¿Venezuela se ‘arregló’? Es una mala noticia para la democracia.
Un hombre sostiene un hueso de animal para simbolizar que su salario no le da para comer, durante una protesta para exigir mejores salarios para los trabajadores, pensionados y jubilados en Caracas, Venezuela, el miércoles 6 de abril de 2022. (Ariana Cubillos/AP Photo)
Durante el último año Venezuela ha vivido una serie de cambios, especialmente económicos, que han hecho popular una polémica frase: “Venezuela se arregló”. En este 2022, al país han llegado conciertos, el fin de la escasez que sumió a la nación en situaciones deplorables, la consolidación de la dolarización, la expectativa de que la economía llegue a crecer 20% —según estimaciones de Credit Suisse—, y la posibilidad de que se restablezca alguna relación entre el gobierno del venezolano Nicolás Maduro y el presidente de Estados Unidos, Joe Biden. Hay quienes leen estas situaciones como algo positivo, y lo son. Sin embargo, lo que significa una buena noticia en términos económicos, no necesariamente es algo positivo para la democracia.
En agosto de 2021, el director de la firma Datanalisis, Luis Vicente León, presentó un estudio en el que 50% de encuestados dijo que su vida es mejor que en años pasados. En contraste, la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi) halló que la expectativa de vida de los venezolanos nacidos durante la crisis (2015-2020) se redujo en tres años, y que la tasa de mortalidad infantil ahora es similar a la de hace 30 años. Por si fuera poco, se indica que 92.7% de los hogares se encuentran en inseguridad alimentaria. ¿Cómo puede ser posible que aun así haya la percepción de mejoras? Aunque ambos estudios no son comparables debido a la metodología, sí sirven para acercarse a la complejidad de la crisis venezolana.
El asunto es relativamente sencillo de explicar: en la tierra del socialismo del siglo XXI se vive una economía de capitalismo salvaje, donde el que tiene acceso a dólares ha mejorado en algo su situación. Sin embargo, la brecha de desigualdad se ha ampliado. Una prueba empírica de esta afirmación es que el Programa Mundial de Alimentos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), ha extendido sus operaciones en el país.
La invasión de Rusia a Ucrania puso una guinda en este cóctel. Venezuela emergió como un posible sustituto del petróleo ruso en el mercado, aunque su industria petrolera también se haya deteriorado. La visita en marzo a Caracas de una delegación de alto nivel del gobierno de Biden abrió nuevas expectativas. No obstante, la Casa Blanca, al parecer, tuvo que hacer control de daños, ya que la iniciativa no fue comunicada ni al gobierno de Juan Guaidó —a quien Estados Unidos reconoce como presidente de Venezuela— ni a aliados internos de la administración de Biden.
Pese a que la relación Biden-Maduro parece haber entrado en un refrigerador, lo que sí ha continuado es el intento de flexibilizar ciertas regulaciones que permitan a la industria petrolera operar en mejores condiciones. La compañía estadounidense Chevron sigue con sus operaciones en cuatro proyectos en los que es socia de Petróleos de Venezuela, propiedad del Estado venezolano.