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Che Guevara no era James Bond y por eso terminó mal

'¿Por qué Fidel abandonó al Che?', de Alberto Muller, explica que la guerrilla en Bolivia fue un suicidio estratégico

Disfrazado y con documentos falsos, Ernesto Guevara viajó a Bolivia en 1966. (Diario del Che en Bolivia)

Disfrazado y con documentos falsos, Ernesto Guevara viajó a Bolivia en 1966. (Diario del Che en Bolivia)

La incursión de Ernesto Guevara en Bolivia para organizar una guerrilla es la única historia de espionaje que el castrismo cuenta a los niños. El relato tiene todos los ingredientes de una película de James Bond: un protagonista carismático y cínico, pasaportes falsos, códigos y palabras clave, disfraces para despistar al enemigo y, por supuesto, licencia para matar.

Por desgracia para Guevara –que acabó muerto, rasgo que lo diferencia de 007 y demás agentes–, su aventura en Latinoamérica dependía también de la tensión entre Estados Unidos, la Unión Soviética y los partidos comunistas locales que, alineados con el Kremlin, no acogían con demasiado entusiasmo la presencia de un argentino regañón y autoritario, por muy iluminado que se creyera.

A la ecuación habría que añadir a Fidel Castro, el Richelieu de esta fábula, cuyas jugadas prosoviéticas fueron mostrando a Guevara que no le quedaba nada más en Cuba.

Una lectura atenta de estos últimos días de Guevara la ofrece el escritor Alberto Muller en su libro ¿Por qué Fidel abandonó al Che? , publicado este año por las editoriales Betania (Madrid) y Universal (Miami).

Para Muller, la ruptura entre Guevara y Castro comenzó con el fulminante discurso antisoviético del argentino en Argelia, durante el Seminario Económico de Solidaridad Afroasiática de 1965. En ese momento, la Revolución cubana había transitado de la alucinación utópica de Fidel a una tutela cada vez más evidente de la Unión Soviética. Ya Guevara había impulsado los drásticos fusilamientos de La Cabaña y fracasado en su gestión como ministro y presidente del Banco Nacional.

Guevara había impulsado los drásticos fusilamientos de La Cabaña y fracasado en su gestión como ministro y presidente del Banco Nacional

Entre 1964 y 1965, dentro de numerosos foros internacionales, se empeña en sermonear continuamente sobre la necesidad de la utopía revolucionaria. Viaja al Congo, Guinea, Egipto, China, además de Argelia, donde acusa a la Unión Soviética de una explotación semejante a la de Estados Unidos y de mezquindad política con los países subdesarrollados.

A su regreso a La Habana se produce una dura discusión entre Guevara y Raúl Castro, en la cual este último ofende al guerrillero y lo acusa de trotskista, sin que Fidel lo defienda. Tras esta disputa, Guevara rompe discretamente con la cúpula de poder en Cuba.

Muller describe que el escape respondía a un patrón de conducta en Guevara. Asmático desde niño, llevaba incorporado en su psicología el deseo de alejarse de la asfixia del centro hacia la periferia. Entre las derivaciones de esta huida está el abandono constante de la casa y la familia en busca de aventura.

En 1965, ya Guevara ha desaparecido de la vida pública. Estaba escondido en Praga tras el fracaso de la guerrilla en el Congo, de la cual –en una entrevista previa– se había burlado el presidente egipcio Gamal Abder Nasser. El mandatario le había preguntado si se creía Tarzán, porque «un blanco como él no tenía nada que hacer» entre los guerrilleros congoleses, que se untaban la pomada mágica dawa y se emborrachaban con pombe para ser invulnerables a las balas.

Después del fracaso africano, Guevara comienza a planificar su incursión en Latinoamérica, con el objetivo de tomar a Argentina como base para una revolución continental. Sin embargo, Castro y Manuel Piñeiro Barbarroja –el célebre artífice de la Seguridad del Estado– lo reconducen a Bolivia, un país que no ofrecía condiciones favorables para el foco guerrillero que Guevara pretendía organizar.

