El régimen cubano le teme al 15N
Temen que el ejército se niegue a reprimir a los manifestantes y eventualmente llegue a derrocar al régimen, como ocurrió en la Rumania del tirano Ceausescu
LA HABANA, Cuba. — Los mandamases castristas están muy asustados luego de las masivas protestas del 11 de julio de 2021. Prueba de ello fue lo ocurrido el pasado domingo 31 de octubre en el Paseo del Prado, el parque de la calle G del Vedado y las inmediaciones de la Ciudad Deportiva: la policía reprimió, cual si fueran elementos subversivos, a grupos de adolescentes y jóvenes que disfrazados de brujas, fantasmas, zombies y esqueletos, celebraban Halloween.
Alegaron que no podían permitir aglomeraciones debido a la pandemia o que Halloween es una celebración yanqui, ajena a nuestras tradiciones. Si eso es así, debieron mejor haber enviado a la policía a terminar la recholata que había esa noche en el carísimo bar propiedad de Sandro Castro, el frívolo nieto playboy del difunto Máximo Líder, que, indiferente a las vicisitudes del pueblo, a la misma hora en que reprimían a los muchachos de a pie celebraba Halloween por todo lo alto con hijitos de papá, faranduleros, nuevos ricos y otros bon vivants del castrismo.
El teatrista Yunior García Aguilera y el grupo Archipiélago insisten en que el 15 de noviembre efectuarán la Marcha Cívica por el Cambio, a pesar de las amenazas del régimen, que la declaró ilícita y ha advertido que no la tolerará. Y a medida que se acerca esa fecha, son mayores las muestras que da el régimen de un nerviosismo que raya con la paranoia y la histeria.
Los mandamases saben que de muy poco ha servido para atenuar el descontento popular su ejercicio de demagogia politiquera en los barrios pobres. Por tanto, temen que la marcha sea multitudinaria y no poder sofocarla.
La presencia policial en las calles es abrumadora. Y en los centros de trabajo y las universidades, en los llamados “actos de reafirmación revolucionaria”, activan brigadas de respuesta rápida a cuyos integrantes han provisto de garrotes y cabillas con el propósito declarado de “enfrentar a la contrarrevolución en las calles que son de los revolucionarios”. O sea, para dar a entender que será “el pueblo enfurecido defendiendo a la revolución” y no los esbirros de la Seguridad del Estado quienes reprimirán a los que se atrevan a salir a manifestarse de forma pacífica contra de la dictadura.
Y mientras se preparan para la represión desembozada que vendrá, va in crescendo en los medios oficialistas la burda campaña de acusaciones y difamaciones en contra de Yunior García Aguilera y los integrantes de Archipiélago. Quieren mostrarlos como si estuviesen estrechamente vinculados a los sectores más radicales del exilio y siguiesen sus instrucciones, solo porque Orlando Gutiérrez-Boronat y Ramón Saúl Sánchez, a quienes califican como “terroristas”, han expresado su apoyo a la marcha.
Los voceros del régimen afirman una y otra vez, con truculencia ridícula, que la marcha es una estrategia de golpe blando del gobierno norteamericano para provocar una intervención militar en Cuba.
La guinda de ese disparate fue la presentación en el NTV, en el segmento Razones de Cuba, de un nuevo topo destapado por la Seguridad del Estado. Se trata del médico Carlos Leonardo Vázquez, el agente Fernando, que acusó a Yunior García de estar buscando, por instrucciones de los servicios de inteligencia norteamericanos, que las FAR se enfrenten al pueblo.
Traduciendo al agentón, temen que el ejército se niegue a reprimir a los manifestantes y eventualmente llegue a derrocar al régimen, como ocurrió en la Rumania del tirano Ceausescu.
Para sus acusaciones, el doctor chivato se basa en los para nada secretos seminarios en universidades extranjeras sobre el papel de las fuerzas armadas en las transiciones, a los que asistió junto a García Aguilera, a quien calificó como “un líder de manual”.
El clímax llegó cuando el doctor Vázquez habló, con voz temblorosa, de la participación de Yunior García en Estados Unidos en un “taller paramilitar” (¡!) en el que estuvieron presentes dos generales norteamericanos.
Con acusaciones de tal envergadura que refuerzan el retorcido guión del G-2, es de suponer que Yunior García –que temen, lo dijeron, se convierta en un nuevo Vaclav Havel– pronto irá a la cárcel. Y lo condenarán a muchos años de prisión. Si a varios de los que participaron en las manifestaciones del 11J les han impuesto 25 años de cárcel, pueden imaginar a cuánto ascenderá la petición fiscal contra el joven teatrista que tanto ha asustado a los mandamases con su convocatoria a la marcha cívica.