Democracia y Política

El más votado

La propuesta de Feijóo es una buena idea condenada a la melancolía. Sólo sirve para desenmascarar la doblez sanchista

Esa propuesta de Feijóo sobre un pacto para dejar gobernar al candidato más votado reforzaría el voto útil, restablecería la estabilidad bipartidista y sobre todo devolvería la política a la centralidad reduciendo la posición decisiva de las minorías. Este último efecto la convierte de por sí en una buena idea, que sólo por eso ya merecería la pena: una especie de reforma electoral para robustecer el sistema con la ventaja añadida de que podría llevarse a cabo sin necesidad de tocar las reglas. Pero tiene un defecto, y es la dificultad de alcanzar acuerdo entre caballeros con alguien que dejó de serlo hace mucho tiempo. Sánchez, de hecho, siempre ha tenido en la cabeza el proyecto inverso, y ése fue

el motivo de que su partido decidiera echarlo por las bravas de su puesto cuando se negó -«no es no»- a permitir que Rajoy formara Gobierno… con quince diputados más de los que él ha logrado obtener en su mejor intento. En 2016 llegó a calificar de «histórico» -lo era, aunque por abajo- el peor resultado del PSOE contemporáneo porque ya se veía en el poder según sus cálculos, gracias al concurso de una alianza Frankenstein que tras las peripecias conocidas terminó forjando.

Pero ahora le pueden fallar las cuentas. El gurú Redondo lo convenció de que la derecha nunca alcanzaría mayoría absoluta en una estructura parlamentaria dispersa, y que por lo tanto basta con encabezar una amalgama heterogénea con los nacionalistas, las candidaturas provinciales y la extrema izquierda. Ocurre sin embargo que el desplome de Ciudadanos, el desgaste de la pandemia y la irrupción de la crisis inflacionaria están alterando la correlación de fuerzas. El PSOE no logra captar suficientes votantes decepcionados con Podemos y ya sólo quedan en la práctica dos partidos en el flanco opuesto, donde Vox rentabiliza el cabreo de clases medias y bajas irritadas por sus problemas no resueltos. Además, el PP ha encontrado de rebote un liderazgo más sólido que el de Casado y ya no es inverosímil que entre ambos logren reunir 176 escaños. Si esa tendencia de cambio se consolida Sánchez quedará al borde del desahucio y acaso empiece a mirar con otros ojos la oferta que acaba de hacerle su adversario. Al menos siempre que él sea el beneficiado.

Porque dada la diáfana trayectoria de incumplimientos sanchistas nadie puede garantizar que el presidente respetase ese pacto si atisbara alguna vía para esquivar, aun perdiendo ante Feijóo, su defunción política. El gallego lo sabe, y también es consciente de que su propio electorado se lo comería si renunciase al relevo disponiendo a su favor de una suma alternativa. Su movimiento sólo trata de desenmascarar, como en Castilla y León, la estrategia para separarlo de Vox sin ofrecerle otra salida. En la España bipolar que Sánchez ha construido con su modelo frentista, la moderación está condenada a la más estéril de las melancolías.

 

 

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