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Villasmil – Moreno León: Corazones helados

 

Recordando una poesía del español Antonio Machado, es pertinente afirmar que el corazón democrático venezolano se está helando, entre una dictadura que se resiste a morir, y los bostezos de una oposición desnortada, unida solo en la confusión, en una loca carrera por candidatearse a los comicios fraudulentos e inconstitucionales del régimen. Y ello en medio de cada vez más desconcertantes escaramuzas políticas.

Es pertinente mentar un video donde una diputada italiana, de derecha -si esa palabra sirve todavía, en medio de la confusión reinante, para describir algo-, en el cual da un discurso atacando, con toda justicia, las llamadas políticas de género. El ejemplo que ella usa es la propuesta de eliminar las palabras “padre” y “madre” de los documentos; es sabido que la familia, como la hemos entendido siempre, es enemiga de quienes buscan destruir todos los valores tradicionales, eliminar nuestras raíces, tanto individuales como colectivas, hacernos incapaces de defender nuestros derechos individuales. Bien dice la diputada: “soy mujer, soy madre, soy italiana, soy cristiana, no me lo quitarán”. Y tiene toda razón: somos personas, no somos códigos, números ni miembros de un rebaño amorfo.

Mencionemos ahora otro video, de una periodista norteamericana que, harta del nuevo totalitarismo del siglo XXI, el del tribalismo populista (definido así, con mucha sabiduría, por el pensador francés Guy Sorman AQUÍ), le decía en un programa de Tv a una fanática evangélica ultrarreligiosa que “usted puede vivir su vida personal, privada, como le dé la gana; pero no puede exigirme a mí hacerlo según sus valores. Usted, ni nadie, puede forzar sobre los demás un programa valorativo que no necesariamente compartimos. Eso es antidemocrático”.

Como bien destaca Sorman, el núcleo de la agenda de estos tribalistas populistas, que existen en los dos espectros conocidos de la visión del mundo, la conservadora y la progresista, es el odio hacia los demás, hacia los seres que tenemos el derecho a pensar diferente a su doctrina.

Tengamos siempre presente: debemos ser tolerantes, pero no todo es tolerable.

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Konrad Adenauer, Robert Schuman, Alcide De Gasperi

 

Le comentamos al querido amigo que ha enviado el video mencionado al comienzo de estas líneas: ¡cuánta falta hace hoy la Democracia Cristiana, con sus valores y visiones! Nociones como la dignidad de la persona humana, bien común, justicia social, han sido vaciadas de contenido, manipuladas y usadas por radicalismos de todo tipo.

En muchas partes -notoriamente en América Latina, y en algunos países europeos- vemos a los partidos de centro, como los DC, dejándose domesticar culturalmente por la evidente confusión valorativa de la actual socialdemocracia. Lo irónico es que esto ocurre justo cuando esa corriente política está atravesando la peor crisis de su historia. Pero precisamente por ello, los dirigentes y partidos socialdemócratas han asumido tesis peligrosamente tribalistas que, para resumirlas en dos palabras, son “feminazis” (en lo que toca a las relaciones sociales, la familia, el sexo, o la llamada “ideología de género”) o “comunistas”, en cuanto a un incremento en su antiamericanismo, su profundo desprecio a los valores democráticos liberales, un nacionalismo trasnochado. Sigamos con Sorman:

“¿Deberíamos buscar alguna razón común para la aparición de estos populismos? Sí, aunque los cimientos de estos movimientos son más psicológicos que económicos o ideológicos: el populismo contemporáneo es la expresión de lo que el filósofo británico Karl Popper llamaba sentimiento tribal. (…) Si el populismo es tribalismo, es lo opuesto a la democracia: la democracia es una disciplina de diálogo y respeto por los demás que se aprende, mientras que el tribalismo es espontáneo, instintivo. La oleada populista se explica también por el desmoronamiento de las ideologías clásicas que canalizaban las pasiones: el socialismo agoniza, la derecha liberal carece de imaginación intelectual. Por lo tanto, el populismo se precipita hacia los terrenos abandonados por la izquierda y la derecha clásicas”.

  

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Terrenos abandonados, sin duda alguna: tan abandonados como nos sentimos los venezolanos hoy. El poema de Antonio Machado que mencionábamos al inicio es un poema breve, con profunda carga sentimental, política y social, “Españolito que vienes al mundo”:

Ya hay un español que quiere
vivir y a vivir empieza,
entre una España que muere
y otra España que bosteza.

Españolito que vienes
al mundo te guarde Dios,
una de las dos Españas
ha de helarte el corazón.

En esas líneas se reflejaba con claridad la división hispana que llevaría a la cruenta Guerra Civil de 1936 a 1939, donde fue arrasada toda posibilidad de convivencia democrática.

Con el surgimiento del populismo tribalista, sumado al daño antropológico de los totalitarismos marxistas, como el representado por el socialismo del siglo XXI -y sus expresiones más conocidas, las tiranías cubana, venezolana y nicaragüense-, más la falta de un claro aliento renovador de las fuerzas democráticas, hay sin duda un gran vacío de valores éticos, culturales, políticos, una sinrazón ofrecida diariamente por el llamado mensaje “políticamente correcto”, y por una suprema estupidez en el accionar de todos los liderazgos. Estamos sufriendo políticos que no aspiran a ser estadistas sino vedettes mediáticas. No se enfrentan programas, sino rostros. No deberían candidatearse a Premios de la Paz, sino a Oscares de la Academia. Subordinan la ética a la estética.

Y ese drama de un mundo ético que está muriendo, se vive en cada una de las naciones hispanoamericanas, con una política que necesita más reflexión, pasión e intuición, y no mensajes repetidos y vacíos; debates continuos y sinceros acerca de medios, fines y valores, entendiendo que la política entre demócratas es la posibilidad de convencer y de ser convencido.  Buscar imponer a la fuerza nunca es democrático.

Hay que arrebatar la política de manos de los sinvergüenzas, los correveidiles, los profetas, los fanáticos, los corruptos. No se requieren “nuevos” partidos, sino “mejores” partidos.

La democracia dejó de pensar en enemigos, porque pensó que ya no los tenía. Resulta que gracias al populismo tribalista, al feminazismo, a lo políticamente correcto, y al socialismo revolucionario, la democracia tiene más enemigos que nunca. 

 

 

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