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Florentino gana, Tebas pierde y Laporta aprende

Ya en la época de mayor tensión y rivalidad, cuando un Barça-Madrid era el mejor espectáculo del mundo y Pep y Mou tensaban la cuerda hasta límites jamás vistos en el fútbol moderno, Joan Laporta y Florentino Pérez tenían muy claro que sus respectivos clubes eran principalísimos aliados en el mundo del ‘show business’ y que la competición no era entre ellos, ni con los demás equipos, sino todos juntos, los mejores, contra Netflix o Disney. Joan y Florentino fueron los dos primeros que entendieron y asumieron que el fútbol ya no era un deporte, sino un espectáculo, y que era insostenible e impracticable que la apropiación de la marca de las dos entidades (es decir, el negocio que son capaces de generar en relación a la importancia de su nombre) fuera de no más del 15%, mientras que la de empresas de parecido impacto mundial, como las mencionadas Disney y Netflix, por no hablar de Apple, Amazon o Coca-Cola, es superior al 80%.

La Superliga ideada por Florentino Pérez tiene que ver con esta idea. La marcha de Cristiano y de Sergio Ramos del Madrid, o la de Messi del Barcelona, también. De esto es de lo que hablaron los presidentes Pérez, Laporta y Andrea Agnelli el sábado en Barcelona, en el restaurante Botafumeiro. Agnelli – que tomó tierra en El Prat en su avión privado– había adelantado un día su llegada a la ciudad, a la que habría llegado ayer para asistir al amistoso que la Juve jugó contra el Barça en el Gamper. Florentino, que pidió que el almuerzo se celebrara el sábado y no el domingo, regresó por la tarde a Madrid para desplazarse ayer por la mañana, temprano, a Austria, donde el Madrid jugaba contra el Milán. Los tres presidentes, tras sus consecutivas victorias en los tribunales contra la UEFA de Ceferin, y en defensa de la Superliga, hablaron de cómo agilizar el proyecto para que pueda ser una realidad la temporada 2022-23.

Laporta, que a pesar de tener la intuición del negocio, está ligado aún a una visión sentimental del fútbol, de entrañable álbum de cromos de la infancia, quería de verdad renovar a Messi. Le ayudó a darse cuenta de su error el presidente del Madrid, en los días previos a la rueda de prensa de la ruptura, a través del CEO del Barça, Ferran Reverter, amigo personal de Florentino y a quien Jan escucha con suma atención dada la extremadamente grave situación financiera del club, arruinado por Sandro Rosell, Josep Maria Bartomeu y sus secuaces. Reverter, ejecutivo de gran prestigio internacional, con más visión empresarial que sentimentalismos (de ninguna clase), le hizo entender a su presidente la doble verdad de que Messi es una reliquia que no vale lo que cuesta, y que a pesar de que el acuerdo de LaLiga con el fondo CVC alivia el agua en el cuello en la inmediatez, tanto Barça como Madrid, unidos a la Juve y a los demás clubes de primera clase europea, pueden obtener mucho más dinero por sus derechos y sin tener que compartirlo con clubes menores que nada aportan al fútbol ni a su negocio.

La guerra no ha sido del Barça contra Tebas, a quien Laporta había invitado a cenar a su casa de la Diagonal de Barcelona el pasado 14 de julio, para celebrar que el acuerdo con CVC permitía la ansiada renovación de Messi. Tebas daba contentillo a Laporta y arrinconaba a Florentino Pérez, su gran enemigo. LaLiga imponía su ley, el Barça se llevaba la propina y perdían Florentino, la Superliga y el fútbol competitivo: es decir, la misma esencia del fútbol, como ha demostrado Pep Guardiola con la cantidad de millones que este verano ha gastado en fichajes, tras oponerse hace sólo unos meses a la Superliga con el argumento de que «el deporte no existe cuando no hay relación entre el esfuerzo y el éxito», como si él no creyera que el dinero es esfuerzo, y éxito, y no supiera que cuando no te lo regala un tirano jeque árabe, las personas libres tenemos que ganarlo en el libre mercado.

