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El líder venezolano cambia la vieja guardia por hábiles tecnócratas para mantenerse en el poder

Una nueva generación de funcionarios venezolanos cosmopolitas ha permitido al presidente Nicolás Maduro frenar el colapso económico y mantenerse en el poder, a costa de fomentar posibles desafíos futuros a su gobierno.

Rafael Lacava giving a speech to supporters during a campaign event in Valencia, Venezuela, in 2017.

Rafael Lacava

 

Anatoly Kurmanaev viajó a Venezuela en febrero para informar sobre la transformación económica del país. Vivió en Venezuela de 2013 a 2021 y realizó diversas crónicas del colapso del país bajo el mandato del presidente Nicolás Maduro.

 

PUERTO CABELLO, Venezuela – Sus salidas a trotar matutinas atraen a fans que buscan selfies. Sus acrobacias en las redes sociales con temática de Drácula han atraído a casi un millón de seguidores. Y cuando se presentó a la reelección como gobernador de su estado en Venezuela en noviembre, ganó de forma aplastante.

El gobernador, Rafael Lacava, es una nueva clase de apparatchik en el gobernante Partido Socialista de Venezuela: más joven, más cosmopolita y más dispuesto a abandonar la ideología por medidas prácticas que mejoren la vida de la gente.

El enfoque de esta nueva clase dirigente ha estabilizado la economía y ha devuelto los alimentos a los estantes tras una devastadora depresión, lo que le ha valido el apoyo popular, o al menos una aceptación a regañadientes, y ha reforzado el control del poder del hombre al que el grupo sirve: el autoritario presidente Nicolás Maduro.

«Maduro ha alcanzado su objetivo de lograr un poder hegemónico», dijo Yvan Serra, politólogo de la Universidad de Carabobo, en Venezuela. «Ahora, está tratando de reconstruir desde las ruinas económicas».

El ascenso de políticos más pragmáticos y orientados al mercado como Lacava es en cierto modo sorprendente en un país que se ha vuelto cada vez más represivo, empobrecido y aislado de Occidente bajo el gobierno de Maduro. Ha aplastado a la oposición y a la disidencia interna, lo que ha llevado a millones de personas a huir y a Estados Unidos a imponer sanciones económicas paralizantes para intentar derrocar a su gobierno.

 

Mr. Lacava represents a new breed in Venezuela’s Socialist Party: younger, more cosmopolitan and less tied to ideology.

 

El cambio de estilo que representa Lacava nace de la necesidad de sobrevivir a estas sanciones, más que de la creencia genuina de Maduro en la moderación política y la economía de mercado, destaca Luis Vicente León, director de la mayor empresa de encuestas de Venezuela, Datanálisis.

El éxito de esta nueva cohorte podría ayudar al gobierno de Maduro a incrementar sus pésimos niveles de apoyo de cara a las elecciones presidenciales de 2024, o al menos hacer que su gobierno sea tolerable para una población cada vez más resignada a la continuidad del Partido Socialista en el poder desde hace 23 años. Una victoria sin fraude abierto por parte de Maduro o su candidato elegido podría devolver cierta legitimidad a su gobierno paria, reduciendo la necesidad de mantener las sanciones, dicen los analistas políticos.

Los políticos más jóvenes han sido promovidos por Maduro, de 59 años, después de que dejara de lado a los septuagenarios compañeros de su predecesor y mentor, Hugo Chávez.

Lacava, de 53 años, es una estrella emergente de esta generación. Ganó la reelección abandonando las consignas antiimperialistas del partido y sus habituales ataques a las élites adineradas. Más bien apostó por su reputación de competencia administrativa y su apoyo a la libre empresa, así como por la construcción de vistosas obras públicas en su ruinoso estado Carabobo, decoradas con estatuas de tamaño natural de dinosaurios, criaturas fantásticas, leyendas del deporte e incluso de él mismo.

