Ramón Peña / En pocas palabras: ¡2024 a la vista!
En ausencia de algún suceso que alterase la infeliz conducción del país antes de 2024, la celebración de la elección presidencial en ese año nos reta a definirnos ante una nítida dicotomía: la luz o la prolongación de la sombra que nos ha hundido en el atraso.
Quienes hoy mandan –porque no gobiernan– no tienen nada distinto que ofrecer al país. Rigen sobre la letra muerta de su propia prédica, ya ni siquiera mencionan su prometido socialismo, no les queda ni remedo de ideología y han liquidado su catálogo demagógico de desarrollo endógeno, plan de la patria, PDVSA del pueblo, plan Simón Bolívar, agricultura zamorana, país potencia… Como lo describió descarnadamente un calificado analista: “un proyecto que se pudrió”.
Nada diferente podría ofrecer en 2024 este populismo autoritario fracasado, sin discurso y sin ideas, con su gastada plantilla de comisarios trasuntos en burócratas, en la que descuella la mediocridad. Una administración, que a título de gracia, se rellena con militares que asumen responsabilidades cuya esencia ignoran. Su único propósito será sobrevivir sin capacidad para generar gasto público, sin seguridad jurídica para invertir, continuar blanqueando fortunas en Venezuela y, prioritariamente, fertilizar el apoyo de las bayonetas.
Ilusos e irresponsables seríamos si nos tragamos la pretendida ilusión de normalización de la economía producto de la dolarización y otros cambios sobrevenidos, que no responden a política económica alguna, o contentarse los muy pocos que disfrutan cierta holgura mientras las inmensas mayorías continúan asediadas por la miseria.
Alumbrar el país y no continuar vegetando bajo la sombra del atraso es responsabilidad de todos, no solo de las dirigencias políticas. Es el compromiso de nuestra generación con sus hijos, nietos y con la historia. Si 2024 es la nueva fecha para el cambio, no la imaginemos lejana, ¡ya llegó! Considerémonos todos en el punto de partida si queremos ganar la carrera.