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Catherine Belton, periodista de investigación: «Putin no hubiera llegado a ningún lado sin su red de aliados»

La excorresponsal del 'Financial Times' en Moscú ha escrito el libro definitivo sobre el ascenso del líder ruso y la captura del poder y la riqueza por parte de una liga de oligarcas bajo la mano negra del antiguo KGB

.                            Catherine Belton, escritora de ‘Los hombres de Putin ADAM IHSE

 

En ‘Los Hombres de Putin’ (Ed. Península), Catherine Belton –corresponsal de investigación para Reuters– cuenta la historia del sistema creado por Vladimir Putin: la llegada al poder del séquito del líder ruso en el antiguo KGB y de cómo mutó para enriquecerse. Es la historia del apresurado traspaso de poder entre Yeltsin y Putin, y de cómo ello permitió el surgimiento de un Estado gobernado por los agentes de seguridad del KGB que siempre había acechado en segundo plano durante la década de los noventa, pero que emergió para monopolizar el poder y que ha acabado por poner en peligro a Occidente.

Su interés por Rusia comenzó hace mucho. Natural de Ormskirk (Inglaterra), acabó el colegio en la época de la caída del Muro de Berlín: «Estaba completamente obsesionada con leer noticias-». En diciembre de 1991, hizo su primer viaje a Moscú con la Unión Soviética en pleno proceso de desintegración. Desde entonces, ha estado trabajando en Rusia «de una manera u otra» (fue corresponsal entre 2007 y 2013 para ‘Financial Times’ en Moscú). Habla alemán y ruso a la perfección y en 2012 comenzó a escribir lo que se convertiría en una obra maestra del periodismo de investigación: «Conseguí tejer una amplia red de contactos entre los hombres más ricos del país y pensé que el mundo debía entender que el KGB seguía siendo un poder oculto en la sombra. Tras la disolución del URSS, las instituciones permanecieron intactas y las redes personales no desaparecieron. Simplemente necesitaban una persona que pudiera reunificarlas de nuevo en el futuro. Pero el KGB continuó moviéndose entre bastidores».

Putin, el KGB y el crimen organizado

El momento más revelador de la investigación llegó casi al principio. En 1992, durante su etapa como teniente de alcalde en San Petersburgo, Putin estuvo al mando de los controvertidos acuerdos ‘Petróleo por alimentos’. Las licencias para la exportación de productos básicos cayeron en manos de empresas amigas del KGB que, a cambio, debían importar petróleo. El puerto de San Petersburgo jugó un papel decisivo, convirtiéndose en la zona cero de una alianza entre el KGB y el crimen organizado. «Un ejemplo muy temprano de la cleptocracia de Putin, que estaba ayudando a sus amigos a llenarse los bolsillos gracias a las tramas de contrabando y comercio ilegal». Al mismo tiempo se creó lo que en argot criminal ruso se conoce como un ‘obschak’, un fondo común de dinero o una caja B. Rusia acababa de asumir todas las deudas de la URSS y estaba en quiebra. Todas las cuentas bancarias oficiales en el extranjero habían sido congeladas, «por lo que necesitaban estos esquemas subterráneos para mantener el flujo de dinero para que la ciudad pudiera seguir haciendo frente a los pagos y sobre todo, a los de las empresas conectadas con el KGB». Las relaciones que se forjaron entonces, a través de una sofisticada red de intercambios y acuerdos de exportación, se convirtieron en el modelo de gestión futura en la Rusia de Putin: «El grupo que se hizo con el control formaba parte de la unión entre los hombres del crimen organizado y del KGB. Y Putin se encontraba en su centro».

El líder ruso no confía en mucha gente, así que para acceder a su círculo más íntimo «tienes que haber compartido un pasado en el KGB». Tan fácil es llegar a la cúspide, ser intocable, como convertirse en víctima de los tentáculos del Kremlin, los cuales llegan «bastante lejos». Si en los noventa los oligarcas tenían voz y voto en el Gobierno de Yeltsin, con la llegada a Putin al poder en 2000 la cosa cambió radicalmente: «En primer lugar, interrogó y amenazó a los multimillonarios propietarios de las cadenas de televisión estatales, eliminando así una herramienta política muy poderosa que podía ser utilizada en su contra». El Kremlin dictaba las decisiones tanto al sistema judicial como a las fuerzas del orden. «Estaban realmente asustados. Así que, no solo aceptaron ser leales a él, sino también financiar sus proyectos estratégicos. Incluso se ofrecían para hacerle favores», explica Belton.