Disfrazado de economista calvo y miope, Ernesto Guevara aterriza en La Paz el 3 de noviembre de 1966.

Bolivia no respondería a ninguna revolución porque los campesinos eran dueños de sus tierras y el Partido estaba en contra de la lucha armada

Mario Monje, presidente del Partido Comunista Boliviano, había sostenido varias reuniones en La Habana con Castro, Guevara y otros funcionarios en el primer quinquenio de los años 60. En ellas había argumentado que Bolivia no respondería a ninguna revolución porque los campesinos eran dueños de sus tierras y el Partido estaba en contra de la lucha armada.

Por eso, argumenta Muller, la intromisión en Bolivia resultó un suicidio estratégico, pues ni siquiera los propios cuadros comunistas apoyaron la guerrilla. En una reunión con Monje en Ñancahuazú, el dirigente boliviano se marcha encolerizado por el autoritarismo del guerrillero. Guevara, desde luego, lo interpreta como una traición a su movimiento.

Monje informa a Fidel de la ruptura –de la cual se enteraría también la Central de Inteligencia norteamericana– pero este jamás da a conocer la carta a la guerrilla, que atraviesa ya sus peores momentos. Anota Muller que, en el famoso Diario del Che en Bolivia , Guevara escribe febrilmente, una y otra vez: «Falta total de contacto con Manila». Manila era el nombre en clave de La Habana y Fidel Castro. 

Tras una delación, la guerrilla traba combate con el ejército boliviano en la Quebrada del Churo, el 7 de octubre de 1967. Guevara es capturado por los militares, que ordenan su ejecución, pese a la petición de EE UU de mantenerlo vivo.

La muerte de Guevara fue el resultado de lo que Muller llama «eslabones del abandono» entre Fidel Castro y el argentino. Por su inflexibilidad y su crítica a la Unión Soviética –Guevara prefería la alianza con China– se había convertido en indeseable para ambos lados del Telón de Acero.

La jugada maestra salió del propio Castro, que construyó en 1992 un mausoleo en Santa Clara para albergar los supuestos restos del guerrillero

El escritor afirma que el abandono era un procedimiento táctico que Castro ejecutó con frecuencia. Por eso su libro incluye una larga y documentada lista de personajes históricos a los que Fidel eliminó o descalabró –desde Huber Matos hasta el general Arnaldo Ochoa– por considerarlos un obstáculo.

«El Diario del Che en Bolivia» , según Muller, «es el gran fiscal contra Fidel Castro. No hacen falta subterfugios ni especulaciones ni inventivas. El documento está a la mano de todos. Léanlo».

Por último, el libro contiene una colección de archivos clave para entender el distanciamiento entre Guevara y Castro, y cómo este convirtió al primero, después de muerto, en uno de los amuletos más invocados por la izquierda internacional.

La jugada maestra salió del propio Castro, que construyó en 1992 un mausoleo en Santa Clara para albergar los supuestos restos del guerrillero y los de sus compañeros caídos. Fue el paso definitivo para consolidar el mito romántico del Che Guevara y atraer a los nostálgicos del comunismo a visitar la Isla.

El autor de ¿Por qué Fidel abandonó al Che? , el periodista y profesor Alberto Muller, nació en 1939 en La Habana y estuvo 15 años preso en los calabozos de Castro. Todavía hoy, una enciclopedia oficialista lo define como «terrorista». Cuando encontró a Jorge Luis Borges en 1983, en Caracas, y hablaron sobre la Isla, el escritor argentino pronunció la frase con la que Muller tituló sus memorias: «¡Pobre Cuba!».

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Nota de la redacción: ¿Por qué Fidel abandonó al Che? Editorial Betania-Ediciones Universal, Madrid-Miami, 2022, 227 páginas.

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