La expulsión de facto del nuncio apostólico Waldemar Sommertag, por el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo, refleja “una actitud totalitaria de un Gobierno que ya no admite neutralidad, y “si no estás conmigo estás contra mí”, considera el sociólogo y exministro de educación, Humberto Belli, también exdirectivo de Fundación Nicaragüense para el Desarrollo Económico y Social (Funides).
En una entrevista en el programa Esta Semana, que se transmite este domingo 13 de marzo por Facebook y YouTube debido a la censura del régimen, y realizada un día antes de que se conociera el pronunciamiento del Vaticano confirmando la expulsión del nuncio, Belli destacó que la hostilidad del Gobierno hacia el Vaticano deja entrever un estado de paranoia, histeria y lo que denominó como “machismo político” de parte del régimen hacia aquellos miembros del cuerpo diplomático que no comulgan abiertamente con su forma de gobernar el país.
¿Qué consecuencias podría tener la “expulsión de facto” del representante de la Santa Sede en Nicaragua?
Una pésima señal de la mala relación entre el Gobierno de Nicaragua y la Iglesia católica. El Gobierno tenía la intención de declararlo ‘non grato’ y expulsarlo oficialmente. Me parece que para evitar este tipo de actos tan sonados y con muchas repercusiones diplomáticas, prefirieron ponerle presión o forzarlo para que voluntariamente se fuera, y así disimular un poco el hecho de la expulsión. Pero aquí claramente hay una expulsión. Vamos a ver cómo lo toma la Santa Sede. Lo que pasa es que la Santa Sede tiene que jugar una química muy delicada. Camina con dos sombreros. El sombrero de la Iglesia que la obliga a una actitud de reconciliación con todos los sectores y abstenerse en lo posible de emitir juicios políticos, y luego tenemos el Estado del Vaticano, que tienen embajadores y lo lleva a hilar muy fino con las autoridades de cada país.
Estamos ante un acto hostil del Estado de Nicaragua ante el representante del Vaticano, que ha sido un canal de comunicación en diversos temas en esta crisis nacional. ¿Se podría esperar una reacción más activa del Vaticano en esta crisis o va a seguir manteniendo ese perfil bajo?
Dado la historia y la forma normal de actuar del Vaticano, lo más probable es que mantengan un perfil bajo y expresen su descontento en formas más sutiles. De algo que estamos bien claros es que no se trata de un llamado del Papa o una decisión del Vaticano, como insinuó monseñor (Carlos) Herrera equivocadamente. Estamos ante un acto del Gobierno nicaragüense forzando al nuncio a irse. Cuando el Vaticano decide retirar a alguien no lo hacen jamás en forma abrupta. Este tipo de salida fue producto de presiones y hostigamientos.
¿Cómo evalúas la gestión diplomática del nuncio en su relación con el Gobierno?
Él siempre fue muy diplomático. Hasta cierto punto es muy extraña la reacción hostil del Gobierno, porque él no estaba jugando un papel de opositor o de crítico. El más bien fue un intermediario muy diplomático. Yo personalmente le estoy agradecido porque en 2019 hicieron una redada en donde a 200 manifestantes que íbamos en las calles, nos llevaron a El Chipote, y fue gracias a su intercesión que nosotros pudimos salir. Él tenía un deseo muy grande de ayudar a los opositores, de traer reconciliación. El problema es que este Gobierno, que cada vez es menos dictatorial y más totalitario, es sumamente susceptible. Cualquier cosa que indique falta de apoyo al Gobierno, lo consideran un insulto, políticamente incorrecto y perseguible.
Si el nuncio no fue un diplomático beligerante o no representaba a un Estado beligerante en la crisis de Nicaragua, sino que simplemente quería mantener esos canales de comunicación y ahora el Gobierno lo está expulsando, ¿quiere decir que esa política de “apaciguamiento” tampoco está siendo efectiva, ni abre ningún espacio para un diálogo con este Gobierno?
Esto por un problema de mentalidad entre totalitaria y rencorosa. Si no estás conmigo, estás contra mí. El Gobierno está exigiendo que la gente esté con él y lo haga de forma visible. Es un Gobierno que ya no admite neutralidad.
Cómo afecta la expulsión del nuncio la relación que mantiene el régimen con la Conferencia Episcopal. Que el Estado mantenga una actitud tan hostil con el nuncio, ¿es también una amenaza para los obispos?
Los obispos prácticamente se sienten acorralados, se sienten amenazados. Ellos evidentemente saben lo que pasó. Cierto que el nuncio no tuvo mucho tiempo para comunicarse con ellos, pero las cosas estaban claras desde que le quitaron la decanatura del cuerpo diplomático hace varios meses. Sí, los obispos se sienten hostigados y amenazados. Si no respetan ni siquiera la figura del nuncio, ¿a quién van a respetar? y es una de las características sorprendentes del Gobierno en los últimos meses. El no tener temor a confrontar a países amigos, a diplomáticos. Este tipo de acciones me cuesta creer que vienen de una decisión estratégica o de un pensamiento racional sobre lo que más les conviene. Creo que detrás de todo, hay un factor de odio, de resentimiento, de amargura, que promueve estas actitudes irracionales tan dañinas para nosotros mismos, porque este tipo de cosas en ninguna forma benefician al Gobierno. Más bien lo aísla más.
¿Cuál es el objetivo del régimen de quemar puentes o posibles canales de comunicación?
No lo veo como producto de un análisis estratégico frío. Yo lo veo más bien producto del hígado, reacciones irracionales y también de ceguera ante la realidad. También podría haber un elemento de arrogancia, de decir, ‘conmigo no se mete nadie. No les tengo miedo’. Es una especie de machismo político dañino desde el punto de vista frío y objetivo para sus intereses mundiales.
¿Refleja fortaleza política del Gobierno de Nicaragua actuar de esa manera?
Yo creo que al contrario. Yo creo que cuando uno es fuerte y seguro, se vuelve más generoso, más suave, más diplomático, más tranquilo. Yo creo que este tipo de acciones viscerales más bien denotan una especie de paranoia, histeria, debilidad, problemas psicológicos profundos.
¿Esta radicalización del régimen con la comunidad internacional está vinculada a los juicios políticos en El Chipote? ¿Están las condenas en estos juicios relacionados con este aislamiento internacional?
Todas estas cosas son productos de una actitud de odio, resentimiento y arrogancia. Por ejemplo, si ellos querían sacar del juego en víspera de las elecciones a todos los candidatos que podían hacerle sombra a Ortega, bastaba con inhibirlos. No había necesidad de echarlos presos, tratarlos tan mal en la cárcel y de darles condenas tan grandes. Esto demuestra cierta furia y también un deseo de intimidar. Es decir, ‘quien se meta conmigo va a salir muy mal. No vamos a tener misericordia’. El miedo si tiene una función que puede ser bastante eficaz, el miedo paraliza y lo usan los dictadores porque saben que es un instrumento de control.