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Cabrera volvió a ganar

Son muchas las hazañas y logros que la prensa ha reseñado en estos días recientes sobre el maracayero Miguel Cabrera. Sus logros tienen la virtud de combinar récords conseguidos en una temporada, y récords de toda su carrera.

Obviamente, los 3.000 hits son de este segundo grupo. Y gracias al mismo y a otros similares -los +500 jonrones, o el promedio de bateo vitalicio de .310, hasta ahora- Cabrera es favorito para ingresar, después de retirarse, al Salón de la Fama del Béisbol.

Entre las proezas de Cabrera pertenecientes a una temporada destaca sobremanera la Triple Corona. Cuando la consiguió, en 2012, era el primer jugador en hacerlo en 45 años, desde que el bostoniano Carl Yastrzemski la obtuviera en 1967. Tal logro produjo un intenso debate, sobre si era suficiente para otorgarle asimismo el premio al Jugador Más Valioso de la Liga Americana.

En ese entonces, hace diez años, escribí las líneas a continuación, y creo que esta es una magnífica oportunidad de volver a publicarlas, revisadas y editadas.

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En la premiada novela “The Art of Fielding” (el arte del fildeo), su autor, Chad Harbach, ofrece esta caracterización del juego de béisbol:

“El béisbol es un deporte homérico -no una refriega, sino una serie de contiendas aisladas. Bateador vs. lanzador, fildeador vs. pelota. El jugador se mantiene firme y espera, tratando de mantener la mente en calma. Cuando llega el momento debe estar preparado, porque si se equivoca todos sabrán de quién ha sido la culpa. ¿Qué otro deporte no sólo posee una estadística tan cruel como el error, sino que incluso la publica en el marcador, a la vista de todos?”

El béisbol, nos cuenta el filosofo norteamericano John Rawls, es el mejor de los deportes, según las contundentes argumentaciones de su amigo Harry Kalven: 1) No hay un deporte con reglas más equilibradas (el tamaño del diamante es un monumento a la perfección platónica); 2) No se le da ventaja a un tipo físico especial (como en el basket); 3) El juego usa todas las partes del cuerpo (en el fútbol, salvo el portero, o en un saque lateral,  nadie puede usar las manos); 4) No existe la funesta presión del reloj; 5) Por último, es el único deporte en el cual la anotación no se hace con la pelota, sino incluso derrotando a la misma.

Habría que añadir que es un auténtico juego suma cero. No existe el empate, mucho menos un 0-0; siempre habrá un ganador y un perdedor.

El béisbol es el Paraíso Terrenal de las estadísticas.  Prácticamente no hay un aspecto del juego que no pueda ser evaluado, deconstruido, analizado, medido. Tanto en la ofensiva como en la defensiva. Y en materia de estadísticas beisboleras hoy puede hablarse de dos escuelas de pensamiento: la tradicional y la sabermétrica.

Las acostumbradas mediciones de la pelota se reducen, en materia de ofensiva, a carreras empujadas, jonrones conectados, promedio de bateo, bases robadas, porcentaje de embasado.

Según esos parámetros, el Jugador Más Valioso de la Liga Americana, en 2012, debía ser de calle MIGUEL CABRERA. Su clara supremacía se hizo notar, además, por ser, como ya decíamos, el primer jugador en 45 años en ganar la Triple Corona ofensiva: líder en jonrones, en promedio de bateo, en empujadas. Un logro que se ilustra asimismo en el hecho de ser el primer jugador -por ahora, el único- latinoamericano en lograr esa hazaña.

Pero hace algunos años un fenómeno estadístico hizo su aparición, creando tal conmoción que, originado primero en la pelota, ya ha llegado incluso a la política, de la mano de  NATE SILVER. Señoras y señores, la Sabermetría ha hecho su aparición, y planea quedarse.

El argumento central de los sabermétricos para intentar refutar a los analistas “tradicionales” (esos que usted escucha en las narraciones de pelota en ESPN, Simple Tv, o FoxSports, para citar solo tres ejemplos) se puede perfectamente mostrar en la argumentación dada por Silver a favor del jardinero de los Angelinos, Mike Trout. Todo un asunto de WAR, de BABIP, de OPS, y otras estadísticas hipermodernas.

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POR QUÉ GANÓ CABRERA

El error fundamental de los sabermétricos ha sido querer hacer de los números una cuestión de fe, y el único criterio de validez. En vez de servir de complemento a la vieja escuela,  los sabermétricos quieren literalmente expulsarla del templo deportivo. ¿Yo? Trato de combinar los análisis tradicionales con algunas categorías sabermétricas, como el OPS.

Un argumento muy razonable de los tradicionalistas: ¿cómo medir la influencia y el ejemplo de Cabrera entre los novatos, o el calor que imprime en el dogout? ¿Cómo juzgar la pasión que genera entre los fanáticos?

Una cosa que los sabermétricos por alguna razón olvidan fue la abismal diferencia entre Cabrera y Trout durante septiembre, el mes final de campaña, donde se separan las estrellas de los simplemente mortales. Cabrera literalmente cargó con la ofensiva de su equipo durante septiembre, metiéndolo en la postemporada. Trout tuvo un mes de septiembre muy discreto, y su equipo, ya sabemos, fue una de las grandes decepciones del año.

Cabrera ganó el Premio al Más Valioso fundamentalmente porque en el momento en que los hechos realmente cuentan, simplemente acabó con la liga. Y produjo emociones a granel a una fanaticada que se deleitó con sus gestas, de esas que enriquecen y emocionan la vida.

Las matemáticas y las estadísticas son instrumentos poderosos de análisis de la realidad, pero ellas no son, ni serán nunca, la realidad. Jamás los números serán lo fascinante, que es el juego mismo, con sus altas y bajas humanas, con sus márgenes de error y de sorpresa que, como nos recuerda Harbach, lo hacen inequívocamente homérico (gracias a sus héroes que constantemente desafían a los dioses, e incluso, a veces los derrotan), y que a nosotros nos transforma en sus fanáticos cristalizados, poseedores de una incondicionalidad que solo puede surgir de los primeros y más importantes sueños, los de nuestra lejana pero siempre presente infancia.

 

 

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