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Beatriz Pineda Sansone: Lo único perdurable de un pueblo

 

Voy a reflexionar en torno a la idea que la periquita Julieta (personaje del cuento del mismo nombre, del escritor venezolano Antonio Arráiz) tiene con relación a la educación y que expresa de la siguiente manera: Yo enseño a los niños, los instruyo, los educo, los voy formando… La expresión señala con exactitud tres términos que, aunque difieren entre sí, se complementan, conformando un todo, lo cual encierra una gran sabiduría, sobre todo, si se piensa en las sociedades democráticas, puesto que requieren personas capaces de pensar.

Educar desde la infancia denota otorgar valor a esta significativa etapa de la cual dependen las siguientes, también pensar en ciudadanos adultos críticos. Si revisamos los cuatro términos empleados por Julieta, tenemos: enseñar, educar, instruir y formar. El que enseña imparte mediante un sistema y un método un conjunto de conocimientos, principios e ideas; quien educa dirige, encamina, cría, desarrolla las facultades intelectuales y morales, educa en valores; perfecciona y afina los sentidos. La acción de instruir involucra la enseñanza y práctica de un caudal de conocimientos; al formar se funda, se juntan y congregan  personas o cosas para que hagan aquéllas un cuerpo y éstas un todo. Si analizamos con detenimiento el significado de los términos apreciaremos que la educación es todo para la periquita Julieta, pues se orienta hacia la consecución del desarrollo armónico de la personalidad del ser humano, proceso que entraña modificación y expansión; mientras que la instrucción se refiere a los conocimientos.

El ser humano constituye una unidad, es él y su entorno, por eso es preciso educarlo, instruirlo y formarlo. Tres aspectos que no deben disociarse jamás. La instrucción concede poca importancia a la individualización, a la autonomía y al pensamiento, mientras que la educación desarrolla el pensamiento crítico reflexivo.

El sistema educativo tradicional concede escaso o nulo interés al desarrollo del pensamiento crítico creativo, que debe iniciar desde la edad pre-escolar, pues a los ocho años de edad, un niño ha recorrido el 80% de su capacidad mental. La estrategia de contar cuentos constituye un maravilloso recurso para lograr el desarrollo de la sensibilidad y de las facultades intelectuales y morales. El mundo es mi mundo y los límites del lenguaje, del lenguaje que solo yo entiendo significan los límites de mi mundo, expresó Wittgenstein en su Tractatus lógico-philosophicus (2015: 123), de forma que desarrollando el amor por la lectura se enriquece tanto el vocabulario como el pensamiento, pero nos encontramos con la penosa realidad de que muchos docentes, aún no tienen idea de qué cuentos contar o leer; ni criterio para escogerlos. Los docentes no prestan atención al autor del cuento. Es preciso, entonces afinar su sensibilidad a través de textos literarios breves. Cuando Julieta expresó: yo instruyo, educo y formo a los niños, lo hizo consciente de que estos tres aspectos conforman un todo pleno. Se trata de otorgar mayor valor a la sociedad del conocimiento. La instrucción sola constituye una parte del todo.

La educación como institución debe pensar en las organizaciones y en sus entornos como sistemas en los que existen conexiones, de forma que un acto en una parte afecta al sistema en su conjunto; debe estimular la claridad y la profundidad en la visión personal.

La conversación de la periquita Julieta con Tío Tigre nos regala un pensamiento crítico-creativo con profunda visión. El pensamiento crítico creativo conlleva una gran sensibilidad ante el entorno: Pero, señor Tío Tigre (…) en las cercanías de este samán viven casi todos nuestros alumnos. Este, por ejemplo, el conejito, reside allí cerca, al otro lado de la loma. En su mayoría son chiquitines como este, que no pueden ir a la escuela si les queda lejos. Si tenemos que abandonar el samán, perdemos a nuestros discípulos, y, lo que es más grave aún, nuestros discípulos pierden la escuela.

Criterios claros como este constituye un buen ejemplo que debe caminar con nosotros siempre, dada su gran sabiduría, sensibilidad y estímulo para una acción efectiva.

 

 

Mi nombre es Beatriz Pineda Sansone. Nací en la ciudad de Maracaibo, Venezuela. De niña era inquieta, llena de arrojo. Admiraba a nuestro Arturo Uslar Pietri, quien conducía el programa televisivo Valores Humanos. Su ejemplo ha sido mi norte. Gracias a mis hijas he realizado grandes aventuras a favor de los niños. Creé el Taller Literario Infantil Manzanita que devino en Fundación en 1985. Más tarde, con motivo del nacimiento de un nuevo diario en Maracaibo, fundé Azulejo, el periódico de los niños del diario La Verdad –primera etapa-. Extendí el Programa La Hora del Cuento a centros de arte, museos, universidades, colegios y McDonald’s Padilla de la ciudad con el fin de cultivar en los niños el amor por la lectura, y todas sus destrezas cognitivas, afectivas y psicomotoras.

Más tarde, en 1996, obtuve el título en Filología Hispánica con el premio Summa Cum Laude en la Universidad del Zulia. Cursé estudios de postgrado (2000-2003). Me convertí en articulista de los diarios venezolanos Economía Hoy, Panorama y El Universal.

Soy autora de: Las Memorias del Maestro Ramiro (1979); Desde otro rayo (1992). Universidad del Zulia; Los ojos de la montaña (2011). Entrelíneas Editores, España; La Hora del Cuento. Enseñar a razonar a los niños a través de la lectura de cuentos (2015). Ediciones de la Torre, España; El Principito y los Ideales. Defensa de la libertad, del amor y del razonamiento (2017). Editorial Verbum, España; La Aventura nunca imaginada de un lápiz (2018). Fundación editorial el Perro y la Rana. Venezuela; Una niña de mi edad (2019). Editorial Tandaia, España. Malika, la más pequeña de la manada (2021). Europa ediciones. Roma.

En la actualidad desarrollo una intensa labor a favor de la lectura a través de las redes sociales: @beapinpaz.escritora.

 

 

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