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Periscopio La Habana: Antología del fracasado modelo revolucionario cubano

 

… “la ignorancia no representa pecado siempre y cuando no se presuma de ser ignorante” …

 

No pretendo apegarme al significado literal del título dado al presente escrito, sería imposible resumir en unas pocas líneas los 63 años del sistema revolucionario impuesto a diferentes generaciones de cubanos; prefiero referir al lector a la frase que elegí como subtítulo.

Algunos levantarán su voz acusándome de absolutista, o sencillamente porque consideran que omito algún “logro revolucionario” sesgado por mi posición crítica al régimen imperante en Cuba, que hace gala de una falta total de sentido común que les lleva a reincidir en perpetuar una política plagada de errores que ya superan lo absurdo y entran en el plano de la ignorancia.

Para esos que carecen de este vital sentido y siguen vagando en la mediocridad de utilizar las ofensas como argumentos, por conveniencia o por ignorancia, les convido a la reflexión, no temáis, no duele.

Afianzando mis comentarios y dar contexto al artículo deseo apropiarme del contenido desarrollado por el pensador escocés Thomas Reid (1710-1796), fundador y representante de la Escuela Escocesa del Sentido Común.

En primer lugar, conviene aclarar en unas cuantas palabras la noción de “sentido común” articulada por Reid: “El sentido común es en principio una forma de percibir, razonar y actuar inherente a los seres humanos maduros de cualesquier época y cultura, apoyada en una serie indeterminada, pero incuestionable, de principios que hacen posible la formulación precisa de enunciados o juicios «de sentido común», capaces de guiar a todos los seres humanos en sus percepciones sensibles, sus reflexiones y sus acciones. «Sentido común» es entonces, sinónimo de «buen sentido» y «sensatez».

Definitivamente el concepto expresado por Reid sobre el “sentido común” es diametralmente opuesto a lo articulado por los responsables del proceso revolucionario cubano, si le podemos llamar así, desde que “asaltaron” el poder en enero de 1959 por medio de la lucha armada.

Este engendro llamado proceso revolucionario cubano se esmeró con ahínco en arrastrar a la nación cubana al modelo “soviético”, el mismo que se invocaba constitucionalmente como el ejemplo a seguir, grave error. Seis décadas de incoherencias económicas, desmedido control estatal, importación de medidas antisociales, anacrónicas políticas ideológicas y un marcado y permanente desprecio a los derechos humanos, todo orquestado desde una Junta Militar “daltónica” que sigue teniendo una visión “verde oliva” totalmente desfasada, que invoca como única solución viable el énfasis en el “trabajo político ideológico” que ha perpetuado la pobreza de todo un pueblo.

Recurro nuevamente a Reid cuando se refería críticamente al uso de la «teoría» o «doctrina de las ideas» como única fórmula para resolver problemas desde el planteamiento ideológico, suplantando así los objetos y los hechos reales de que nos habla y define el sentido común por representaciones utópicas surgidas de la mente de estos ideólogos, ideas que terminan por convertirse en las únicas representantes legítimas de su doctrina.

Es innegable que los acontecimientos ocurridos en Cuba el “11 de julio de 2021”  provocaron que la Junta Militar y sus acólitos hayan diseñados un grupo de medidas paliativas de carácter socio económico con el objeto de frenar, yo diría timar, a una ciudadanía agotada de falsas promesas, conscientes de que la única solución aceptable tiene que comenzar con la conquista de las libertades para restablecer sus derechos.

Varias generaciones de cubanos “adoctrinados” desde la cuna, reflejan disimiles actitudes frente a cualquier “espejismo” que les presente la Junta Militar, actitud reflejada en cada uno de nosotros, basta haber nacido y convivido en Cuba después de enero de 1959. Las implicaciones de dicho adoctrinamiento son visibles en estas generaciones que con todo respeto distinguiría con los siguientes patrones:

Nuestros Adultos Mayores, víctimas del mayor engaño perpetrado por un “mesías revolucionario”, encantados por esa “señal divina” de la paloma blanca, embrujados por una promesa “ideal” de perpetuar un nivel de vida mejor a un pueblo, enamorados de un asesino encubierto como el “Che”, ese que fuera inmortalizado por el lente de Korda, comprando la imagen del heroico líder revolucionario luego del tiro certero que hundió el “Houston”, abandonando la “fe” tradicional para rendir culto a una creencia embalsamada en un mausoleo al pie de las murallas de un reino distante llamado Kremlin, compitiendo a ciegas por el sacrificio consagrado, aceptando toda una retórica ideológica comunista que ha perdurado hasta la fecha. Ahora esta generación, en proceso de extinción o en el ocaso de sus vidas, guarda en silencio la frustración de haber sacrificado todo en nombre de unos ideales sin sentido, donde la igualdad solo es visible a lo interno del grupo social a que pertenezcas, abandonados por el tiempo, seres ya improductivos, desechados por el régimen, despojados de todo sueño, de una vida propia, y con mirada de vergüenza por el daño causado a sus descendientes.

