Villasmil – Los papeles de Pandora: ¿Por qué lo hicieron?
Los “Papeles de Pandora” es, por su alcance, una investigación que está produciendo un tsunami de nombres de celebridades en todas las áreas visibles de la sociedad actual: deportistas, empresarios, políticos, cantantes (de Luis Miguel a Julio Iglesias, de Shakira a Chayenne); al parecer ningún expresión de actividad humana (donde el dinero implique o acompañe al supremo éxito) se salva de la hoguera crítica.
Todos los detalles derivan de casi doce millones de récords financieros que fueron conseguidos por el Consorcio Internacional de Periodistas Investigadores (ICIJ, sus siglas en inglés), y examinados por diversos diarios de prestigio mundial, como The Washington Post y The Guardian. Los archivos incluyen correos electrónicos privados, hojas de cálculo secretas y contratos clandestinos que permiten desentrañar complejas tramas financieras y los individuos que las realizaron.
En total, se habla de más de 29.000 cuentas de las llamadas “offshore” (más del doble de las señaladas en los “Panama Papers”); donde aparecen unos 130 billonarios y 330 funcionarios públicos de más de 90 países (incluyendo 35 jefes de Estado, actuales o ex). ¿Para qué las abrieron? Hay razones de todo tipo.
Un ejemplo típico: cuando tres de las personas más ricas de África buscaron “influir” en la ministro de petróleo de Nigeria, no le dieron un maletín de esos que salen en las películas, lleno de billetes, sino que le crearon de la nada tres compañías cascarones (“shell” en inglés), cada una para justificar una propiedad muy valiosa en la muy cara Londres. Otras compañías similares se constituyeron para que la ministro y su familia gozaran de carro con chofer, y para enviarle todo tipo de lujos, con valor de centenares de miles de dólares. El total “asignado” fue $17 millones.
¿Qué querían estos señores? “lucrativas oportunidades de negocios”. Y es que sea usted un empresario poco escrupuloso, un deportista con dinero que le sale hasta por las orejas, o un cantante que vende millones de discos, el llamado “mundo offshore” ha sido creado para servirle, mediante compañías registradas en santuarios secretos, guardando en ellas activos valiosos, a escondidas de los agentes impositivos del país de su residencia. ¿Por qué pagar un alto porcentaje de mis ingresos al fisco, si lo puedo evitar?
Los cleptócratas del mundo, los tiranos y sus socios y amigos, los lavadores de dinero, los mafiosos y beneficiarios del narcotráfico, se confunden en estas prácticas con figuras deportivas, artísticas y políticas. Así vemos cómo funcionan y se relacionan el poder y el dinero en el siglo XXI. Una corrupción legalizada, con muchos políticos teóricamente encargados de combatirla, interesados -porque también se benefician de ella- en mantenerla. Como afirma sobre la conducta de algunos políticos un líder de la oposición checa, “predican agua y beben vino francés”.
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No hay nacionalidad que se salve, país que no tenga sus implicados. Es una nueva epidemia. Un billonario israelí fue acusado de usar tales compañías para robar cientos de millones de dólares del Congo, un magnate de la Tv venezolana (el muy conocido Raúl Gorrín) aparentemente las usó para implementar un esquema de sobornos. Al menos siete oligarcas rusos, todos billonarios, y sancionados por los Estados Unidos, están en la misma jugada. Ídem con Tailandia, con Indonesia, con, bueno, como decíamos, casi todo el mundo. Las Naciones Unidas están perfectamente representadas.
Ello destaca cuando se revisa la conducta de líderes y personajes públicos de países con altos niveles de pobreza, donde millones de sus compatriotas pasan penurias de todo tipo mientras ellos usan todos los trucos posibles para no pagar impuestos, o pagar en todo caso una tontería. Una burla grotesca.
¿Por qué lo hicieron? Sencillamente, porque lo podían hacer, porque sus asesores legales y financieros se lo aconsejaron, y porque una vez más se demuestra que la conducta de los poderosos va por una vía, y la moral y las leyes por otra. Y que estas últimas son solo para los ciudadanos de a pie, los de quince y último.
Una compañía “offshore” brinda, antes que nada, invisibilidad. Especialmente frente a las autoridades impositivas. Frente a las agencias que investigan crímenes financieros. Frente a las autoridades gubernamentales. Y permiten a sus usuarios todo tipo de abusos, porque -y esto es importante- los abogados se aprovechan de cada resquicio en las leyes. El hecho es que en la mayoría de los países no es ilegal tener cuentas offshore. Por ello, las únicas armas que le quedan a los honestos son la tecnología y la opinión pública, mostrando cómo las celebridades en realidad están éticamente desnudas.
Como no hay esperanza inmediata de que la ley castigue esta conducta, quedan solo los llamados “costos reputacionales”, hacerles pasar a estos señores – y señoras- por dosis crecientes de vergüenza. Si no se les puede llevar a las cortes legales, mostrarlos en la corte de la opinión pública.
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Más allá de las claras insuficiencias legales existentes, desde hace varios años diversos economistas han centrado su atención en medir la amplitud de la riqueza escondida en ese tipo de cuentas y de compañías. Son cantidades asombrosas que obviamente no salen reflejadas en las estadísticas oficiales. Por ello, concluyen, la desigualdad global es mucho mayor de lo que se piensa.
No hay unanimidad de criterios sobre cuánto es el dinero escondido: de acuerdo con un estudio de 2020 de la Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo al menos $11.3 billones está en cuentas “offshore”. Debido a su complejidad y secretismo, es imposible saber cuánta de esa riqueza proviene de evasiones fiscales y otros crímenes, y cuánta tiene orígenes legítimos. Toda una economía “a la sombra”.
Lo que parece claro es que el 0.01% de las familias más ricas del planeta es dueño del 50% de los activos financieros que se encuentran en jurisdicciones extranjeras. Y con el dinero viene el poder de contratar a los más sofisticados bufetes, especializados en “esconder y desviar” el dinero.
¿Dónde exactamente? Algunos de los santuarios usados son Chipre, las Islas Vírgenes británicas, Singapur, o las Islas Seychelles.
Otro dato a destacar: son pocos los billonarios norteamericanos que los usan, ¿por qué? porque pagan tan pocos impuestos en su país que no tienen ningún incentivo en usar los servicios offshore.
Uno que no es político, pero se codea con ellos, es el mencionado empresario chavista Raúl Gorrín Belisario, que usó tres compañías panameñas y una en las Islas Vírgenes británicas para pagar a altos funcionarios chavistas por un contrato con el que se enriqueció manipulando transacciones en moneda extranjera. Se calcula que pagó mil millones de los verdes en sobornos. Los venezolanos tenemos derecho de preguntar: Si ese fue el soborno, ¿cuánto fue su ganancia?
En esa materia, el chavismo, bien se sabe, no necesita lecciones de nadie.