Cultura y ArtesMúsica

El misterio de los Stradivarius crece en los árboles

Una subasta y un estudio sobre el origen de los instrumentos creados por Antonio Stradivari vuelven a sorprender a los especialistas

Se vuelve a hablar de la magia de los Stradivarius, porque su mercado y los estudios que se hacen sobre este instrumento de cuerda no dejan de sorprender desde que fueran creados por Antonio Stradivari (Cremona, 1644-1737), más conocido por Stradivarius -la forma latina de su apellido-, sin duda el más famoso lutier de la historia, el mejor fabricante de violines que jamás haya existido, por su artesanía y sonido superior. Un raro violín Stradivarius, que perteneció al maestro de Albert Einstein, fue vendido en Nueva York por 15,34 millones de dólares (14,80 millones de euros), en la casa de subastas Tarisio, especializada en la venta de instrumentos de cuerda. El violín, apodado el ‘Da Vinci, Ex-Seidel perteneció durante casi 40 años al violinista ruso-estadounidense Toscha Seidel (1899-1962), quien interpretó en la banda sonora de un memorable musical clásico de Hollywood ‘El mago de Oz’ (1939).

Cuando Toscha Seidel compró el Stradivarius, 27 de abril de 1924, fue noticia de primera página en el diario ‘The New York Times’. Jason Price, fundador y director de Tarisio, explicó que «Seidel también fue maestro de Albert Einstein. Este violín estuvo junto al gran científico matemático cuando los cuartetos de cuerda se interpretaban en su casa de Princeton, Nueva Jersey». Toscha Seidel, que emigró a Estados Unidos en la década de 1930, y Albert Einstein, que huyó del régimen nazi, asistieron a un concierto en Nueva York en 1933 para apoyar a los científicos judíos alemanes que abandonaban su país. El violín ‘Da Vinci, Ex-Seidel’ fue puesto a la venta por Tokuji Munetsugu, fundador de la cadena de restaurantes de curry en Japón, CoCO Ichibanya, quien lo compró en 2007. Su precio de subasta estuvo muy cerca de alcanzar un récord. Según Tarisio, el precio más alto jamás pagado por un violín Stradivarius fue de 15,9 millones de dólares (15,19 millones de euros), durante una subasta de 2011 celebrada en Londres. En ese caso, el instrumento, que había sido propiedad de la sobrina del poeta Lord Byron, Lady Ann Blunt, fue puesto a la venta por la Nippon Music Foundation para recaudar dinero tras el accidente nuclear de Fukushima ese mismo año.

Luz sobre misterio

En coincidencia con la subasta del Stradivarius en Nueva York, se ha publicado un estudio sobre los anillos de los árboles que arroja luz sobre un misterio de Stradivarius. El trabajo de un equipo de investigadores, al analizar la madera de dos instrumentos de cuerda del siglo XVII, descubrió evidencias sobre cómo Antonio Stradivari podría haber perfeccionado su oficio, desarrollando las habilidades utilizadas en la creación de los raros violines Stradivarius. El equipo demostró que el joven Stradivari aprendió el oficio con Nicola Amati (1596–1684), un maestro lutier de unos 40 años mayor que él. El trabajo ha sido publicado en ‘Dendrochronologia’, una revista académica internacional sobre investigaciones relacionadas con los anillos de crecimiento de árboles y arbustos, haciéndose eco del estudio el diario ‘The New York Times’.

Hasta ahora, la evidencia de un vínculo entre Stradivari y Amati era tenue, basada en un solo dato: un violín hecho por Stradivari lleva una etiqueta que dice ‘Antonius Stradiuarius Cremonensis Alumnus Nicolaij Amati, Faciebat Anno 1666’. Esa inscripción implica que Stradivari fue alumno de Amati, pero es la única que existe. Para demostrar ese vínculo, arrojando luz sobre este misterio musical, el investigador Mauro Bernabei, dendrocronólogo del Consejo Nacional de Investigación de Italia (CNR) en San Michele all’Adige, y su equipo visitaron el Museo del Conservatorio de San Pietro a Majella en Nápoles, para analizar la madera de una pequeña arpa fabricada por Stradivari en 1681. Usando una cámara digital, los investigadores midieron con precisión el ancho de 157 anillos de árboles visibles en la caja de resonancia de abeto del arpa.

