Ana Cristina Vélez: Las herramientas que nos hicieron humanos
Quizás las más tempranas formas de cultura hayan aparecido entre los primeros homínidos por la necesidad de copiar las herramientas que algunos poseían. Los simios mayores, los cuervos y algunas aves, como el loro gris, utilizan herramientas, pero en el reino animal no humano ninguna especie trasfiere información sobre cómo fabricarlas. Cuando un primate muere, todo el conocimiento desaparece con él. Entre los hombres, el conocimiento se sigue trasmitiendo entre generaciones.
Las primeras herramientas que se conocen, hechas por homínidos, eran del tamaño de una pelota de tenis. Los paleoantropólogos las llaman núcleos (pues se obtenían golpeando el núcleo de la piedra). Fueron encontradas en la Garganta de Olduvay, en África, y todos los útiles olduvaienses responden a una misma secuencia de trabajo: con una piedra se golpea otra, con el fin de obtener un solo borde cortante. Eran usadas para raspar y cortar, y su antigüedad se remonta a 3.3 millones de años. Son previas a la existencia del Homo habilis.
La creación y fabricación de herramientas de piedra repercutió en la evolución de los homínidos, y fue definitiva en el camino hacia el hombre moderno. Estas primeras herramientas de piedra fueron importantes en la alimentación carnívora, pues minimizaban el tiempo que implicaba extraer la carne de las presas y engullirla, separar la piel de la carne, la carne de los tendones, de la grasa, y cortar en piezas pequeñas y delgadas los músculos del animal. Los pedazos muy pequeños y delgados de carne facilitan su ingesta y digestión. Sin una alimentación rica en proteína se dispone de menos tiempo para hacer otras cosas distintas de recolectar alimentos y consumirlos, como les pasa a los herbívoros. La carne proporciona una gran fuente de calorías, pero sin fuego y sin herramientas no es fácilmente aprovechable. La diferencia en tiempo y en energía gastada y aprovechable al consumir carne de un pequeño animal, digamos un mico, es enorme: un chimpancé necesita once horas, mientras que, a un humano, usando herramientas de corte y cociendo la carne, le toma horas (*).
Hace alrededor de 1.65 millones de años se produjo un cambio importante en las herramientas. Inicialmente, aparecieron hachas de mano de dos caras, que se fueron afinando y sofisticando con el tiempo. También, comenzaron a desarrollarse útiles de lasca y algunas puntas toscas. En Francia, en la región de Saint-Acheul, se encontraron yacimientos con cientos de piezas. El nombre de “cultura achelense” es burdo, pues reúne todas las piezas que van entre los 1.65 millones de años hasta los 150.000 años a. C.
Hacha de piedra achelense
La fabricación de las herramientas necesitó una técnica cada vez más compleja, que incluía planeación y conocimiento de la secuencia adecuada.** Las herramientas fueron ganando en perfección, en belleza, en funcionalidad, y además, algo muy importante, en portabilidad. Los materiales dependían de lo que hubiera en cada región. En África era común el basalto; en Europa, el pedernal, pero además se usaron, la cuarcita, la arenisca, el cuarzo e incluso la piedra caliza, que es blanda. Una logística para moverse cargando las herramientas, sumada con una adecuación de lugares escogidos y reservados para recolectar los alimentos y compartirlos con el grupo, es algo que los primates no humanos desconocen.
Las herramientas se volvieron más complejas y difíciles de producir y con ello el tamaño del cerebro creció, al tiempo que el del intestino se disminuyó. Ambos datos sugieren que hubo un cambio importante en el comportamiento de los homínidos, hacia actividades altamente complejas, de caza grupal; además, un cambio a una dieta más carnívora, muy rica en nutrientes. Las herramientas de piedra son responsables, se cree, de la evolución de un cerebro cada vez más capacitado para aprender y para enseñar. Las áreas del córtex y del cerebelo relacionadas con la destreza manual son hasta tres veces más grandes en los seres humanos que en los simios. Los simios y otros animales que utilizan herramientas aprenden viendo y copiando, pero no hacen una transmisión de conocimiento sistemática y multidireccional. El uso de herramientas es tan ventajoso evolutivamente que, se imagina uno, creó una gran presión en el nicho social, que daba indudables ventajas reproductivas a los más aptos y hábiles. En el presente gozan de esas mismas ventajas aquellos que se destacan por alguna habilidad performativa visible. En su biografía, el jugador de basketball, Wilton Norman Chamberlain asegura que tuvo 20.000 amantes.
