Existen, por suerte y desgracia, varias Europas, ya que de existir solo una puede que no hubiera llegado tan lejos y, desde luego, sería mucho más aburrida. Pero dejémonos de especulaciones y vayamos a lo concreto y enumerémoslas. Hay la Europa del Sur y la del Norte, la del Este y la del Oeste, la grande, con Francia, Alemania, España, Reino Unido o Italia, y la pequeña, con Portugal, Bélgica, Holanda o Dinamarca -en ciertos casos, con Luxemburgo y Mónaco, diminuta-. Todas ellas con su larga historia, costumbres, religión y leyendas.
La ambición de sus hombres fuertes, de Carlomagno a Hitler, pasando por Napoleón, ha sido reconstruir el Imperio Romano para acabar con las luchas internas. Todos fracasaron, pero de la última de esas guerras, que fue la Segunda Mundial, surgió la idea mágica y salvadora de crear una Comunidad Europea en el corazón del continente, basada, más que en la fuerza, en las ideas que heredamos de griegos y romanos: la democracia, el derecho y el «solo sé que no sé nada» socrático, por lo que tengo que aprenderlo todo. El éxito del experimento ha sido tal que está a punto de aplastarlo. Gentes de todas partes acuden a ese rincón de paz y prosperidad que es la UE. El problema, sin embargo es el de la vieja Grecia: poner de acuerdo a los 27 miembros.
Últimamente, dos países nórdicos, Finlandia y Suecia, han pedido ingresar en la OTAN. Pero lo hacen por el temor de siempre: el asiático, representado por Rusia, que ha invadido Ucrania, cuyo presidente, Zelenski, advierte a la población civil de la disputada zona del Donbass de que las cosas no van bien, dada la desproporción de fuerzas.
Putin sabe que estamos dispuestos a ayudarles con armas, pero no a morir por Ucrania. Nos considera demasiado adormecidos por el consumo y las libertades. A él, en cambio, no le importa sacrificar los súbditos que hagan falta para quedarse, no ya con un trozo del país vecino, sino con todo, incluida su producción agrícola e industrial. Además, nos tiene cogidos por el gas que nos suministra. Ya se lo ha cortado a Letonia y seguirán los demás.
Europa ha visto separarse al Reino Unido y a Italia sumirse en otra de sus crisis de Gobierno. Pedro Sánchez cree que lo peor ha pasado. Bastantes analistas piensan que lo peor está por venir. No hay nadie más peligroso que quien no distingue deseos de realidades. Sánchez nos ha ofrecido más de un ejemplo. La cita es en otoño. Disfruten el verano.