Las multitudes que atrae durante sus carreras matutinas son extraordinarias en un país en el que sólo el 16% dice apoyar al partido gobernante, y donde el presidente ha dejado de aparecer en público después de ser abucheado, haberle lanzado un mango, y ser objeto de varios planes de asesinato.

Los políticos más jóvenes compiten ferozmente por la atención de Maduro y por una parte del poder. Pero juntos, han sido fundamentales para transformar la economía venezolana después de que las sanciones estadounidenses llevaran al gobierno al borde del colapso a principios de 2019.

Según Serra, Nicolás Maduro necesita que estos miembros del partido tengan éxito, pero también es cauteloso y trata de evitar que lo eclipsen.

Los principales lugartenientes de Chávez procedían en su mayoría de entornos provinciales humildes y estudiaron principalmente en la academia militar de Venezuela. Nicolás Maduro es un antiguo conductor de autobús que ascendió en las filas de un sindicato de transporte. En cambio, la mayoría de los miembros de su equipo de estrategia económica y política tuvieron una crianza confortable y una educación privilegiada.

Rafael Lacava procede de una rica familia de empresarios, vivió en Manhattan y estudió en la Universidad de Rutgers, en Nueva Jersey. La zarina económica Delcy Rodríguez, de 52 años, vivió en Francia y Estados Unidos, y Héctor Rodríguez, gobernador del importante estado Miranda, de 39 años, creció en Suecia. El ministro de Asuntos Exteriores, Félix Plasencia, tiene un máster en la Universidad de Oxford, mientras que el jefe del banco central, Calixto Ortega, de 38 años, se licenció en la Universidad de Rice, en Houston.

«Soy un tipo occidental», dijo Lacava en una entrevista a finales de 2020, añadiendo que quería ir a Silicon Valley y reunirse con el director ejecutivo de Apple, Tim Cook, para conversar sobre inversiones en Venezuela.

Como la mayoría de los altos funcionarios de Maduro, Lacava no puede hacer ese viaje. Fue sancionado por corrupción en 2019, una acusación que, según él, tiene una motivación política.

«Tenemos que reconstruir esa relación», dijo en un inglés fluido, refiriéndose a los Estados Unidos. «Podemos discutir muchas de las cosas que nos separan, excepto una cosa: el presidente de Venezuela es Nicolás Maduro».

En las recepciones del gobierno y en la televisión estatal, los elegantes trajes de diseñador y la ropa de calle de moda de esta nueva generación han sustituido a los uniformes paramilitares y a los cortavientos con los colores de la bandera venezolana preferidos por los leales a Chávez. Las expropiaciones repentinas de empresas han sido sustituidas por reuniones con líderes empresariales, y los llamamientos a la revolución eterna por hábiles campañas en las redes sociales dirigidas a la clase media.

La vieja guardia ha sido expulsada casi por completo del poder.

El hermano de Chávez, Argenis, sufrió una humillante derrota por parte de la oposición cuando se presentó como candidato a gobernador en el estado natal del difunto presidente, Barinas. Los pocos gobernadores restantes que habían sido cercanos al Chávez ni siquiera fueron candidatos.

El ex vicepresidente, Diosdado Cabello, una vez visto como el principal rival interno de Maduro, ha quedado reducido en gran medida a insultar a los enemigos del régimen en su programa de televisión, «Con el mazo dando». Sus compañeros de la academia militar fueron retirados de sus cargos por Maduro en 2020, destruyendo el último bastión importante de apoyo a Cabello.

Después de la imposición de las sanciones, el equipo económico dirigido por Delcy Rodríguez revirtió las bases económicas impuestas por Chávez: Se deshizo de los controles de precios y de divisas, permitió el uso del dólar estadounidense y redujo drásticamente las regulaciones del sector privado.

La liberalización económica ha dado sus frutos, llenando las estanterías de Venezuela, antes vacías, de productos y aportando una modesta sensación de bienestar a uno de cada dos venezolanos que tiene acceso a los dólares. Las oportunidades económicas que ha creado el equipo económico de Maduro también han enriquecido a algunos de ellos en el proceso, según el gobierno de Estados Unidos y la oposición.

