Cinexcusas: Ay, Jorge, no te rajes!
A Marco Antonio Campos
Este pasado martes 30 de noviembre, se cumplieron un siglo y una década del nacimiento de Jorge Alberto Negrete Moreno, es decir, de Jorge Negrete, el cantante, actor y sindicalista mexicano de amplísima fama tanto nacional como en el mundo de habla hispana. Oriundo de Guanajuato, Negrete murió por problemas hepáticos a los cuarenta y dos años, en 1953, en el punto más alto de su inmensa celebridad. Esa desaparición, tan prematura como la de su par musical y cinematográfico Pedro Infante, dejó para siempre en el terreno especulativo qué habría podido suceder, en un futuro que nunca fue, con la carrera profesional de quien, como Negrete, quedó para siempre como uno de los máximos iconos fílmicos nacionales, entre una multitud de ellos.
Las décadas de Negrete
A los diez años de edad, Jorge es llevado por su familia a vivir a Ciudad de México. Sus estudios, primero en el Colegio Alemán –donde aprende varios idiomas–, después en el Heroico Colegio Militar y más tarde con la Compañía Impulsora de Ópera en México, lo prepararon para lo que sería el futuro despliegue de diversas habilidades, si bien no en el bel canto como él había querido y para el cual estaba plenamente capacitado: con sólo veinte años renuncia a la milicia y se dedica de lleno al canto, debutando –como era costumbre en aquel entonces– en una radiodifusora. Es el también célebre Arturo de Córdova quien, en la mítica XEW, le sugiere olvidar el anodino pseudónimo que Jorge había elegido, “Alberto Moreno”, por su nombre de pila, mucho más eufónico y memorable, y es con ese nombre que incursiona en Estados Unidos y, como cuenta la leyenda, tras habérsele propuesto el puesto de suplente en la Metropolitan Opera House, lo rechaza y vuelve a México e incursiona por primera vez en el cine, en 1937, en La madrina del diablo.
El nacimiento del Charro cantor
Empero, el filme con el cual surgirían el ídolo, el icono y el modelo a seguir para infinidad de histriones del cine mexicano de la época y posteriores, cantantes o no, data de hace ocho décadas: en 1941, Jorge coprotagoniza con Gloria Marín ¡Ay, Jalisco, no te rajes!, que a su vez habría de convertirse en el paradigma del melodrama ranchero plagado de canciones que tantos éxitos le significaría al cine mexicano, al grado de convertirse, película y protagonista, en dos de los principales referentes de la industria fílmica nacional.
Bastaron una década y dos años, desde aquel 1941 hasta 1953, año de su fallecimiento, para que Negrete alcanzara a nivel internacional un reconocimiento que quizá ningún otro, incluyendo a Pedro Infante, logró en la combinación –por aquellos tiempos ideal– de dotes musicales, actorales y, en su caso, complementadas por un sentido de justicia y una vocación de líder que lo llevaron a fundar el Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica de la República Mexicana, del cual formaba parte la Asociación Nacional de Actores (ANDA), vigente hasta hoy, y que tuvo en Jorge a su principal impulsor y dirigente.
Un (modelo de) mexicano
Innumerables grabaciones discográficas, giras internacionales, presentaciones en vivo que significaban auténticos tumultos, pero sobre todo sus cuarenta y cinco incursiones fílmicas –entre las que destacan, para este juntapalabras, la referida ¡Ay, Jalisco, no te rajes!, El peñón de las ánimas, Cuando quiere un mexicano, Me he de comer esa tuna y, sobre todo, esa cumbre del género que es Dos tipos de cuidado, filmada un año antes de su muerte, en la que comparte rol protagónico con Infante, a quien lo unía una amistad sincera y cálida muy alejada del mito malintencionado o torpe de una rivalidad inexistente–, hacen de Jorge Negrete lo que fue desde los inicios de su trayectoria profesional: una figura memorable y el símbolo absoluto de una forma de ser mexicano que, de un modo u otro, ha persistido hasta los tiempos actuales.