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Villasmil: Ingenuos, perversos y corruptos

En las recientes elecciones barinesas, ganadas por el candidato opositor Sergio Garrido,  un dato que debería ser sorprendente fue la presencia de no solo los dos candidatos que decidirían la justa -el del gobierno y el de los opositores, el de la tiranía y el defensor de la libertad-, sino de cuatro candidatos más, para un total de seis. ¿Quiénes fueron los otros cuatro?

Adolfo Superlano (sacó 4.970 votos, 1.53% del total emitido), Pedro Díaz (139 votos, o un 0.04%), Jesús Macabeo (65, o sea 0.02%). Dejamos para el final uno que obtuvo apenas un chorrito más: Claudio Fermín (quien juntó 5.538 votos, o sea un 1.17%).

Llama asimismo la atención que estas cuatro candidaturas liliputienses fueron apoyadas por 14 (catorce) movimientos y partidos. Se imaginarán cuántos votos obtuvo cada uno de ellos.

Y por no dejar, mencionemos que en dicha elección participaron un total de 30 (treinta) partidos y movimientos. Pareciera que el lema fuera “a mayor mediocridad dirigencial mayor número de organizaciones políticas”.

¿Eran acaso Superlano, Díaz, Macabeo y Fermín ingenuos, perversos o corruptos al candidatearse a sabiendas de sus nulas chances de victoria? Pues lo más probable es que se pueda encontrar más de una de las tres características en cada uno de ellos.

Lo que sí es cierto es que tristemente no se necesita ser malo para servir a la maldad. Allí están tantos liderazgos partidistas opositores en Venezuela, que tienen décadas equivocándose y como si nada. Y allí hay de todo, como en botica. Honestos, aprovechados, alacranes encubiertos. Ingenuos algunos, perversos otros, y corruptos para todos los gustos.

Para colmo, una pregunta es perfectamente válida: ¿Alguien sabe, con total seguridad, cuántos partidos existen hoy en Venezuela?

La política venezolana partidista la protagonizan hoy por desgracia dos minorías: la tiranía y los opositores ubicados en ese fantasma ambulante, ese maremágnum de desaguisados llamado G4.

Y los ciudadanos en el medio de este desastre, sufriendo las consecuencias de tanto despropósito, cada día con razón más descreídos de todo y de todos.

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Volvamos ahora con uno de los candidatos en Barinas, Claudio Fermín, quien hace años llegó incluso a ser candidato presidencial de Acción Democrática. De allí, como el tango, su vida política ha ido “cuesta abajo en la rodada”. ¿Qué le pasó en el camino? ¿Cuándo traicionó los valores democráticos y republicanos? ¿En qué momento decidió “alacranizarse” y convertirse en gozoso peón de las labores electorales más sucias del chavo-madurismo?

Rodolfo Izaguirre en El Nacional,  señala con estupor y dolor que “Claudio Fermín, alcalde en tiempo de aires favorables, me impuso una condecoración y mientras colocaba la banda tricolor me dio a conocer, en susurros, quién era yo; y yo me decía a mí mismo que aquel honorable compatriota podía ser un buen presidente. Algunos años mas tarde lo vi arrastrarse a los pies del tirano usurpador esperando quizás la dádiva de que pensara en él si llegase el momento de abandonar Miraflores. Se lanzó como candidato en Barinas y quedó empantanado. ¿Qué le ocurrió? ¿Qué hizo que se lanzara a la ciénaga de las iniquidades? Hay quienes siguen su ejemplo y se envenenan a sí mismos”.

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Moviendo el periscopio a otras comarcas latinoamericanas, un amigo se alarma y me informa que en las elecciones colombianas (el próximo 29 de mayo es la fecha de la primera ¿única? vuelta presidencial; de ser necesaria una segunda, se realizaría el 19 de junio) buscarán participar -representando a diversas agrupaciones o coaliciones cuyo número total es muy difícil de calcular-,  23 precandidatos.

Recordemos asimismo que en las elecciones del 11 de abril de 2021, en Perú, de los 24 partidos inscritos 23 presentaron inicialmente candidato presidencial; al final quedaron 18 (5 fueron declarados excluidos, improcedentes o se retiraron). Ya se sabe qué pasó en la primera vuelta, con dos candidatos con más rechazo que aceptación, que sin embargo quedaron para la segunda vuelta gracias a un sistema de decisión electoral caduco y suicida.

¿Podría pensarse que tales números sean característicos de la compleja lucha política en dichos países, por ende una excepción? Qué va. En un país mucho más pequeño, con una política históricamente mucho menos atrabiliaria o agresiva, Costa Rica, hay 27 candidatos a la presidencia, con 27 partidos en liza (elecciones el domingo seis de febrero; segunda ronda, el 6 de abril). 27 organizaciones que aspiran a llenar los cargos en un parlamento con solo 57 miembros.

Un hecho evidente (como muestra en nota reciente el politólogo Jaime Ordóñez): a mayor número de partidos menos democracia. Además, la gran mayoría son movimientos creados en torno a una figura cuyo único mérito para aspirar es su propia ambición, “caudillos de papel y redes sociales”, sin ningún sustento ideológico.

En estos, estemos claros, hay poco de ingenuidad, y mucho de corrupción con toques variados de perversidad.

En una democracia fortalecida “es muy importante que los partidos políticos posean una ideología clara, sólida y programática. Que existan tres o cuatro partidos claramente definidos desde la izquierda hasta la derecha es realmente esencial para que el elector pueda hacer una escogencia lógica, racional y predecible. Cuando mejor han funcionado las sociedades, es cuando poseen tres o cuatro partidos orgánicos, permanentes y fuertes”. 

Partidos sin “ismos” personalizados; partidos con ideas, no únicamente con líderes que solo respiran ambiciones.

Y mientras esta atomización y división democrática se da país por país, han ganado elecciones Rafael Correa en Ecuador y Cristina Kirchner en Argentina; Lula da Silva primero, Dilma Rousseff después, en Brasil; López Obrador en México; Morales primero, Arce después en Bolivia, y Boric en Chile. Próximamente está Petro en Colombia, hoy liderando las encuestas.

Porque lo que es dramáticamente cierto es que en cada una de nuestras elecciones en la región el Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla siempre tienen candidato, pero uno solo.

Con cero ingenuidad y mucha perversión, alimentada por una corrupción ilimitada y omnipresente.

 

 

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