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Oswaldo Páez-Pumar: No puedo recordar su nombre

 

Estábamos todavía en el siglo XX, yo había cesado en mis funciones públicas como Director General del Ministerio de Relaciones Exteriores que desempeñé entre enero de 1980 y el 2 de febrero de 1984 bajo la presidencia de Luis Herrera Campins. Ciertamente no había tenido lugar el intento del teniente-coronel Chávez Frías de apoderarse del poder y lo más probable es que ni siquiera CAP ejerciera la presidencia por segunda vez, de donde deduzco que lo que narraré ocurrió bajo la presidencia de Jaime Lusinchi.

El caso es que había un rumor de que en un puesto de control carretero en la inacabada autopista a Oriente y colindante con una estación de gasolina, se había ido creando la idea de que los “guardias nacionales” y desde luego quien los “capitaneaba in situ” se habían dado a la tarea de cobrar “peaje” a los caraqueños que se desplazaban a las playas de oriente para pasar el fin de semana. También en carnavales y Semana Santa.

El rumor creció y un general de la guardia (de cuyo nombre no quiero acordarme, como diría Cervantes) decidió al concluir sus labores el viernes ir con sus muchachos a las playas de oriente para desde luego disfrutarlas, y aprovechar la oportunidad para investigar la “veracidad” de los rumores; y se detuvo en la bomba de gasolina vestido de civil y sin arma alguna, aunque en la maleta del carro llevaba no solamente su arma de reglamento sino su uniforme en cuya guerrera lucían los “soles” que lo distinguían con el rango de general; y al ser abordado por los subalternos y puesto al corriente de lo que pretendían se manifestó de acuerdo y les pidió que le permitieran estacionar el carro fuera de la bomba de gasolina y abrir la maleta para sacar lo que le pedían.

El general apenas abrió la maleta tomó la guerrera donde brillaba el sol, aunque el que marcaba el día ya se estaba ocultando, y desde luego su arma de reglamento y les pidió a los uniformados que por favor le repitieran lo que querían.

Hasta aquí llega la historia. Toda ella ocurrió durante un único período presidencial que entonces era de cinco años cada uno y no había derecho a repetición inmediata. En ese término nació ese peaje adicional y también se acabó, aunque desde luego no niego que pudiera haber surgido otro u otros, pero lo más importante es que existía el alerta.

Hoy los períodos son de seis años, la repetición los convierte en doce; y como para complacer a Chávez se modificó inconstitucionalmente la constitución para permitir la repetición hasta que la muerte nos separe, los períodos se tornan indefinidos en el tiempo. Y ocurre que cuando el tiempo de un mandato se hace indefinido, se produce de manera natural la sensación de que el mando es eterno y que cobija a todos los que ayudan al gobierno. Pero no es así. No hay suficiente para tanta gente y como todo sale a la luz,  estos guardias que vienen cobrando peajes para ellos, yo creo que desde que Chávez acabó con los peajes en las autopistas,  se pusieron “por la libre”, y le vienen cobrando peaje a todos los productores agrícolas que mandan sus productos a Caracas y a otras muchas ciudades; y toda la población está enterada de la existencia de esos peajes menos los superiores de esos subalternos, que parecen ignorar ¿la existencia del hecho? Ojalá fuera así, porque para constatar la veracidad del hecho, tendrían que acercarse a los puestos de control sin uniformes, con un camión o una camioneta llena de tomates, papas y aguacates y comprobar si se produce el pedido del pago del peaje, o solo son rumores.

 

 

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