El patrón creado al trazar el ancho de los anillos de los árboles, uno tras otro, es como una huella dactilar. Esto se debe a que la cantidad que crece un árbol cada año depende del clima, las condiciones del agua y muchos otros factores, dijo el investigador Bernabei, añadiendo que «las plantas registran con mucha precisión lo que sucede en su entorno».

Los investigadores compararon sus medidas del arpa Stradivari con otras secuencias de anillos de árboles de otros instrumentos de cuerda. De más de 600 anillos, uno se destacó por ser asombrosamente similar: una caja de resonancia de abeto de un violonchelo que hizo Nicola Amati en 1679. «Todos los valores máximos y mínimos son coincidentes. Es como si alguien partiera un tronco en dos partes diferentes», explicó Mauro Bernabei. De hecho, la misma madera se usó para hacer el arpa Stradivari y el violonchelo Amati, sugieren Bernabei y sus colegas. Esto demostraría que los dos artesanos compartieron taller, siendo el anciano Amati muy posiblemente el mentor del joven Stradivari, concluyó el equipo.

La historia en los anillos de los árboles

En definitiva, «la historia se revela en los anillos de los árboles», pone de relieve ‘The New York Times’, subrayando que se utilizan para determinar la edad de los edificios históricos a través del análisis de sus maderas, así como la llegada de los vikingos a América. Ahora, los anillos de los árboles han arrojado luz sobre un misterio centenario en el mundo de los instrumentos musicales que alcanzan cifras multimillonarias.

El citado medio destaca la precisión que Kevin Kelly, un fabricante de violines en Boston que ha manejado docenas de Stradivarius, hace al estudio sobre los anillos publicado en la revista ‘Dendrochronologia’. Afirma Kelly que tal vez sea cierta la conclusión a la que llega el estudio del científico Mauro Bernabei y sus colegas, pero no sería la única posibilidad. En su opinión, Amati y Stradivarius simplemente podrían haber comprado madera de la misma persona. Después de todo, los talleres en Cremona durante los siglos XVII y XVIII pertenecían a una pequeña comunidad. «Básicamente, todos vivían en la misma calle», dijo Kelly.

Los talleres de Cremona

 

A technical drawing of a violin is seen at a workshop at the Antonio Stradivari institute of higher education in Cremona, Italy, April 22, 2016. Making violins is a passion in Cremona,

Un dibujo técnico de un violín en un taller del instituto de enseñanza superior Antonio Stradivari de CremonaUn dibujo técnico de un violín en un taller del instituto de enseñanza superior Antonio Stradivari de Cremona – Reuters

 

Cremona, ciudad de 72.000 habitantes en la región de Lombardía, es famosa por ser escuela de los más célebres constructores de violines: las familias Amati, Guarneri y Antonio Stradivari. En el taller de este último se crearon unos mil violines. Solo unas 600 de las obras maestras de Stradivari sobreviven hoy, todas muy apreciadas tanto por los grandes coleccionistas como por los artistas.

Cabe destacar que Cremona tiene un magnífico Museo del Violín, visitado por unas 100.000 personas al año. Cuenta con unos 150 talleres, además de una escuela con más de 100 inscritos procedentes de una docena de países para aprender el oficio de lutier.

Cremona lucha por mantener alta su visibilidad, produciendo instrumentos de alta calidad que no están fabricados en serie. Pero el mercado está siendo conquistado por los chinos. No hay posibilidad de competir con sus precios. En una producción anual en todo el mundo de unos 30 millones de violines, poco más de 5.000 son producidos en Italia. Los chinos, y en parte los polacos, rumanos y estadounidenses, están amenazando la antigua tradición de los lutieres de Cremona.

«¿Por qué pagar más de 10.000 euros por un violín italiano si se puede comprar uno chino por 100-200 euros?» La pregunta se la hacía con amargura el gran violinista italiano Uto Ughi, quien estudió con Yehudi Menuhin. Pero la fabricación de violines sigue constituyendo una excelencia italiana. Este país ha perdido el primado en la cantidad, pero no en la calidad, según explica Uto Ughi: «Los mejores instrumentos deben tener las características de la voz humana. Cuando esto sucede, se dice que un instrumento ‘canta’. Por la belleza del sonido, la producción de los lutieres italianos es sin duda la mejor». Lo saben bien los lutieres de Cremona.

 

 

 

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