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Noqueo general en Andalucía

Nadie salvo el PP está satisfecho en Andalucía. Sánchez podrá negar la crisis del PSOE con argumentos peregrinos como los de Lastra, pero o rectifica drásticamente o el castigo irá a más

Las dimensiones del 19-J se irán viendo con mayor precisión a medida que pase el tiempo y se gane perspectiva, porque tienen magnitudes históricas difícilmente perceptibles a corta distancia. Pero en primera instancia solo hay una evidencia: salvo el PP, todos los demás partidos han quedado noqueados. Es lógico que el Gobierno, el PSOE y los demás partidos de izquierda quieran minimizar el significado de la mayoría absoluta del PP. Pero no lo es que Sánchez condene al PSOE a ser rehén de sí mismo, hurtándole una autocrítica que antes o después tendrá que hacer. Tras las elecciones de Madrid, el PSOE emitió el mismo mensaje y solo unas semanas después Sánchez destituyó a medio Gobierno, entre ellos a sus más leales, como Carmen Calvo, Iván Redondo o José Luis Ábalos.

Más irritante, por absurdo, habrá resultado a muchos socialistas escuchar a Adriana Lastra excusarse con la tesis de que si Moreno ha ganado en Andalucía es gracias a los fondos europeos que reparte Sánchez tras la pandemia. Patético. Resulta evidente que el 19-J no fue una jornada electoral más, sino el punto final de un paradigma político de la democracia española, que hacía de Andalucía un patrimonio de la izquierda. Este primer mandato de Juan Manuel Moreno no ha sido, por tanto, una excepción al derecho natural de los socialistas de gobernar Andalucía. Ha representado el umbral del nuevo enfoque que los ciudadanos van a aplicar a la izquierda española y también al centro derecha, con valores que anuncian cambios profundos.

Que el PP haya recibido el apoyo de más de un millón y medio de votantes tiene una sola lectura, a la que deberá llegar el PSOE en algún momento para aceptar que ya no conoce lo que piensan y sienten los españoles. Para los socialistas, las elecciones andaluzas nunca fueron solo autonómicas. Ahora que han perdido, tampoco. Siempre significaron para ellos una manifestación de poder sobre la región más extensa y poblada de España, cantera de dirigentes y fuente de votos imprescindibles para llegar a La Moncloa. Y esto ha terminado. Se ha desnudado el vacío de la izquierda española.

El desencadenante de este proceso acelerado de cambio histórico no ha sido una opción populista, sino cuatro años de gobierno de coalición PP-Ciudadanos, basado en una forma moderada de entender la confrontación y en una gestión sensata de los recursos públicos y de las iniciativas privadas. Esto es lo que explica que el PP haya captado 150.000 votos del PSOE y medio millón de Ciudadanos. Y explica también que el incremento de participación el 19-J –casi dos puntos por encima que hace cuatro años– solo haya repartido 90.000 votos más a Vox, comparado con 2018, pero pierde 400.000 votos si se compara con las generales de 2019. La mala noticia para Abascal es que el PP puede gobernar sin él. Además, el PP logra 60.000 votos que antes eran en blanco o nulos, y queda la evidencia de que desde 2008 el PSOE ha perdido el 60 por ciento de su electorado en Andalucía, o sea, 1.300.000 votos. Ha habido abstención, sí, pero no tanta y acotada a una izquierda que oscila entre el cambio y la negación del voto. Cualquiera de estas opciones abre un escenario letal para la izquierda de cara a 2023, que ya no está tan lejos ni ofrece tanto margen para que Yolanda Díaz se recupere de la sordera andaluza en su ‘proceso de escucha’. Si el PSOE aspira a que el ciudadano le crea el chiste de que la victoria del PP se debe a los fondos del Gobierno de Sánchez por la pandemia, entonces no tiene que seguir indagando en las razones de su derrota. Simplemente, está sin rumbo y los ciudadanos andaluces no han querido seguirlo en su naufragio.

 

 

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