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Isabel Coixet – Bellingcat: delante de nuestras narices

Russia's media watchdog bans investigative journalism group — RT Russia & Former Soviet Union

 

Descubrí Bellingcat hace cinco años cuando buscaba información sobre el acoso que terminó en asesinato de la periodista mexicana Miroslava Breach. Bellingcat es un colectivo internacional de investigadores, periodistas y ciudadanos que usan información de fuente abierta y redes sociales para investigar una enorme variedad de temas, desde cárteles de droga en México y crímenes de lesa humanidad hasta el rastreo de armas químicas en zonas de conflicto alrededor del mundo. Tiene contribuidores en 20 países y fue fundada por el periodista británico  Eliot Higgins en 2014, y su cuartel general está en Holanda.

Además de investigaciones diversas, Bellingcat hace talleres on-line donde comparte sus métodos, siempre a partir de fuentes abiertas. Los cursos van desde el funcionamiento general de Bellingcat hasta cómo encontrar información para localizar vuelos privados o el impacto del social media en la expansión del odio a las minorías. Todas las publicaciones y búsquedas de Bellingcat son abiertas y cualquiera puede acceder a ellas. Ahora mismo es posible encontrar muchísima información (que a mí me parece de la más veraz que se está publicando) sobre la guerra en Ucrania, si no sobre los seguidores de QAnon en todo el mundo —que siguen negando los crímenes que allí se cometen— o las conexiones con otros conflictos que ahora mismo se producen en el mundo. Bellingcat nunca se pronuncia de una manera explícita sobre ningún conflicto: expone hechos muy concretos (a qué hora fue visto un dron sobrevolando determinado territorio en el Yemen, qué ocurrió a las dos horas de ese avistamiento) y sus consecuencias.

 

En su día, comenté estos hechos con algunos periodistas; nadie me hizo caso. Hoy abundan las noticias sobre la vinculación de dirigentes del ‘procés’ con el Gobierno de Putin

 

Cuando buscaba información sobre Miroslava Breach, asesinada en 2017 por sus denuncias de las actuaciones del cártel de Los Salazares, encontré en Bellingcat una cantidad enorme de datos, desde sus inquietudes por el futuro de sus hijos adolescentes, que la llevaron a renovar sus pólizas de seguro, hasta (gracias al sabio uso de Google Earth) los constantes avistamientos de coches pertenecientes al clan que la perseguía; su preocupación constante por los crímenes cometidos contra los tarahumaras; la transcripción de su última conversación telefónica; el seudónimo que adoptó (Don Mirone) para intentar seguir publicando artículos, y un sinfín de detalles escalofriantes que apenas han tenido eco en otros medios.

Después de su muerte, seguí consultando Bellingcat (que vive de aportaciones voluntarias) y me topé un día, el 14 de febrero de 2019, con una información inquietante: el tercer sospechoso del envenenamiento de Serguéi y Yulia Skripal, Denis Vyacheslavovich Sergeev, un alto mando GRU y graduado de la Academia política militar rusa, viajó tres veces a Barcelona desde Londres (con viajes inmediatamente antes y después del referéndum del brexit) durante el período que va de noviembre de 2016 hasta el 27 de octubre de 2017 (dos días antes del referéndum sobre la independencia). Bellingcat rastreó los viajes de este hombre durante años, vinculándolo a una serie de conflictos en toda Europa, hasta llegar a su presencia en Inglaterra los días en los que los Skripal fueron envenenados y su salida del país el mismo día en que estos cayeron en coma. En su momento, comenté estos hechos con periodistas que conocía; nadie me hizo el menor caso: hoy, la prensa está llena de noticias sobre la vinculación de dirigentes del procés con el Gobierno de Putin.

Bellingcat viene a decirnos que todo está ahí, delante de nosotros. Pero sólo si tenemos la voluntad y el coraje de querer saber.

 

 

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