Aveledo: ¿Por qué la política?
No hace tanto, en una entrevista radial, me preguntaron cuándo y cómo se me había ocurrido meterme en política y cómo se formaba, se preparaba un político. Me parece que puede tener interés hablar de eso.
De la existencia de la política me enteré a los siete años, empezando 1958. En dictadura no se mencionaba el tema delante de los niños para evitar imprudencias, pero tras el alzamiento del primero de enero, era tal el ambiente familiar de celebración que me di cuenta de que algo importante ocurría y que nosotros éramos contrarios a aquel régimen. A diferencia del silencio de los años anteriores, las semanas subsiguientes no se habló de otra cosa. La aviación en Maracay, las protestas en Caracas y en otras ciudades y el 23 fue un amanecer inolvidable. Pinté con mis creyones una banderita de Venezuela en la hoja cuadrada de un cuaderno Moderno de dibujo y con torpeza que no he superado la pegué mal del palito de un gancho de tintorería, para salir a la puerta de la casa a ondearla al paso de la gente emocionada, feliz que circulaba a pié, en carros y en la batea de camiones. ¡Viva la Libertad! Oí gritar, estrofas del himno, ¡Viva la democracia! Una palabra nueva cargada de la promesa de las grandes esperanzas.
La política era eso. Así que la primera relación de la política que establecí en mi mente de niño era con la libertad, con la alegría. Después iría escuchando y leyendo que la democracia era el sistema para organizar esa búsqueda que se basaba en el respeto a las personas y sus derechos y en el marco de la Constitución y la ley. Es decir que la política debía servir para eso.
Después entendí que para participar en política, la gente se organiza en partidos que tienen ideas, programas y presentan candidaturas.
En el colegio, desde temprano, me vacunaron contra la indiferencia. Somos parte de la sociedad y por lo mismo lo que en ella ocurre o debería ocurrir nos importa. Los cristianos, me dijeron, tenemos el deber de que la sociedad sea más justa y que el gobierno y el Estado todo, es gerente y garante del bien común. En los sesentas, Mater et Magistra de Juan XXIII y Populorum Progressio de Pablo VI entraron como un ventarrón en nuestras vidas adolescentes.
La política era servir a los demás.
Después y sobre todo viendo la dedicación responsable de un tío materno electo diputado al Congreso en 1963, a varios de sus amigos que venían siendo sus compañeros desde las aulas, como Luis Herrera que era también diputado por Lara y figuras de mi región que admiraba aunque militaran en otras ideas, como Eligio Anzola, Alirio Ugarte Pelayo, Héctor Mujica, se me metió en la cabeza que lo que quería era representar a los larenses en el Congreso. No me fue fácil, hasta que logré alcanzar el honor y la enorme responsabilidad, de ser la voz de otros, jóvenes y viejos, hombres y mujeres, trabajadores y empresarios, campesinos y productores.
La política es servicio. Tiene que ver con el poder, los conflictos y su resolución. Pero es ante todo, servicio. Servir a la libertad y la justicia social, mediante una democracia que funcione, con respeto por la dignidad de todas las personas, fue lo que me movió a la militancia política que fue mi actividad principal por varias décadas.
Hablar de política es más fácil que hacerla. Hoy que ya no estoy en esa parte de la brega, escribo y doy clases. Trato de dar buenos consejos ahora que ya no puedo dar malos ejemplos. Sigo siendo ciudadano, como tal la indiferencia es imposible, todavía creo que la política es eso, servir a los demás para contribuir a la búsqueda común por una vida mejor.