El círculo íntimo de Putin

Interferir en las elecciones americanas, hacer campaña en favor de políticos extremistas en Europa, la guerra en Ucrania… La Rusia de Putin ha llevado a cabo una campaña para expandir su influencia y socavar las instituciones occidentales. Para Belton, «es muy difícil llegar a comprender quién toma las decisiones, quien ha orquestado todo esto. No dejan ni rastro. Todo es a través de indicios, señales e insinuaciones». La autora habla del Kremlin como una especie de ente con personalidad propia: «El que toma las decisiones es Putin. Pero, a veces, la gente de su círculo, la asociación, diseña un plan para que Putin se vea casi obligado a tomar la decisión que5 quieren como ocurrió con la invasión de Ucrania».

«El grupo que acabó haciéndose con el control formaba parte de la unión entre los hombres del crimen organizado y del KGB. Y Vladimir Putin se encontraba en su centro, queriendo dirigir la economía de la ciudad en beneficio propio»

El 9 de agosto de 1999, Putin se convierte en el nuevo primer ministro de Rusia y apenas un año más tarde, es investido presidente por primera vez. Ni su ascenso dentro del Kremlin ni su asalto a la presidencia tuvieron que ver con el azar. «El círculo íntimo y los oligarcas creyeron que era una figura temporal y pensaban que podría mantenerlo controlado». Pero no fue así. ¿Hasta qué punto el KGB le ayudó a estar donde está? «Habría sido imposible llegar donde llegó sin el KGB. Por supuesto, era hábil y discreto como un camaleón. Convenció a la familia Yelstin de que era uno de ellos, era muy bueno para predecir lo que querían oír. Aunque no hubiera llegado a ningún lado sin esa red de aliados en la que apoyarse».

Chechenia y el ascenso de Putin

Septiembre de 1999. Una ola de bombardeos destruye varios edificios departamentales en distintas ciudades rusas y causa más de 200 muertos. El Gobierno ruso culpa a los chechenos, mientras que estos achacan los atentados a los servicios secretos rusos. ¿Fueron capaces los hombres de Putin de matar a su propio pueblo en un cínico intento de llevarle a la presidencia? Se trata de un enigma que muchos se han planteado, pero que nadie ha sido capaz de responder. «Nunca he creído que Putin o el FSB estuvieran involucrados en estos atentados», aclara la inglesa. Aún así, el Kremlin desplegó una calculada campaña de imagen que elevó a Putin a la presidencia por encima de la humillación, el caos y, sobre todo, del hundimiento de los años de Boris Yeltsin.

«Gracias a los atentados de 1999, el Kremlin desplegó una calculada campaña de imagen que elevó a Putin a la presidencia por encima del caos, la humillación y el hundimiento de los años de Yeltsin»

Respecto a la insostenibilidad del sistema ruso actual: «La historia está destinada a repetirse. Si la URSS se derrumbó y si las reformas de la Perestroika comenzaron en el periodo previo al colapso, fue porque no existía ninguna facción progresista que pudiera competir militar o económicamente con Occidente bajo tal aislamiento económico. La Rusia de 2022 está volviendo a ese estado. La recesión económica solo va a empeorar y sufriremos el impacto de los embargos impuestos por la UE y EE.UU.». Aunque no está todo perdido, ya que «hay gran parte de la élite rusa que no está de acuerdo con la invasión de Ucrania. Va a haber una reacción contra Putin porque saben que Rusia está condenada si no se integra en la economía global. Así que, tratarán de sustituir a Putin. El cómo y el cuándo es una gran pregunta. Solo sé que los progresistas, la generación joven, darán un paso adelante en algún momento».

 

 

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