«No podemos dejar lo que ocurrió debajo de la alfombra. El pueblo estadounidense merece respuestas», dijo el jueves por la noche Bennie Thompson, el demócrata que preside del comité de la Cámara de Representantes que investiga el asalto al Capitolio del 6 de enero del año pasado. Era el discurso inicial en una noche histórica, una comparecencia pública colocada a las ocho de la tarde (dos de la mañana del viernes en España), en horario de máxima audiencia, con los canales de noticias emitiéndola en directo, en busca de la mayor atención y repercusión en el electorado estadounidense.
Si esas respuestas hubiera que destilarlas en dos palabras, serían ‘Donald’ y ‘Trump’. El expresidente de EE.UU., que buscó dar la vuelta a los resultados de las urnas después de perder las elecciones de 2020 ante Joe Biden, fue el gran protagonista de la comparecencia.
Su figura es el elemento central del intento de impugnar la voluntad popular, quedarse en la presidencia e impedir una transferencia pacífica del poder, el pilar de la democracia. Denunció un fraude masivo inexistente -ni los tribunales, ni las autoridades locales, ni su propio Departamento de Justicia le dieron la razón- e inició una campaña para quedarse en la Casa Blanca en la que presionó a los legisladores y a su vicepresidente -Mike Pence- para que se saltaran la Constitución.
Todo acabó -por ahora- en uno de los episodios más bochornosos de la historia de la democracia más vieja y estable del planeta -y trágico, murieron cinco personas y hubo decenas de heridos, entre ellos muchos policías-, con la sede de la soberanía popular invadida y profanada por una turba ‘trumpista’.
«El 6 de enero fue la culminación de un intento de golpe de estado, un intento descarado -como dijo uno de los alborotadores poco después del 6 de enero- de ‘derrocar al Gobierno’», proclamó Thompson. «La violencia no fue accidental. Representó el último cartucho de Trump, su intento más desesperado para interrumpir el traspaso de poderes».
En palabras de Thompson, «Trump estaba en el centro de la conspiración» e «incitó a una turba de enemigos domésticos de la Constitución a marchar sobre el Capitolio y subvertir la democracia estadounidense».
La comparecencia del jueves es el primer plato de media docena de sesiones que se esparcirán durante el verano y que detallarán el papel de Trump en la contestación de resultados, su responsabilidad por acción y por omisión en la violencia que vivió el Capitolio o la participación de grupos de extrema derecha como los Proud Boys y los Oath Keepers.
La primera entrega se dedicó a sentar las líneas básicas del relato que defienden los miembros del comité: Trump intentó dar la vuelta a los resultados pese a no tener base para ello y contra la opinión de algunos en su círculo más cercano, y espoleó a sus seguidores hacia una insurrección violenta.
En ella se proyectaron una parte pequeña de los cientos de horas de vídeo recabados el 6 de enero, con disturbios de gran violencia por parte de la turba, contrastados con la actuación de Trump de aquel día: primero justificó el asalto en un mensaje en Twitter y después, tras varias horas de invasión del Capitolio, compartió un vídeo en el que pedía a los asaltantes que abandonaran el edificio. Pero les dijo: «os queremos, sois muy especiales».
También comparecieron los dos primeros testigos: Caroline Edwards, una policía del Capitolio que fue herida en los disturbios, y Nick Quested, un cineasta que grabó a los Proud Boys durante toda la jornada.
La actuación más destacada, sin embargo, fue la de la diputada Liz Cheney, hija del que fuera vicepresidente de EE.UU. Dick Cheney. Ella y Adam Kinzinger son los únicos republicanos en el comité del 6 de enero. Muchos en el partido criticaron a Trump tras el asalto al Capitolio, pero no tardaron en dar marcha atrás ante una evidencia: el expresidente sigue siendo la figura más popular entre su electorado, el que da y quita. La realidad es que la mayoría de los republicanos tragan con la teoría del fraude electoral masivo que defiende Trump. No hacerlo, como es el caso de Cheney y Kinzinger, te convierte en un paria.
Cheney, sin embargo, fue al ataque este jueves contra Trump. Fue ella quién tejió el relato de la conspiración contra los resultados y la responsabilidad de Trump, sus mentiras sobre los resultados electorales, sus derrotas judiciales al respecto y su intento final por impedir la certificación de Biden como presidente.
«Aquellos que invadieron el Capitolio y se enfrentaron durante horas a las fuerzas de seguridad estaban incitados por lo que les dijo el presidente Trump: que la elección había sido robada, que él era el presidente legítimo», recordó. «Trump convocó a la turba, reunió a la turba y encendió la llama de este ataque».
Cheney, que se juega su puesto en primarias en agosto y que lo tendrá muy difícil por no comulgar con Trump, no olvidó un mensaje para su compañeros de bancada: «Esta noche digo lo siguiente a mis colegas republicanos que siguen defendiendo lo indefendible: llegará el día en que Donald Trump ya no esté, pero vuestra deshonra quedará».