Colombia: Política, negocios y amenazas
Sergio Fajardo ha representado una manera insólita de hacer política con pulcritud. Los resultados están a la vista de todos, en Medellín y en Antioquia.
Hoy mi región y mi ciudad son lo contrario de lo que eran hace 12 años, cuando empezó este proyecto independiente que nos ha dado dignidad, esperanza, más educación, más salud, menos violencia, menos mafia y menos homicidios.
A pesar de esto, si no ocurre el milagro de una inmensa movilización ciudadana, dentro de 15 días ganará un político con los vicios de la vieja política, Luis Pérez, un hombre taimado, un ajedrecista al que no le importa aliarse con tramposos. Varios empresarios que están con él fueron despedidos de la empresa privada por malos manejos y negocios turbios. El candidato de Fajardo a la Gobernación, Federico Restrepo, un ingeniero serio y honesto, será derrotado entonces por un manzanillo, por el candidato de las maquinarias de los partidos que apoyan a Santos (Liberal, Cambio Radical, Partido de la U).
La aplanadora santista, en este caso, parece imparable. A César Gaviria, a Vargas Lleras, a Rodrigo Lara, a Horacio Serpa, les importa un comino inmolar a Antioquia con tal de detener de raíz la carrera presidencial de Fajardo. A gente así dan ganas de quitarle el saludo.
Pero aún peor que esas maquinarias de la vieja política son los apoyos y los negocios que Luis Pérez ha tenido con descendientes de narcos (véase la finca de mafiosos que compró por varios millones de dólares, sin que haya querido explicar cómo ni con cuáles recursos), y las amistades con los políticos y parapolíticos más abominables de Bello, Itagüí, Urabá (y faltan datos de otros municipios).
¿Cómo es posible que pueda ganar un candidato así, que se pasea en helicóptero por todo el departamento diciendo que se inspira en el papa Francisco? ¿Cómo puede ganar alguien que se declara amigo de César Pérez, el condenado a 30 años por la masacre de Ituango; que es capaz de mentir y decir que defiende las políticas de Fajardo; que es tan hipócrita para declararse imitador de Pepe Mujica, al tiempo que es propietario de bienes de dudoso origen por decenas de miles de millones de pesos? ¿Un seguidor del papa y de Mujica alguien que despliega gastos estrambóticos para compra de apoyos (almuerzos, avionetas, jóvenes pagados, guardaespaldas, persecución judicial)?
Y bien, esto es posible, precisamente, porque la vieja clase política antioqueña (que gobernó y negoció) lleva mucho tiempo en ayuno de negocios. Fajardo obligó a todos los alcaldes a hacer “acuerdos públicos municipales”, mediante los cuales tenían que hacer visibles los contratos de cada alcaldía. Ya llevan demasiado tiempo sin sacar partido, y están hartos. ¿A quién, si no a Fajardo, se le podía ocurrir que la política no es para volverse ricos? Y son ellos, los que se han hecho ricos con la política, los que están a punto de volver a tomarse a Antioquia.
Luis Pérez ha creído que con su persecución judicial (me ha denunciado tres veces ante la Fiscalía) va a cerrarme la boca y a cortarme los dedos para que no escriba. Se equivoca. También Pascual Gaviria seguirá escribiendo a pesar de las amenazas que le han llegado, no se sabe de quién, después de criticar duramente al mismo Luis Pérez. Pues bien, a pesar del chantaje judicial, no vamos a callarnos. No vamos a permitir que vuelva al poder en silencio, sin escribir lo que es y sin decir el peligro que representa su manera de gobernar y de mezclar la política con los negocios. Si alguna dignidad nos queda a los antioqueños, tenemos que salir a votar masivamente contra este esperpento.
¿Y en Medellín? Pues bien, en Medellín votaré también por otro Federico, Gutiérrez en este caso. Alonso Salazar —un buen hombre que perdió el equilibrio— cometió el error de dividir al fajardismo. Por esta división también recae sobre Alonso parte de la culpa de que su peor enemigo, Luis Pérez, el impresentable, se apodere de Antioquia.