y ayuntamientos. Y además, lo hace cuando casi todos los sondeos apuntan a una mayoría absoluta de ambos partidos si hoy se celebrasen elecciones, lo cual tiene poca lógica. Esta vez, la recurrente conflictividad entre los dos partidos tiene su origen en Ceuta, donde el PP se abstuvo días atrás en una votación y propició con sus votos que Abascal fuese declarado ‘persona non grata’ por la Asamblea ceutí. En esa ciudad el agravamiento de las malas relaciones entre Vox y el PP es progresivo. Algunos de sus plenos han sido noticia por la virulencia de las acusaciones mutuas, y al presidente, Juan Jesús Vivas, le decepcionó la intervención personal de Abascal mientras Marruecos lanzaba su ofensiva contra España con una avalancha de menores en sus calles. Ceuta también resulta un polvorín para las relaciones entre los dos partidos de la derecha. De nada ha servido que el partido de Casado haya matizado en las últimas horas su voto, porque Abascal habría deseado una desautorización expresa de Vivas por parte de Casado, y eso no se ha producido. Vox reclama adhesiones inquebrantables, y en política, más allá de las trampas dialécticas que se tiendan unos partidos y otros, todo tiene sus matices. Por eso los dos se equivocan de enemigo. No han aprendido aún la lección de que con Pedro Sánchez en La Moncloa no sirve de nada anularse mutuamente y en realidad están provocando alargar su estancia en el poder.
Nadie debe declarar a un dirigente político ‘persona non grata’ por criterios ideológicos. Es excluyente y el PP debería saberlo bien por ser el partido que más cordones sanitarios ha sufrido. El PP no debió abstenerse, porque es un grave error táctico y porque es una indignidad democrática declarar ‘persona non grata’ a un dirigente político. Pero Vox no debe incurrir en provocaciones sobreactuadas, sobre todo en un momento que se puede entender como una respuesta a una bajada en las encuestas. Con Ciudadanos derruido, el PP y Vox tienen la obligación de ser complementarios ante el electorado de la derecha porque solo sumando y compatibilizando la labor de oposición será posible que ganen las elecciones. Enfrascarse en pugnas estériles, con una fuerte carga emocional o simbólica que amplifica lo que, sobre todo, son desentendimientos personales, no tiene sentido. En eso, la derecha debería aprender de la izquierda, que siempre simula estar a garrotazos pero al final le une su desprecio al contrario. El odio ideológico es algo que la izquierda ha perfeccionado mucho en su favor, mientras la derecha es solo una consumada especialista en caer en estas trampas. Y con los errores tácticos de unos, y la intransigencia y el victimismo de otros, no ganarán a Sánchez.
Vox y el PP no pueden permanecer en una eterna competición de ‘españolidad’. No tienen que exagerar sus diferencias. Son partidos distintos, se comportan como tales, y se percibe. Y si a alguien beneficia tanta amenaza de ruptura es al ‘sanchismo’. Cuanto antes lo tengan claro Casado y Abascal con generosidad, mejor para sus votantes. La contribución de Vox a la hora de desenmascarar en los tribunales muchos de los abusos del Gobierno es determinante. Y las autonomías en las que Vox presta al PP sus escaños para poder gobernar son un dique de contención contra Sánchez. Estas son las políticas que importan, luego ¿para qué estropear lo que funciona?