Vacaciones para Bielsa
La injerencia de un embajador argentino en un asunto de delincuencia común resulta insólita
La memoria no me falla cuando recuerdo a Rafael Bielsa, por entonces Ministro de Relaciones Exteriores de Néstor Kirchner, negar que Cuba fuera una dictadura (el escándalo por esa entrevista con ABC fue formidable). Tampoco olvido anécdotas delirantes, contadas por él mismo en otros medios, como su despertar con olor a mandarina e interpretar que ese perfume pertenecía a una aparición de la Virgen María.
El colmo del surrealismo de Bielsa, en aquellos años, fue enterarnos de que su amuleto era una ‘sopapa’ (desatascador de retretes con mango de madera) con la que viajaba por el mundo. Hermano de Marcelo, el entrenador de fútbol apodado ‘el loco’, el actual embajador de Argentina en Chile se ha superado a sí mismo y colocado en una posición complicada a su país, al presentarse en la Comisión de Libertades Condicionales de Temuco y pedir que liberen al preso argentino Facundo Jones Huala, líder del Movimiento de la Resistencia Ancestral Mapuche (RAM), una organización que ha sembrado el terror a un lado y otro de los Andes. Jones Huala está condenado a nueve años de cárcel por asalto e incendios de viviendas.
La injerencia de un embajador argentino en un asunto de delincuencia común con un sujeto que además cometió actos criminales en ambos territorios y no reconoce ni el Estado chileno ni el argentino, porque quiere recortarlos y refundar la ‘Nación Mapuche’, resulta insólita. Mariano Caucino, exembajador de Argentina en Costa Rica e Israel, advirtió esta semana de que los actos de Bielsa «equivalen a brindar aval al terrorismo». Es cierto, pero las decisiones de éste, mientras no se censuren en la Casa Rosada, habrá que pensar que son las del Gobierno de Alberto y Cristina Fernández.
Sebastián Piñera, entre el intento de destitución que se avecina y el aniversario del estallido social que desembocó en un engendro de Constituyente, como puerta falsa de salida, no está ahora para abrir otro frente con Argentina, aunque Argentina, o lo que queda de ella, debería llamar a Buenos Aires a su embajador y pedirle, o rogarle, que se tomara unas vacaciones.