La economía del país creció por primera vez en ocho años en 2021, según el Observatorio Venezolano de Finanzas, una organización sin ánimo de lucro dirigida por dos antiguos legisladores de la oposición, que prevé que el producto interior bruto aumente otro 8% este año. La hiperinflación ha disminuido, y la producción de petróleo se ha recuperado modestamente a medida que el gobierno dio a los socios privados un mayor control de los campos petroleros.

Sin duda, la economía de Venezuela sigue siendo una sombra de lo que era cuando Maduro tomó el poder en 2013. Tendría que crecer un 20% cada año durante una década sólo para recuperar el nivel de vida que ofrecía en 2014, dijo Ángel Alvarado, del Observatorio de Finanzas.

Pero la estabilización ha devuelto un cauto optimismo a las calles, frenando las protestas y haciendo mella en los esfuerzos de la oposición por movilizar a sus seguidores.

En Carabobo, Lacava ha reducido la delincuencia, ha reparado las carreteras y ha pintado los espacios públicos antes abandonados con colores brillantes, añadiendo normalmente el logotipo del murciélago que representa a Drácula, su alter ego. Los servicios y locales públicos del estado llevan nombres como PoliDrácula, GasDrácula, TransDrácula, DracuCafe, DracuFest y Drácula Plaza.

El nuevo complejo deportivo al aire libre en su ciudad natal, Puerto Cabello, está dominado por la estatua gigante del fallecido futbolista argentino Diego Maradona, amigo de Maduro, y cuenta con réplicas de famosos atletas venezolanos. Entre las estatuas pueden verse las figuras de Lacava y su hijo, un futbolista profesional prácticamente desconocido.

 

The outdoor sports complex in Puerto Cabello is dominated by a giant statue of the soccer star Diego Maradona, who had been a friend of Mr. Maduro’s.

 

A diferencia de la época de Chávez, los espacios públicos decorados por Lacava no presentan logotipos del gobierno ni los colores del partido gobernante.

La recuperación parece a veces superficial; pocos visitantes del parque temático construido por Lacava y del complejo deportivo pueden gastar libremente en los puestos de comida y en las atracciones, ya que los precios son en dólares. Las fachadas brillantemente pintadas del centro colonial de Puerto Cabello ocultan los interiores en ruinas de los edificios.

Aun así, tras años de colapso aparentemente interminable, la mayoría de los residentes acogen el optimismo sin dogmas que ofrece el actual gobernador. En noviembre superó a su oponente por 30 puntos porcentuales. La oposición no impugnó el resultado.

«Para mí, es el mejor político del país», dijo Kinan Masoud, un empresario de 35 años de Puerto Cabello que ayudó a construir el complejo deportivo. «¿Sabe usted cuánto tiempo ha pasado desde que un niño se alegró de ver a un político en la calle y quiso hacerse una foto con él?».

Maduro reconoció el éxito de Lacava, incluso haciendo un raro viaje al interior para asistir a su toma de posesión en diciembre.

Sin embargo, según el encuestador León, a medida que el presidente ha dado a sus principales ministros y gobernadores más libertad de acción en la política económica, sigue monopolizando firmemente el poder, impidiendo que cualquier otra persona consolide un liderazgo nacional y desafíe su gobierno.

«A Maduro no le importa la oposición«, señaló.  «Lo que realmente le da pesadillas es alguien de su entorno».

 

Traducción: Marcos Villasmil

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NOTA ORIGINAL:

The New York Times

Venezuela’s Leader Trades Old Guard for Slick Technocrats to Keep Power

Anatoly Kurmanaev

Anatoly Kurmanaev traveled to Venezuela in February to report on the country’s economic transformation. He lived in Venezuela from 2013 to 2021, and chronicled the country’s collapse under President Nicolás Maduro.