Esos descendientes, hoy adultos nacidos durante el “errático” proceso revolucionario, herederos de un sistema dogmático, aplaudido por sus padres, lleno de incongruencias, fervientemente idealistas, incapaces de asumir cuestionamientos lógicos, privados de los más básicos derechos, hacinados en el metraje de la única casa familiar de un solo baño, reprendidos cuando el tono de su voz puede ser escuchado por “el viejo del comité”, cuando su alimentación monocromática depende de una libreta de racionamiento, algo realmente irracional en sí misma, hipnotizados por la avalancha de falsos éxitos sin sentidos que destila la televisión nacional, reprimidos por la duda que enmarca la frase “ahora sí esto cambiará”, moderadores de las pugnas familiares, asistiendo a “la marcha” para acumular méritos que lo hagan merecedores de un ventilador Orbita, agitando la banderita de papel cuando conmemoren una gesta revolucionaria mientras sonsacan al ilícito “mercado negro” para suplir las necesidades propias de la subsistencia cotidiana, muestra inconfundible del ascenso social de la “doble moral”, callando o peor aún, asintiendo cuando alguien intenta cuestionar la falta de sentido común de los líderes históricos que se aferran al poder para seguir lucrando del sometimiento al pueblo, buscando respuestas divinas en el sincretismo religioso o culpando sin conocimiento de causa al “bloqueo” impuesto por una nación enemiga culpada del desastre socio económico del país pero donde curiosamente todos quieren ir a vivir, en especial sus hijos, los más jóvenes del entorno familiar, criados en la ingravidez del desconocimiento que fomenta la parcializada educación comunista, asustados por las sombras de desaliento que siguen a sus padres y abuelos, temerosos de no poder darle sentido a su irreverente comportamiento propio de la adolescencia. Todo es  inexplicable para ellos, enfermos del desasosiego, digno de un análisis del trastorno emocional causado por ese daño antropológico que afecta, cual pandemia, a quienes  pertenecen a ese grupo demográfico que habita en la isla y que podría decirse tiene los pasos perdidos.

Por último esa generación adolescente, juventud vigorosa, sin compromisos ni juramentos, despojada de todo matiz histórico, convencidas que el color “verde oliva” está pasado de moda, buscando cómo escapar de un absurdo “servicio militar obligatorio”, altamente influenciados por la tecnología, las redes sociales y la digitalización, ávidos de lograr construir por ellos mismos, sin coacción, sus propias experiencias de vida, llenos de cuestionamientos, incluso a sus propios mayores, con un apetito voraz por el conocimiento libre, sin necesidad de un guía spiritual y menos la orientación de un caducado miembro del PCC. Generación que no le encuentra sentido a una absurda “unanimidad parlamentaria” cuando aprueban leyes en manada que carecen de lógica, esta generación comprende que el sentido común agrupa normas escritas y no escritas que nos permite manejarnos en las más variadas situaciones con prudencia y sensatez; ayuda a saber qué es más adecuado decir o hacer en determinadas situaciones. No subestimemos a nuestra juventud.

No culpemos a los jóvenes cubanos, los responsables somos todos nosotros, las generaciones anteriores, somos responsables de permitirle a un grupúsculo delincuencial permanecer en el trono de la desidia y alimentarnos de una ideología fracasada; somos nosotros los que no fuimos capaces de luchar por nuestros derechos individuales, que son la base de la libertad de una nación; somos nosotros quienes permitimos que nos maquillaran el futuro para terminar como bufones de una Junta Militar; somos nosotros los que no pudimos encaminar correctamente a nuestras nuevas generaciones por miedo, por estar esperando la caridad vertical de un régimen que no permite la solidaridad horizontal (parafraseando a Eduardo Galeano); somos nosotros los que nos acogemos al silencio cuando nuestros hijos nos preguntan: … ¿por qué cuando un hijo de alguien del gobierno se va de Cuba está bien y cuando un joven común se va en una balsa es un gusano?

Quienes asumen el derecho de calificar a un semejante deberían mostrar con qué vara miden la moralidad ideológica de las nuevas generaciones; nadie podrá negar que la falta de sentido común de quienes pretenden ser jueces los convierte en indignos para hacerlo y podemos señalarlos como los máximos responsables de la tamaña catástrofe socio económica de nuestra nación.

¿Cómo responder a las nuevas generaciones cuando cuestionan la dependencia de una nación a las voluntades desmesuradas del régimen imperante en Cuba? ¿Cómo explicar que las fuerzas productivas activas, de las que forman parte, no cuentan con la libertad de producir bienes y servicios para cubrir las necesidades siempre crecientes de la población? ¿Cómo convencer a nuestros jóvenes que existe un estado de derecho donde el marco constitucional está secuestrado por el Partido Comunista? ¿Cómo justificar tanta falta de sentido común a una política fracasada? En mi opinión es imposible, solo hay que mirar cómo la Junta Militar clama por “la seda que generan los gusanos” que han migrado.

La responsabilidad de construir una nueva nación es la asignatura pendiente para los que, como yo, entendemos la necesidad de actuar con determinación, sentido común, propiciando las condiciones que motiven al pueblo a despertar del letargo en que han vivido décadas de decadencia, sumando a todos, obreros, técnicos y profesionales, cada uno aportando la experiencia que les fue “castrada” por aquellos que han sido parásitos incapaces de producir bienestar para su pueblo, apelando a las “promesas populistas” para mantener el control y el poder sobre lo que nos pertenece a todos, la patria.

La historia se ha encargado de suministrar suficientes pruebas para entender la vigencia del pensamiento de Thomas Reid sobre el “Sentido Común”. Ha de ser la herramienta fundamental para lograr, entre todos, un consenso de acciones que permitan transitar a un modelo de “economía social de mercado” en Cuba. Un modelo que llame a una constituyente originaria que articule leyes que brinden la necesaria seguridad jurídica, que permitan el emprendimiento personal y libere las fuerzas productivas para que generen riqueza, logrando la solidaridad de todos para atender a nuestros adultos mayores, restableciendo los derechos fundamentales de todos los ciudadanos; porque nos lo merecemos.

 

 

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