Tras las conversaciones de Florentino con Reverter, y las del CEO del Barça con su presidente, finalmente Laporta entró en razón, entendió que el contrato con CVC era muy inferior a lo que Barça y Madrid podían conseguir por su cuenta, e hizo caso al presidente del Madrid oponiéndose a Tebas y renunciando a Messi. El marcador cambiaba radicalmente: pierde la Liga, porque los peces gordos no se tragan su raquítico anzuelo; pierde el clan Messi en su último y draconiano intento de extorsionar al Barça con cargo a una calidad futbolística que ya no ofrece; Laporta se quedaba sin piruleta, pero con el futuro del club más abierto y posible; y el gran triunfador es Florentino, que arrincona a Tebas, da un impulso espectacular a la Superliga, deja al Barça sin Messi (más cojo o menos), debilita al PSG mandándole al astro en decadencia, para que juegue la temporada que viene con el también decadente Neymar, y libera a Mbappé para que no tenga que esperar un año para llegar al Bernabéu y en las próximas semanas se anunciará su fichaje.

Desde Figo hasta Messi, a Florentino se le ha dado muy bien contar con la inestimable colaboración del Barça para arrebatarle a las estrellas o utilizarlo en triangulaciones para lograr sus objetivos. Es admirable con qué frialdad y precisión entiende el poder y lo ejecuta en el momento exacto. Mientras el Madrid ha aprovechado la pandemia para construirse un estadio nuevo, el Barça lucha por su supervivencia, sin tenerla ni mucho menos garantizada, hundido por la maldad y la ineptitud de sus anteriores directivos. LaLiga y su presidente han sido derrotados en su intento colectivista de que los dos grandes tuvieran que regalar su dinero para mantener a equipos sin recorrido y que sólo se justifican por una concepción amateur del fútbol y el afán de Tebas por mantener su tinglado y su cuota de poder.

El fútbol, como cualquier persona, empresa, idea o circunstancia sólo puede subsistir si entiende su negocio. Agnelli lo entiende por herencia familiar y Florentino por talento innato: por eso echó (sí, echó) a Sergio Ramos y a Cristiano cuando ya no eran un negocio para el Madrid, y mucho menos al precio al que ambos se querían quedar. Laporta lo está aprendiendo a golpe de realidad, y de extorsión criolla, y esperemos que a no mucho tardar pueda rematar los córners en lugar de tener que conformarse con centrarlos.

Para contrarrestar a Florentino Pérez, el presidente de la Liga, Javier Tebas, ha ensayado, un poco a la desesperada, la vía política. Una colaborador de su máxima confianza se puso el sábado en contacto, vía whatsapp, con el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, para expresarle su preocupación por la precariedad financiera del club, lo incierto que es aún el proyecto de la Superliga y pedirle que intercediera ante Laporta en favor del «pájaro en mano» del acuerdo con el fondo CVC. Será Sergi Sabrià, jefe gabinete de Aragonès, quien se reúna en los próximos días con el emisario de Tebas.

También entiende el negocio, en su caso gastronómico, Moncho Neira, propietario de Botafumeiro, a quien los clientes de la casa pudimos ver el sábado vestido de cocinero (como raras veces hace ya) para subrayar la importancia de recibir a los tres presidentes, a los que ofreció un surtido de mariscos de La Coruña para empezar y de plato principal una vieja receta que Moncho sólo recupera en ocasiones especiales: filetes de lenguado con almendras. Siempre bajo el atento servicio del jefe de sala, Jesús Pérez, el postre consistió en un crocante, otro clásico, de los años 50. Los cafés, para los tres descafeinados, tuvieron la particularidad de que Laporta, que la noche anterior había asistido al concierto que José Luis Perales ofreció en Cap Roig, bautizó el suyo con unas gotas de Cointreau.

Florentino no sale ni bebe nunca más que una copa de tinto, «porque al final soy yo el que tengo que pensar en todo y tengo que estar tranquilo».

 

 

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