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Una Sicilia inverosímil: fascismo, mafia y denuncia / Entrevista con Leonardo Sciascia

El periodista, profesor y narrador Leonardo Sciascia (Racalmuto, Agrigento, 1921-1989) está considerado entre los novelistas italianos más destacados del siglo XX y uno de los más leídos en el mundo. Es autor, entre otros títulos, de ‘Una historia sencilla’, ‘El caso Moro’ y ‘Los tíos de Sicilia’. La siguiente entrevista, hasta hoy inédita en español, ocurrió en 1979 y gira en torno a la novela ‘El día de la lechuza’.

 

El título de su libro, El día de la lechuza, es un poco extraño. El historiador Mack Smith se ha preguntado si los propios italianos pueden entenderlo, pese a que fue extraído de Enrique IV. ¿Cómo explica usted ese título?

–Cuando uno tiene dificultad para encontrar un título, puede abrir al azar la Biblia o a Shakespeare, y lo encuentra. Yo hice el procedimiento con Shakespeare y surgió esta frase: “como la lechuza cuando el día aparece”. La lechuza es un animal nocturno; en cambio, esta especie de sociedad secreta que es la mafia –una sociedad llamada nocturna– actúa de día en Sicilia.

 

¿El título es una clave de lectura? ¿Un título importante?

–Los títulos siempre son importantes, y este
me parece que también concede –misteriosa
y ambiguamente– el sentido del libro. La lechuza, animal nocturno, se transforma en animal diurno, en Sicilia, en una metáfora. El día de la lechuza atrapa a la mafia en la transición de la mafia campesina, rural, a la mafia urbana. Fue escrito en el momento en el que la mafia atravesaba
por esta evolución. Ahora la evolución ya tuvo lugar: el tipo de don Mariano Arena-Genco Russo ya no existe más. Hoy el jefe de la mafia es una especie de burócrata.

 

Si tuviera que añadir algo, diecinueve años después de escribir el libro, ¿qué añadiría?

–No añadiría nada, no cambiaría absolutamente nada de lo que escribí en ese entonces, porque la mafia existe todavía con la misma estructura de esa época; más aún, el fenómeno se ha extendido y ha llegado al norte de Italia. El sistema mafioso ya existe en toda Italia.

 

¿No existía entonces la esperanza de que las cosas en Sicilia hubieran cambiado después del intento de represión por parte de Mori?

–Bajo el fascismo la represión de Mori funcionó porque dos mafias no podían convivir. El fascismo es una especie de mafia, una mafia “grande” no podía tolerar a la pequeña. Con la caída del fascismo y con la llegada de los americanos, la mafia resucitó.

 

¿La mafia va a sobrevivir?

–Bueno, hasta hoy sobrevive.

 

En sus obras insiste en la historia y pone mucho cuidado en verificar los hechos a través de los documentos del tiempo. La historia como tema todavía no está presente en El día de la lechuza.

–No es un libro propiamente histórico. Pero, en definitiva, es un libro en el que se recoge mucha historia. Es una actualidad que se explica desde hace mucho tiempo. Se mueve en la crónica, diría. Pero también la crónica está destinada a convertirse en historia. La crónica es historia en potencia, en orgullo. Mañana será historia la crónica de hoy.

 

¿Habla de las referencias al fascismo, al prefecto Mori, al separatismo y a lo que representaba entonces?

–Sí, hay referencias a la historia reciente de Sicilia, que va del fascismo a la postguerra, del renacimiento de los partidos a la integración dentro de estos partidos, de la mafia que antes había sido separatista y que después se volvió democristiana. Y la mafia que primero se centró en el separatismo y luego en la democracia cristiana, comprendió que el futuro sería de la Democracia Cristiana, del partido de los católicos. Primero la mafia, con la protección de Estados Unidos, pensó que Sicilia se podía separar de Italia, y después fue separatista. Cuando, en cambio, tras la detención de los dos líderes del separatismo, la mafia se dio cuenta de que el Estado italiano aún vivía y que se trataba del viejo Estado unificado, pasó a la Democracia Cristiana.

 

Usted escribió que Sicilia “es toda una dimensión fantástica: y cómo podemos podemos estar en ella sin la fantasía”. ¿Qué sentido tienen las palabras fantasía y lo fantástico relacionadas con su isla?

