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Un día no es suficiente para derribar más de medio siglo de represión

"Somos millones de espectadores pasivos, observando a los valientes"

LA HABANA, Cuba.- No es un día como otro cualquiera. Y jamás lo volverá a ser mientras continuemos viviendo en dictadura. Aquel 11J de calles ardientes pasó y quizás no se vuelva repetir en mucho tiempo, pero siempre quedaremos a la expectativa de que algo así de estremecedor vuelva a ocurrir.

Ha habido demasiada cárcel de por medio entre aquel 11J y este. Demasiados enjuiciamientos amañados, amenazas en exceso, atropellos, violencia de matones, manipulación mediática pero también, del lado de la razón y los deseos de libertad, vamos sobrados de rendiciones inoportunas, inesperadas, traiciones, de “líderes” huyendo “de la caliente” bajo presión pero además por cobardía, por oportunismo, por la desvergüenza de pactar con el contrario poniendo en riesgo aquello que no les pertenece y que es la libertad de una nación.

Somos millones de cubanos y cubanas anhelando un cambio político pero, como quienes esperan el happy ending de una comedia frente a su televisor, igual somos millones de espectadores pasivos, observando a los valientes como lo hacemos con los actores cuando representan un papel, como caricaturas salidas de la mente y el trazo de un dibujante, como si los héroes de carne y hueso que el régimen difama en sus medios de propaganda no tuvieran vida digna y de seres humanos como usted y yo más allá de las “buenas” y “malas” noticias en Internet.

El 11J no es un día como otro cualquiera, es cierto, pero solo porque, a diferencia de los otros 364 del año, en este, de manera absurda, algunos han puesto su fe así como ponen apatía e inmovilidad en los días anteriores y en los que vendrán como si 24 horas de expectativas fuesen suficiente para derribar más de medio siglo de represión.

Es cierto que el Internet y las redes sociales nos han dado la oportunidad de expresarnos libremente, esa que estuvimos esperando cuando, encañonados por las armas soviéticas, no era posible tomar las calles.

Pero también el Internet, junto con nuestra “natural” tontería, es quien nos ha sembrado en las mentes la ilusión de que bastaría con la rebeldía “virtual” para lograr un cambio real; que con apenas una “dura jornada” de etiquetas virales, memes y “cibercombates” se logra rendir a quien hace la ley y la trampa, a quien gasta más dinero en patrulleros que en ambulancias, más en equipamiento antidisturbios que en alimentos y medicinas.

La fe no es cuestión de rezar un solo día y sentarse a esperar por los milagros. La fe es perseverar y actuar todo el tiempo de nuestras vidas. No quedarnos cruzados de brazos esperando una oportunidad que tiene fecha y hora colocadas de antemano porque ningún plan de batalla revelado al enemigo terminará en victoria.

Anhelar no es suficiente para que las cosas que pensamos se vuelvan realidad. No basta con revisar el Facebook buscando el video viral de un pequeño estallido callejero  para entonces reducir nuestra rebeldía y energías tanto tiempo acumuladas a un “me gusta”, a un comentario, a un acompañamiento en la distancia, a un hashtag.

Tanto de un lado como del otro en el campo de batalla estamos a la espera de que algo espontáneo y definitivo suceda pero nos domina la cobardía tanto como el deseo de que sea el otro y no uno quien lance la primera piedra.

Es cierto que ayer (11J), a diferencia de días anteriores, he llegado a sentir mucho más el miedo y la tensión que cual gas irrespirable siempre nos envuelve en esta Isla de encierros forzados. Un hedor que a ratos pareciera letal, pero también que pudiera curarnos definitivamente como lo hacen algunas sustancias venenosas cuando las tomamos en exceso.

Pero ayer, en los comentarios de los vecinos y de las personas en la calle, solo pude percibir ese desaliento nacido del temor y que enrarece incluso el aire al interior del hogar familiar.

Una densa neblina tóxica que por más que nos esforcemos no logramos disipar ni con las mil toneladas de indiferencia que exhalamos a diario, precisamente porque de ella se alimenta.

Lo mejor de esta jornada, de este otro 11J en que nadie hizo nada a pesar de que muchos deseaban hacer, es que precisamente en esos deseos de libertad cada vez más fuertes, aunque más reprimidos, hemos visto, quizás por primera vez en mucho tiempo, que el final de la dictadura está muy cerca. Porque así estallan las ollas de presión cuando las válvulas de escape se les atoran.

 

Ernesto Pérez Chang

(El Cerro, La Habana, 15 de junio de 1971). Escritor. Licenciado en Filología por la Universidad de La Habana. Cursó estudios de Lengua y Cultura Gallegas en la Universidad de Santiago de Compostela. Ha publicado las novelas: Tus ojos frente a la nada están (2006) y Alicia bajo su propia sombra (2012).

 

 

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