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Más armas contra la injusticia

Con el nuevo envío de armas, Sánchez asume que el pacifismo impostado y artificial no tiene sentido. Y menos aún, conservar a Podemos en el Gobierno

Desde un punto de vista institucional, la visita que ha hecho Pedro Sánchez a Volodímir Zelenski en Kiev es oportuna e idónea. Atrás quedan los días de absurda utopía del Gobierno cuando en las primeras jornadas de la guerra se negó a enviar armamento a Ucrania, y se limitó a presumir de que España solo transportaría material ‘defensivo’ y estrictamente humanitario. La cruda realidad y la obvia presión de Europa, y también de Estados Unidos, le obligaron a abrir los ojos de inmediato, y situarse al fin en el lado correcto de la historia, allí donde Occidente presume de ser Occidente por sus principios y sus valores. Allí donde la democracia supera a los regímenes autoritarios.

El anuncio hecho este jueves en Kiev, por el que España se compromete ahora a enviar 200 toneladas adicionales de equipamiento militar, ofensivo para más señas, por más que se resista el Gobierno a emplear esa palabra, es otro giro a su política.

Un giro necesario, además, porque realza el compromiso de nuestro país con una nación invadida cruel e injustamente por Rusia. Acierta Sánchez por más que su nuevo anuncio sea la enésima pirueta de esos absurdos equilibrios que se empeña en hacer, entre el relato de una propaganda progresista en pro del buenismo universal y la descarnada realidad de las masacres indiscriminadas de civiles. Así, el amaneramiento que exige el manual del progresista modélico queda también atrás. Como atrás queda aquel ridículo titular de periódico, cuando el entonces candidato Sánchez decía que suprimiría el Ministerio de Defensa.

Desde hoy, más de 200 toneladas de munición, 30 camiones y 10 vehículos militares ligeros procedentes de España viajan ya camino de Polonia a bordo del buque logístico de la Armada Española Ysabel. Será el mayor cargamento de armamento que España envía a Ucrania, y Sánchez se refirió a él como el envío más grande realizado hasta ahora porque supone más del doble de la ayuda militar ofrecida anteriormente. España no podía quedarse al margen haciendo más alegorías de sandeces pacifistas ni empecinada en una propaganda dialéctica insulsa. No obstante, una vez caído del caballo, Sánchez tiene la tarea de desautorizar a Unidas Podemos y sus maniqueos manifiestos «por la paz», en los que inexplicablemente no solo no cita a Putin, sino que además equipara al presidente ucraniano con el ruso para hacer un reparto de culpas inmoral. Sánchez hace este anuncio como presidente del Gobierno. Y al mismo Gobierno pertenecen dirigentes de Podemos como Ione Belarra, incapaz siquiera de haber condenado todavía la invasión de Putin. Más parece que el Gobierno hace una cosa y su contraria. Y si alguien en Podemos conservara un mínimo de lógica, coherencia y decencia política, dejaría de hacer daño a España y al propio Gobierno. Sánchez sigue conviviendo con Podemos por pura necesidad, por pura supervivencia. Pero no es de recibo que Podemos pertenezca a un Ejecutivo que financia armamento contra Putin mientras en sus alardes de infantilismo político defiende la causa criminal del presidente ruso.

Sánchez no podía viajar a Kiev solo para hacerse una fotografía propagandística paseando entre las ruinas de localidades devastadas por la guerra. Era imprescindible que ofreciese a Ucrania más apoyo de nuestro país, que es justo lo que reclamó Zelenski en su intervención ante el Congreso de los Diputados. La izquierda ya sabe que contra una guerra no bastan las buenas palabras. Hace falta combatir por una causa justa frente a quien esta dinamitando el derecho internacional y destrozando miles de vidas inocentes.

 

 

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