México inicia 2022 con un clima de inversión poco alentador, expectativas bajas de crecimiento económico y la inflación más alta en 21 años. Pero no todo son sombras: hay algunas luces que podrán materializarse si se toman las decisiones adecuadas.
Por ejemplo, hay oportunidades debido a los conflictos comerciales de Estados Unidos con China, por los cuellos de botella en las cadenas de suministro, la tendencia de acercar los procesos productivos a países vecinos —llamada nearshoring—o incluso de ally-shoring, es decir, tener manufactura y distribución desde países aliados para depender menos de China e India.
También el crecimiento estimado de Estados Unidos, principal socio comercial, le abre a México ventanas de oportunidad. Para tomarlas, hay que hacer ajustes en el gasto público —como replantearse los proyectos estratégicos del Tren Maya y la refinería Dos Bocas— y en la política económica. Sería conveniente detener la iniciativa de reforma energética, planteada por el Poder Ejecutivo, y sus cambios a la Comisión Federal de Electricidad. Pero, sobre todo, hay que mandar señales claras de apertura a la inversión y de respeto al Estado de derecho.
A lo largo de tres décadas, México ha tenido reformas que le han dado solidez e independencia para la toma de decisiones económicas. Brindar autonomía al Banco de México y la creación de organismos fuera del control federal, además de la corrección de ciertas variables económicas como la deuda externa y el déficit público, contribuyeron a ello. Aunque no han sido suficientes para llevar al país a un crecimiento sostenido y, mucho menos, para disminuir la pobreza y la desigualdad.
Los últimos tres años han sido distintos. La política económica, a cargo de la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador, ha querido cortar de tajo con todo lo que suene a neoliberal: organismos autónomos como la Comisión Reguladora de Energía, la Comisión Nacional de Hidrocarburos y la Comisión Federal de Competencia Económica; o programas sociales como Estancias Infantiles o Prospera. En estos tres años ha habido cambios legislativos e institucionales en contra de esta autonomía, pero sobre todo ha habido una presidencia vertical que determina prácticamente todas las decisiones gubernamentales importantes en el país.
En el último trimestre de 2018, el Producto Interno Bruto (PIB) real de México fue de 18.5 billones de pesos (925,000 millones de dólares). Al cierre del tercer trimestre de 2021 —último dato disponible— la producción fue de 17.84 billones de pesos. Una caída de 3.93% en tres años en términos agregados. Si consideramos el crecimiento poblacional, para tener una medida más cercana a algo parecido al bienestar, el PIB per cápita ha caído 6.1% en los tres últimos años.
A pesar de que la caída se sitúa en medio de la crisis económica mundial por efectos de la pandemia, no todo se debió al COVID-19. Durante 2019, la economía mexicana tuvo un ligero decrecimiento, a pesar de que Estados Unidos, nuestro principal socio comercial creció 2.2%. Por si fuera poco, la recuperación en 2021 no fue plena. En términos de inversión, los datos más recientes publicados muestran que la formación bruta de capital fijo está en niveles similares a los que había en febrero de 2011.
Sin duda, la pandemia frenó la inversión al paralizar gran parte de la actividad económica, pero el decrecimiento empezó en la segunda parte de 2018 y, a pesar de una ligera recuperación en enero de 2019, el resto de ese año mostró una reducción paulatina de los niveles de inversión. El año pasado debió haber una recuperación sólida, pero esto no sucedió. En septiembre de 2021, la inversión se contrajo 1.6% frente al mes inmediato anterior y en octubre —último dato disponible— se mantuvo estancada.
Además, la recuperación laboral frente a las pérdidas debidas a la pandemia ha sido desigual. Los estados que se han recuperado, en su mayoría, están vinculados directamente con las cadenas productivas relacionadas con la industria manufacturera y exportadora: Baja California, Nuevo León, Chihuahua y Querétaro. Ciudad de México, donde se genera alrededor de 16% del PIB nacional, todavía tiene 134,446 plazas menos que las cifras prepandemia.
Las estimaciones de crecimiento de la economía para este año rondan 3%. De ser el caso, suponiendo que la economía mexicana hubiera alcanzado 6% de crecimiento durante 2021 (el dato lo conoceremos el último día de enero), se estaría regresando al nivel que se tenía en 2019 apenas a finales de 2022.
La inflación guiará el comportamiento de Banco de México y su política monetaria durante el año. Durante la pandemia la tasa de interés de referencia cayó a 4% y después de cinco aumentos consecutivos hoy se encuentra en 5.50%. Se estima un incremento de otros 50 puntos base en la próxima reunión de la Junta de Gobierno, que tendrá lugar en febrero.
Hoy en la economía mexicana son más las sombras que las luces, pese a que México lo tiene todo para que sea al contrario: una posición geográfica envidiable, un bono demográfico con una clase media importante, abundantes recursos naturales y petróleo. Pero no ha podido despegar.
Las sombras están ahí. Pero las luces también. Depende de los mexicanos —políticos, autoridades, ciudadanos— que se concreten.
Valeria Moy es economista mexicana con posgrado en London School of Economics. Es directora general del IMCO, centro de pensamiento enfocado en competitividad.