Villasmil – 1941: 80 años de una verdadera unidad nacional
Convengamos de entrada que en casi dos siglos de tortuoso andar como nación, los venezolanos -me refiero a los ciudadanos de a pie- no hemos tenido muchas ocasiones para celebrar hechos que en verdad nos hicieran sentir un solo pueblo, una sola causa, un solo propósito.
Nuestro deseo de ser libres frente a la metrópoli hispana solo se resolvió mediante una guerra civil -la primera que sufrimos-, y luego tanto caudillo, tanto héroe de mármol, con su respectivo discurso ripioso y busto en plaza, no han dejado mucho tiempo para respirar en paz aires de libertad. Leo que ha habido en Venezuela un total de 21 dictaduras militares, por ejemplo, y que los 40 años transcurridos entre 1958 y 1998 son como una isla en medio de un archipiélago de autócratas, caudillos, corruptos, uniformados y golpistas.
Pocos mandatarios con recuerdo grato. Muchos ladrones -no es momento para eufemismos-; por desgracia pocos Vargas, y muchos Carujos.
Pero no recordemos tiempos grises y tormentosos. ¡Al contrario! Esta nota es para celebrar un aniversario glorioso.
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Foto del equipo venezolano en el estadio La Tropical de La Habana, 1941
Nos trasladamos ochenta años en el Túnel del Tiempo, a La Habana, capital de una isla muy querida por los venezolanos, por su cordialidad caribeña, por su cultura parecida a la nuestra, por un sentido del humor perfecto a la hora de interpretar las vicisitudes de la realidad. Es en Cuba, más específicamente en el estadio La Tropical, de La Habana, donde transcurrieron los hechos.
Si bien la unidad cultural y social nos ha hermanado siempre al pueblo cubano, ha habido un aspecto de sana competencia: la pelota, el béisbol.
Y hace 80 años, exactamente el 22 de octubre de 1941, los venezolanos alcanzamos un momento de alegría, de unidad nacional, como casi nunca en nuestra historia.
Ese octubre de 1941 no era la política la que nos congregaba, sino la pasión deportiva. Resumamos los hechos:
En Cuba se realizaba la Cuarta Serie Mundial de Béisbol, con el poderoso equipo local como favorito; no solo por ser el equipo de casa, sino porque Cuba, donde sea que juegue, ha sido siempre una real potencia beisbolera.
El equipo venezolano reunió a buena parte de los mejores jugadores criollos de la época; mencionemos algunos, como los zulianos Dalmiro Finol, Luis Romero Petit, José Antonio Casanova y Enrique “Conejo” Fonseca, además de José Pérez Colmenares, Jesús “Chucho” Ramos y Héctor Benítez “Redondo”. El manager era Manuel Malpica. Y el protagonista del juego final, Daniel “Chino” Canónico, el pitcher nacido en Guarenas.
Días antes, el 17, Venezuela había vencido a Cuba en la última fecha eliminatoria, igualando ambos equipos en el primer lugar, con siete victorias y una derrota. Era necesario un juego decisivo para proclamar al campeón. Y allí se portó al pie del cañón el delegado del equipo, el periodista Abelardo Raidi. Por Cuba negociaba un coronel, de apellido Mariné. Raidi logró que el juego definitivo se realizara el día 22. Así, los jugadores criollos tendrían el descanso necesario, sobre todo (como cuenta Félix Seijas en excelente nota en La Gran Aldea), el brazo del pitcher pensado para el juego final, el ya mencionado Daniel Canónico, para más señas nudillista, quien en la eliminatoria previa había liderado cuatro de las siete victorias criollas, con una excelente efectividad de 1.69 en 32 innings lanzados. Hasta el presidente Isaías Medina Angarita (solo seis meses en el cargo), al ser consultado, sentenció: “ojalá que lance Canónico, es el único que le puede ganar a los cubanos”.
A medida que pasaban los días y se acercaba la fecha del juego decisivo, la expectación crecía en cada población y ciudad venezolanas. ¿Era en serio que podíamos ser campeones mundiales? Las emociones iban in crescendo. Incluso las noticias de la segunda guerra mundial, con Hitler invadiendo la Rusia de Stalin, pasaron a segundo plano.
Como también recuerda Seijas, el 22 de octubre de 1941 Venezuela se paralizó. El Presidente Medina Angarita suspendió el Consejo de Ministros; a las dos de la tarde solo quedaban abiertos bares y cafés con radios de frecuencia corta encendidas. Todo el mundo estaba pegado a un radio.
Y ante un estadio La Tropical que ya un par de horas antes estaba repleto con más de 30.000 fanáticos del equipo local (incluyendo al presidente -y futuro dictador- Fulgencio Batista), los venezolanos se alzaron con una victoria de leyenda, derrotando a la estrella del pitcheo cubano, el jugador más valioso del mundial anterior, el “Premier” Conrado Marrero.
El último out le quitó la respiración a toda Venezuela: rolling al short, Casanova toma la bola y se la pasa a Dalmiro Finol en segunda, out forzado. Venezuela derrota a Cuba, 3-1, y se proclama Campeón Mundial ante miles de cubanos enmudecidos.
El regreso a Venezuela fue en barco, recibido en La Guaira por una gran multitud de entusiastas ciudadanos. Canónico, entre otros, fue llevado en hombros. El camino a Caracas, por carretera, estaba colmado de miles de venezolanos humildes, salidos de sus viviendas y trabajos para saludar a los campeones mundiales, A SUS CAMPEONES, tan del pueblo como ellos.
Homenajeados en el estadio del Paraíso, Andrés Eloy Blanco leyó un poema en honor del equipo.
Llegada del equipo campeón mundial a La Guaira
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Fueron días en que las luchas por la democracia, habiendo fallecido el dictador Gómez apenas seis años atrás, estaban tomando impulso. Acción Democrática se fundaría ese año, faltarían todavía cinco años para el nacimiento de COPEI.
El 23 de enero (y días subsiguientes) de 1958 es otro gran ejemplo de unidad nacional. La salida de la dictadura todavía se recuerda como un parteaguas positivo, interrumpido obviamente por los más de veinte años de chavo-madurismo.
Pero nunca en la historia de Venezuela un grupo de ciudadanos, de civiles, no de militares o caudillos políticos, fueron símbolos reverenciados en el imaginario nacional como lo fueron los “Héroes del 41”.
Y su ejemplo, 80 años después, está más vigente que nunca.