PUERTO CABELLO, Venezuela — His morning jogs draw fans seeking selfies. His Dracula-themed social media stunts have attracted nearly a million followers. And when he ran for re-election as governor of his state in Venezuela in November, he won in a landslide.

The governor, Rafael Lacava, is a new breed of apparatchik in Venezuela’s governing Socialist Party: younger, more cosmopolitan and more willing to ditch ideology for practical measures that improve people’s lives.

Their approach has stabilized the economy and returned food to shelves after a devastating depression, winning them popular support, or at least grudging acceptance — and strengthening the grip on power of the man they serve: the authoritarian President Nicolás Maduro.

“Maduro has reached his objective of power hegemony,” said Yvan Serra, a political scientist at the University of Carabobo, in Venezuela. “Now, he is trying to rebuild from the economic ruins.”

The rise of more pragmatic, market-oriented policymakers like Mr. Lacava is in some ways surprising in a country that has become increasingly repressive, impoverished and isolated from the West under Mr. Maduro. He has crushed the opposition and internal dissent, leading millions to flee and the United States to impose crippling economic sanctions to try to topple his government.

The change in style represented by Mr. Lacava is born of the necessity to survive these sanctions, rather than Mr. Maduro’s genuine belief in political moderation and a market economy, said Luis Vicente León, director of Venezuela’s largest polling company, Datanálisis.

The success of this newer cohort could help the Maduro government boost its dismal ratings ahead of the 2024 presidential election, or at least make his rule tolerable to a population increasingly resigned to the continuation of the Socialist Party’s 23-year hold on power. A victory without outright fraud by Mr. Maduro or his chosen candidate could return some legitimacy to his pariah government, reducing the need for maintaining the sanctions, political analysts say.

The younger politicians were elevated by Mr. Maduro, 59, after he sidelined the septuagenarian comrades of his predecessor and mentor, Hugo Chávez.

Among this generation, Mr. Lacava, 53, is a rising star. He won re-election by ditching the party’s anti-imperialist slogans and its usual attacks on the moneyed elites. Instead, he bet on his reputation for managerial competence and support for free enterprise — and for building colorful public works around his dilapidated state of Carabobo, decorated with life-size statues of dinosaurs, fantasy creatures, sports legends and even himself.

The crowds he attracts during his morning jogs are extraordinary in a country where just 16 percent say they support the ruling party, and where the president has largely stopped appearing in public after being booedpelted with a mango and targeted with several assassination plots.

The younger politicians compete fiercely for Mr. Maduro’s attention and a share of power. But together, they have been instrumental in transforming the Venezuelan economy after American sanctions pushed the government to the brink of collapse in early 2019.

Mr. Maduro needs these party members to succeed, but he is also wary of allowing them to outshine him, said Mr. Serra.

Mr. Chávez’s chief lieutenants mostly came from humble provincial backgrounds and studied primarily in Venezuela’s military academy. Mr. Maduro is a former bus driver who rose through the ranks of a transportation union. In contrast, most members of his economic and political strategy team had a comfortable upbringing and a privileged education.

Mr. Lacava comes from a wealthy business family; he once lived in Manhattan and studied at Rutgers University, in New Jersey. The economic czarina Delcy Rodríguez, 52, lived in France and the United States and Hector Rodríguez, the 39-year-old governor of important Miranda state, grew up in Sweden. The foreign minister, Félix Plasencia, has a master’s degree from Oxford University, while central bank chief Calixto Ortega, 38, has a degree from Rice University, in Houston.

“I’m a Western guy,” Mr. Lacava said in an interview in late 2020, adding that he wanted to go to Silicon Valley and meet with the chief executive of Apple, Tim Cook, to talk about investing in Venezuela.

Like most of Mr. Maduro’s top officials, Mr. Lacava cannot make that trip. He was sanctioned for corruption in 2019, an accusation he claims is politically motivated.

“We have to rebuild that relationship,” he said at the time in fluent English, referring to the United States. “We can discuss a lot of the things that separate us, apart from one thing: the president of Venezuela is Nicolás Maduro.”

