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Ruscismo

El camino hacia el fascismo emprendido por Rusia durante la última década ya tiene nombre

Si los límites de nuestro lenguaje significan los límites de nuestro mundo, los ucranianos –mucho más inspirados por el genialísimo Putin que por el filósofo Wittgenstein– han expandido su lenguaje particular acuñando el término ‘ruscismo’. Un neologismo de seis caracteres cirílicos resultante de la contracción de las palabras ‘Rusia’ y ‘fascismo’.

Aunque esta palabra todavía no haya encontrado acomodo en los diccionarios, ya está siendo ampliamente utilizadas para describir el trágico camino hacia el fascismo emprendido por Rusia durante la última década. Sin importar que para justificar lo injustificable la propaganda del Kremlin insista en su narrativa de que Ucrania es un parque temático del fascismo que debe ser ‘desnazificado’ a sangre y fuego.

En las formas, la cruzada supremacista de Rusia deja muy poco lugar para la imaginación.

La estética de los baños de masas del ocupante del Kremlin recuerda demasiado al ‘Triunfo de la voluntad’ de Leni Riefenstahl (la gran propagandista cinematográfica de la Alemania nazi) pero con un filtro cutre de telerrealidad y una sobredosis hortera de colores pastel.

Durante estos tres meses, la letra ‘Z’ utilizada como icono de la agresión contra Ucrania ha terminado por convertirse en la esvástica del siglo XXI. Según una de las irónicas explicaciones ucranianas para el uso de la ‘Z’ por parte de Moscú es que «la otra mitad de la esvástica fue robada en el almacén», una broma apalancada en los graves problemas de logística y corrupción que caracterizan al ejército ruso.

Aunque más allá del paso de la oca (la gran aportación prusiana al contorsionismo militarista) en la Plaza Roja, una letanía de elementos esenciales del fascismo ocupan un espacio central en esta Rusia donde lo impensable se ha hecho realidad: el culto al líder y a los muertos heroicos, estado corporativista, pasado mítico, rechazo de la modernidad, miedo a la diferencia, enemigos demasiado fuertes y demasiado débiles a la vez, descrédito de la democracia, censura omnipresente, teorías de la conspiración contra el razonamiento crítico, propaganda centralizada y además un conflicto permanente.

 

 

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