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Cuba no sufre una crisis, sino tres al mismo tiempo

La dictadura castrista, por totalitaria, puede estrangular a todo un pueblo con tres azotes.

El azote en Cuba sin control del Covid-19, que está matando a más de 100 ciudadanos cada día (no importa las cifras reducidas que dé el MINSAP), y que según la Organización Panamericana de la Salud (OPS) es una de las peores situaciones de la pandemia a nivel mundial, completa el panorama de la más dramática crisis nacional sufrida en la Isla probablemente desde que Cristóbal Colón pisó tierra en Bariay hace 529 años.

Porque es una tragedia-desgracia que es multifacética. Se trata de tres grandes crisis a la vez, y no de una sola. Y las tres ocasionadas, o agravadas, por una dictadura comunista que ya va a cumplir 63 años de edad. Y ahí está el detalle, nunca en América ha habido otra tiranía totalitaria. Eso lo explica todo.

La dictadura castrista es muy diferente a todas las conocidas en el continente americano, precisamente por su carácter totalitario. Es la única que ha existido. Por eso puede prácticamente estrangular a todo un pueblo con tres látigos al mismo tiempo:

1) La peor crisis sanitaria en su historia republicana; 2) la mayor escasez de alimentos, medicamentos, productos de aseo, combustible y de todo, paralelamente con la quiebra financiera del Estado y el empobrecimiento sin precedentes de la población, que ya pasa hambre; y 3) la más obsesiva, masiva y salvaje represión del pueblo ocurrida en suelo cubano y probablemente en toda América Latina.

Muertes por Covid en Cuba sextuplican el promedio mundial

A finales de julio, Cuba constituía el primer país de América Latina y el cuarto del mundo en contagios de Covid-19, según información ofrecida por el doctor peruano Ciro Ugarte, alto funcionario de la OPS, una entidad históricamente «amiga» del castrismo. Ugarte reveló que en Cuba 20 de cada 100 pruebas de Covid-19 son positivas y que el promedio de muertes semanales por ese virus es de 52 por millón de habitantes, ¡seis veces! el promedio mundial.

¿Ha habido algún otro pueblo en América que haya sido flagelado y atenazado al mismo tiempo por tantos flancos a la vez? Al menos en los últimos 100 años no se conoce de ningún otro caso parecido siquiera.

Los textos de historia en América Latina, los medios de prensa y la izquierda en general se muestran horrorizados por las atrocidades cometidas por las dictaduras de Augusto Pinochet en Chile, la de los gorilas argentinos, y otras. Pero jamás mencionan los crímenes de los hermanos Castro. Ni siquiera los reconocen. Y siguen hablando de la «revolución cubana» incluso después del monumental estallido social del pasado 11 de julio.

Silencian que las tantísimas dictaduras que ha habido y hay en América Latina han sido autocracias militares corruptas tradicionales, mientras que la castrista es la única comunista y totalitaria. Y que ninguna tiranía hizo tanto daño a su pueblo como la cubana.

Hija natural del caudillismo heredado de España —en hibridación con el caciquismo precolombino—, y condimentada con el nacionalismo y el populismo retrógrado, las dictaduras militares se arraigaron de tal manera en Latinoamérica que dieron origen a un género dentro de la narrativa literaria continental: la novela de dictadores. Desde la independencia de las naciones latinoamericanas ha habido dictaduras en casi todos los países de la región.

Pero en todas ha prevalecido la propiedad privada y la economía de mercado. Por ejemplo, cuando el dictador militar tradicional Augusto Pinochet reprimía y encarcelaba a miles de chilenos la economía avanzaba a un ritmo tal que el país devino el de mayor desarrollo de la región, y la pobreza fue reducida a niveles mínimos.

En Cuba el sistema comunista castrista no solo ha asesinado al menos tres veces más ciudadanos que Pinochet, ha golpeado, torturado y encarcelado a muchas decenas de miles más de personas que el general chileno, sino que encima convirtió a Cuba (uno de los tres países con mayor nivel de vida en 1958), en uno de los países más pobres y peor alimentados de América, junto con Haití.

Criminalizan la libertad de expresión en internet

Para no ir muy lejos, a la más masiva represión gubernamental conocida nunca en el continente la dictadura comunista que sigue encabezando Raúl Castro acaba de agregar la censura oficial de internet y la criminalización del ejercicio de la libertad expresión en internet.

El 17 de agosto de 2021 el Gobierno decretó que es delito y conduce a prisión «la divulgación de noticias falsas», el «ciberterrorismo». Traducido del lenguaje totalitario castrista eso significa que queda prohibido por ley opinar libremente, criticar al Gobierno, sus dependencias, al Partido  Comunista y su burocracia en las redes sociales, así como conectarse con otras personas para intercambiar opiniones, o con vistas a celebrar actividades culturales o sociales que la dictadura considere potencialmente peligrosas políticamente.

No hay otro pueblo en el hemisferio occidental que sufra semejante mordaza en la red comunicacional que ha transformado la sociedad moderna.

La tasa de contagio en Cuba es diez veces superior a la mundial

En cuanto a la salud pública, ya vimos que el azote del Covid-19 coloca en Cuba entre los peores países del planeta. El doctor Ugarte, de la OPS, reveló que la cepa Delta se expande exponencialmente por toda Cuba y que el número de enfermos se ha multiplicado por ocho en dos meses y es ahora de 5.639 por millón de habitantes, ¡diez veces! el promedio mundial.

Y ojo, todas esas son estadísticas basadas en datos del MINSAP, que miente por motivos políticos y distorsiona la realidad para no dañar la imagen de la «potencia médica». En verdad, la tasa real de contagios de Covid-19 en Cuba puede que sea 12 o 13 veces superior a la media mundial.

Si la pandemia fulmina a cubanos por toda la Isla es por responsabilidad de Raúl Castro, su asistente Miguel Díaz-Canel y de toda  la cúpula gubernamental. Cuando el mundo entero cerraba las puertas al turismo, ellos abrieron las de Cuba de par en par y lanzaron una campaña internacional para atraer turistas de todas partes. Luego de tener que cerrarlas por fin, las abrieron de nuevo hace tres meses y, con miles de rusos, llegó a la Isla la más agresiva cepa Delta. Y luego, por no abrir la economía al sector privado y haber arruinado la economía cubana, no tienen tampoco recursos para enfrentar a la pandemia.

Además, los jerarcas castristas no aceptaron las vacunas ofrecidas por el programa COVAX de la OMS. Se negaron a vacunar a los cubanos y decidieron crear una vacuna cubana para lucrar con ella si resultaba exitosa. No fue exitosa. Los vacunados (meses después que en el resto de Latinoamérica), se enferman y mueren de Covid-19.

De la crisis alimentaria es igualmente culpable la dictadura que, pese a las dramáticas evidencias de que el modelo comunista no sirve y hambrea al pueblo, se niega a desmantelarlo y a liberar las fuerzas productivas del campo y la ciudad.

La rebelión popular del 11 de julio exigió al dictador, a su generalato, al Partido Comunista y sus esbirros, y a toda la burocracia castrista, que el régimen hambreador comunista sea echado abajo. Los cubanos lanzados a las calles mostraron su deseo de ser dueños de su propio destino.

Pero los vividores que mandan en el país lejos de escuchar el reclamo popular lo que ha hecho es agravar a palos las tres crisis que los acogotan. ¿Hasta cuándo? Puede que no por mucho tiempo.

 

 

 

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