14 de febrero en Cuba: la inflación no entiende de amores
Este Día de San Valentín será como otras tantas “fechas especiales” que los cubanos y cubanas se verán obligados a asumir como otro día gris
LA HABANA, Cuba.- “¿Salir a comer? ¿Pasar el día en la playa? Tú estás loco. Por suerte el 14 de febrero cae lunes y no es feriado”, contesta una amiga casi a gritos después de preguntarle qué hará este día del amor y la amistad. Como es laboral, aprovechará la jornada de trabajo para hacerse la que olvidó la fecha y así ahorrarse el dinero del regalo. Y es que “el momento no está para regalitos”, me dice y de inmediato enumera las cosas que faltan por comprar en la casa para llegar “más o menos viva” a final de mes.
“(Comprar) un paquete de pollo por lo menos, que ya van por los 800 (pesos), porque es difícil empatarse con uno en la tienda, eso es para gente que no trabaja y puede hacer colas; un pomo de aceite, que están perdidos y cuando aparecen te lo clavan en 300 pesos”, se lamenta la joven mientras aumenta su lista de compras pendientes que, posiblemente, si no aparece pronto el dinero (lo más probable), quede como un inventario de deseos sin cumplir: arroz, puré de tomate, detergente, jabón, un par de zapatos que sustituyan esos que ya no aguantan ni un remiendo más.
Todo en precios de mercado negro (donde único es posible hallar las cosas sin tantas dificultades) suma más de diez veces el salario mensual de la joven que no es obrera manual sino una profesora de la Universidad, al igual que su esposo. Pero ni siquiera entre los dos han podido sobrellevar estos tiempos de crisis económica agudizada.
Aunque la mayoría de las personas con las que conversé sobre los planes para este 14 de febrero coincidieron en pasar la celebración por alto, debido a la situación económica por la que atravesamos, los hay que aún a riesgo de llegar “en blanco” a marzo o peligrosamente endeudados con algún garrotero (prestamista) del barrio, tendrán una velada romántica lo más parecida a la que imaginaron junto a su pareja.
Así lo hará Dayán, un joven estudiante de segundo año de Cultura Física que los fines de semana trabaja como personal trainer de un gimnasio, y de jueves a domingo por las noches como mesero de un restaurante privado y, cuando se le da la oportunidad, también como “masajista con happy ending”, exclusivamente para mujeres, en especial extranjeras. Pero ni así ha logrado reunir lo suficiente para el regalo que prometió a la novia: llevarla al Hotel Nacional, que promociona varias cenas y espectáculos “por el Día de San Valentín”, y aprovechando la ocasión, regalarle un anillo.
“Y lo del Hotel Nacional es de lo más barato que hemos encontrado porque las cenas en las paladares y los shows están mandados. Nada baja de 10 mil. (…) Cuando piensas que ya tienes el dinero pasa algo, se te rompen los tenis o hay que comprar cosas para la casa, mi mamá no puede sola con todo (…), voy a pedir el dinero prestado y ya después veo qué hago para pagarlo”, asegura el joven.
Por su parte Armando, tornero en un taller automotor estatal, renunciará a los regalos tradicionales para llevarle a su esposa dos paquetes de pollo, un obsequio similar al del año pasado cuando compró al carnicero de su barrio cuatro paquetes de picadillo de res, de los que están regulados solo para niños, y un paquete de mascarillas sanitarias.
“Hay que adaptarse a los tiempos. La inflación no entiende de amores. Antes era el perfume, las flores pero nada de eso se come. El poquito dinero extra que hago en el taller tengo que guardarlo. Ya mi mujer entendió que hay que irse de este país. Ella estaba antes con la bobería de que si el regalito y que si la comidita del 14. El año pasado ella misma me dijo, me regalas comida y ya, el dinero que vamos haciendo es para montarnos en un avión para donde sea”, comenta Armando.
Este Día de San Valentín será como otras tantas “fechas especiales” que los cubanos y cubanas se verán obligados a asumir como un día tan gris como cualquiera en medio de tantas desolaciones que nos invaden, aunque no como un “día normal” porque, al parecer, como otro amigo me respondiera, en Cuba el día a día lo conforman decenas de “malestares” y “absurdos”, nuevos y viejos, que en el resto del mundo serían una excepcionalidad, un accidente. Lo “anormal” es nuestra cotidianidad.
Vivir en un país que parece más un campamento militar, tener la fatalidad de unos gobernantes que no trabajan para alimentar a un pueblo sino para que el pueblo los alimenten a ellos con remesas, comprar con una moneda con la que no te pagan, sentir que somos privilegiados cuando hacemos un dinerito —casi siempre de manera ilegal— y vamos a una tienda en MLC, soñar con que nuestros hijos se casen con un extranjero para que se vayan y prosperen porque el estudio y el esfuerzo personal no les garantizan el éxito. Así con tales ejemplos y reflexiones sobre la situación crítica que vivimos en la Isla, han respondido muchos entrevistados a una pregunta tan sencilla como ¿qué harán este 14 de febrero?
Y es que resulta un tema que provoca tales reacciones de enfado en tanto conduce directamente al asunto vital de la inflación, del dinero, de lo insoportable que se ha vuelto la vida por la nula capacidad de compra de la moneda nacional, por la obligatoriedad de comprar divisas en el mercado negro, por la simplificación de nuestras “prioridades” a una sola: sobrevivir a tantas adversidades que nos rodean, ya sea por la pandemia (el contagio es a lo que menos temen los que tienen un refrigerador vacío), ya por la ausencia de verdaderas libertades, ya por los catastróficos efectos de un sálvese quien pueda que el régimen denomina “tarea ordenamiento”, “continuidad”, “resistencia creativa”, porque así de “creativos” se ponen.
Tanto que quienes plenos de amor por el “sistema” esperaban algún “regalito” del gobierno por el 14 de febrero, algo así como el anuncio del cierre de las tiendas en MLC o la venta de dólares en las Casas de Cambio (CADECA), han sido debidamente complacidos pero apenas con varios teques del ministro de Economía, en ruedas de prensa y en televisión, donde ha dejado bien claro que todo quedará tan malo como se les antojó hacerlo, incluso peor, así sus más recientes intervenciones —risilla sarcástica mediante—, casi la víspera de este 14 de febrero, lo han vuelto más que sobrado de antipatías, pero eso no debería afectarlo para nada, a fin de cuentas, en ocasiones, el odio, por intenso y demencial, es un sentimiento que suplanta al amor.