–En el sentido de que es una realidad complicada de comprender, difícil de colocar en términos reales. Hay como una locura y de ella también habló Lampedusa. Sicilia es inverosímil en cierto sentido; es verdadera, pero es inverosímil.

 

¿De qué pruebas dispone usted?

–En la misma vida siciliana, en la manera como se ha desarrollado la misma historia siciliana durante siglos, hay inverosimilitud. Es inverosímil la supervivencia de este pueblo, con todo lo que ha sufrido. Sin embargo, sobrevive, está siempre viva.

¿Es por eso que decidió enfrentar al capitán Bellodi con los representantes de la mafia?

–Sí, Bellodi representa para mí el símbolo de la Italia que sale del fascismo con una conciencia antifascista, con la conciencia de querer renovarse; representa el símbolo de la Resistencia.

 

¿Y por qué Bellodi es un carabinero del Norte de Italia?

–Es una idea, una idea de Parma, muy antifascista, muy de la resistencia. No es un personaje, es una idea.

 

¿Usted comparte la idea de que al final nada se puede cambiar?

–De hecho, nada ha cambiado desde 1961 hasta hoy. En 1973 publicaron los actos de la Comisión Parlamentaria Antimafia, que son un mero ejercicio de filología.

 

¿El día de la lechuza es un acertijo?

–Sí, por supuesto, hago uso de este método. Amo a un escritor como Graham Greene porque siempre utilizó la técnica del acertijo, incluso cuando hablaba de dramas internos. Pero también lo usó Dostoyevski. En cierto modo, prácticamente todos los escritores que uno ha leído adoptaron la técnica del acertijo. Yo lo hice
siempre.

 

¿También es un acertijo imposible?

–¿Quiere decir un acertijo sin solución? Porque el acertijo siempre implica una solución. En los míos no los hay. En el plano del intelecto son satisfactorios e insatisfactorios al mismo tiempo. También se necesita un poco de ironía, porque, de hecho, el acertijo, cuando se llega a la conclusión, produce placer. Pero al mismo tiempo quedamos insatisfechos porque dejamos de interesarnos por la solución: está concluida. También el acertijo sin solución es un tanto insatisfactorio porque nos deja en la duda. ¿Cómo acabará? Pero este es un libro que funciona por el hecho mismo de que no hay solución.

 

En El día de la lechuza se conoce bastante pronto quién cometió el crimen. ¿Continuar la historia es una cuestión de técnica, entonces?

–Continué con el recurso de lo policíaco. Sólo que no concluye con la satisfacción de llevar a los culpables ante la justicia.

 

¿Podríamos hablar de pesimismo en este
sentido?

–Sí, esta es una forma de pesimismo. El acertijo se persigue con interés porque se quiere saber cómo termina. En los misterios –digámoslo así– que yo escribo no se concluye nunca.

 

¿Desde la descripción del entorno local se puede extender el discurso del poder a la corrupción nacional o internacional?

–En aquel momento me interesaba hacer una representación de la mafia siciliana por un asunto de polémica, de denuncia, de deber civil, de ciudadano siciliano que quiere reaccionar frente
a este fenómeno y lo denuncia. Pero con los años esto se transformó en una metáfora del poder. Para mí es difícil decir lo que quise expresar hace diecinueve años cuando lo escribí, al margen de la denuncia. Pero ahora noto que el libro también se puede leer desde un punto de vista desde el cual se puede reconocer en él un francés, un inglés y hasta quizá un estadunidense. Entonces, para mí lo que era un problema limitado a la realidad siciliana, con los años se convirtió en otra cosa. Este es el destino de todos los libros. Para hablar de un gran ejemplo, cuando Cervantes escribió el Quijote creo que efectivamente pretendió hacer la sátira de ese mundo que se enamoraba de las historias caballerescas. Pero con los años se convirtió en el libro del alma española y en un relato fantástico, un emblema de un mundo ideal. El Quijote se convirtió en una persecución, en una búsqueda de idealismo. Hago la comparación para decir qué es un libro y en qué se convierte más allá de las intenciones del autor l

 

Traducción de Roberto Bernal.

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