La evolución se acelera cuando el nicho cambia. El cerebro creció para estar innatamente preparado para adquirir mucho más aprendizaje relacionado con la manipulación de objetos. Ya lo había dicho E. O. Wilson, que la evolución genética del linaje humano había añadido la ruta paralela para la evolución cultural, y que las dos formas de evolución estaban relacionadas. La historia de lo que nos hace humanos está en pañales; sin embargo, el hallazgo de nuevos yacimientos de herramientas y de fósiles, y la ayuda de material genético (y la tecnología para conocerlo) ha hecho que esta historia haya dejado de ser lineal. Hoy sabemos que muchas especies de homínidos compartieron la Tierra al mismo tiempo, y que hubo mezclas culturales y biológicas entre ellos. La línea de Movius*** se mueve sin cesar, así como todos los límites y fronteras que pongamos para entender nuestro pasado evolutivo. La verdadera historia no es nada simple, ni directa, ni segura, ni concluyente, pero sí es y será apasionante.
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* Shea John J., Stone Tools in Human Evolution: Behavioral Differences Among Technological Primates. Cambridge University press, New York, 2017.
**Cómo era la técnica en la elaboración de las herramientas achelenses. En Wikipedia (https://es.wikipedia.org/wiki/Achelense):
“Se utilizaba un martillo duro para esbozar la forma de la herramienta primaria mediante la eliminación de escamas grandes. Los fragmentos mayores podían ser reutilizados para crear otras herramientas. El fabricante trabajaba alrededor del núcleo de piedra, separando pequeños fragmentos simétricamente en cada cara. La marca creada al eliminar el fragmento anterior, servía de plataforma del golpe que cortaba el siguiente. Aunque los errores al martillar o los defectos en el material utilizado podrían causar problemas, el fabricante de herramientas especializado podría superarlos.
A medida que se creaba una forma sin asperezas, se retiraban fragmentos más pequeños, lo que se hacía con un martillo blando, de hueso, por ejemplo. El martilleo suave requería una más cuidadosa preparación de la plataforma que garantizara que el martillo no se resbalara al golpear, y que era pulida con una piedra gruesa. A continuación se aplicaba la conformación final del filo o borde de corte útil de la herramienta mediante la eliminación fina de las escamas menores. Algunas herramientas achelenses sin embargo eran afiladas por la eliminación de un fragmento tranchet. Para esto se golpeaba desde el borde lateral del hacha de mano cerca de la zona de corte prevista, dando como resultado la retirada de una escama que discurre a lo largo y en paralelo a la hoja del hacha para crear un filo de trabajo limpio y muy afilado. Los distintivos fragmentos que quedan de este trabajo fino se han denominado tranchet y han sido identificados entre los restos de talla de piedras en los yacimientos achelenses”.
*** La Línea Movius. En Wikipedia.
“La Línea Movius es una línea teórica trazada a lo largo del norte de la India propuesta por primera vez por el arqueólogo estadounidense Hallam L. Movius en 1948 para demostrar una diferencia tecnológica entre las primeras tecnologías de herramientas prehistóricas del este y el oeste del Viejo Mundo.
Movius había notado que los conjuntos de herramientas de piedra paleolíticas de sitios al este del norte de la India nunca contenían hachas de mano y tendían a caracterizarse por instrumentos menos formales conocidos como herramientas para cortar. La diferencia más notable fue la falta de herramientas Acheulean / Mode 2 en el este de Asia. [1] A veces, se trabajaban tan extensamente como las herramientas achelenses de más al oeste, pero no podían describirse como verdaderas hachas de mano. Movius luego trazó una línea en un mapa de la India para mostrar dónde se produjo la diferencia, dividiendo las herramientas de África, Europa y Asia occidental y meridional de las de Asia oriental y sudoriental. Movius también propuso que la falta de herramientas del Paleolítico Medio en el este de Asia podría deberse a una conexión tecnocultural entre las tradiciones achelense y leval en la fabricación de herramientas. De manera similar, la investigación en 2006 mostró que hay significativamente menos sitios de hachas de mano en el este de Asia que en el este de África y la India”.