In government receptions and on state television, the sharp designer suits and trendy streetwear of this new generation have replaced the paramilitary fatigues and the windbreakers in the colors of the Venezuelan flag favored by Mr. Chávez’s loyalists. Sudden expropriations of companies have been replaced by meetings with business leaders, and calls for eternal revolution by slick social media campaigns aimed at the middle class.

The old guard has been almost entirely pushed out from power.

Mr. Chávez’s brother, Argenis Chávez, suffered a humiliating defeat by the opposition when running for governor in the late president’s home state of Barinas. The few remaining governors who had been close to Mr. Chávez did not even make it to the ballot.

The former vice president, Diosdado Cabello, once seen as Mr. Maduro’s chief internal rival, has largely been reduced to spouting vitriol at the regime’s enemies on his television program, “Hitting With a Mace.” His companions from the military academy were retired by Mr. Maduro from senior posts in the armed forces in 2020, destroying Mr. Cabello’s last major bastion of support.

After the sanctions were imposed, the economic team led by Ms. Rodríguez reversed Mr. Chávez’s economic staples: She ditched price and currency controls, allowed the use of the U.S. dollar, and slashed regulations on the private sector.

The economic liberalization has borne fruit, filling Venezuela’s once empty shelves with goods and bringing a modest sense of well-being to about one in two Venezuelans who have access to dollars. The economic opportunities Mr. Maduro’s economic team has created have also enriched some of them in the process, according to the U.S. government and the opposition.

The country’s economy grew for the first time in eight years in 2021, according to the Venezuelan Finance Observatory, a nonprofit run by two former opposition lawmakers, which forecast that the gross domestic product will rise another 8 percent this year. Hyperinflation has subsided, and oil production has modestly recovered as the government gave private partners more control of the oil fields.

To be sure, Venezuela’s economy remains a shadow of what it was when Mr. Maduro took power in 2013. It would need to grow 20 percent every year for a decade just to regain the standard of living it offered in 2014, said Ángel Alvarado of the Finance Observatory.

But the stabilization has returned a cautious optimism to the streets, curbing protests and denting the opposition’s efforts to mobilize supporters.

In the state of Carabobo, Mr. Lacava has reduced crime, repaired roads and painted once abandoned public spaces in bright colors, usually adding the bat logo representing Dracula, his alter ego. The state’s public services and public venues bear names such as PoliDrácula, GasDrácula, TransDrácula, DracuCafe, DracuFest and Drácula Plaza.

The new outdoor sports complex in his native city, Puerto Cabello, is dominated by the giant statue of the late Argentine soccer player, Diego Maradona, a friend of Mr. Maduro’s, and features replicas of famous Venezuelan athletes. Among the statues are the figures of Mr. Lacava and his son, a relatively unknown professional soccer player.

In contrast to the Chávez era, the public spaces decorated by Mr. Lacava feature no government logos or the governing party’s colors.

The recovery seems superficial at times. Few visitors to Mr. Lacava’s theme park and the sports complex can spend freely at food stalls and attractions that are priced in dollars. The brightly painted facades in Puerto Cabello’s colonial center hide the buildings’ crumbling interiors.

Still, after years of seemingly endless collapse, most residents welcome the dogma-free optimism offered by Mr. Lacava. He trounced his opponent by 30 percentage points in November. The opposition did not contest the tally.

“For me, he is the best politician in the country,” said Kinan Masoud, a 35-year-old Puerto Cabello businessman who helped build the sports complex. “Do you know how long it has been since a child was glad to see a politician in the street, and wanted to take a photo with him?”

Mr. Maduro acknowledged Mr. Lacava’s success by making a rare trip to the provinces to attend his inauguration in December.

Yet, as the president has given his top ministers and governors more leeway in economic policy, he has steadily monopolized power, preventing anyone else from asserting national leadership and challenging his rule, said Mr. León, the pollster.

“Maduro doesn’t care about the opposition,” he said. “What really gives him nightmares is someone from the inside.”

 

 

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