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Chitty La Roche: De la ilegitimidad del régimen y otros despeñaderos más

 

Los hombres sólo actúan como sujetos libres cuando no obedecen sino a las leyes que ellos mismos se han dado, basados en convicciones comunes obtenidas en la comunicación y en la libre discusión. Un sistema jurídico realiza esa idea de autonomía, y cobra él mismo (frente al poder social y la lucha por el poder político) una autonomía que esté a la altura de esa idea, cuando los procedimientos institucionalizados tanto para la producción legislativa como para la administración de la justicia garantizan una formación imparcial de la opinión y de la voluntad y hacen que tanto la política como el derecho queden embebidos de procedimientos que permitan el uso público de la razón; lo cual exige a su vez, un medio social acostumbrado al razonamiento público y a un exigente ejercicio de libertad” (Jürgen Habermas)

 

Uno de los rasgos que exhibe el populismo universal pero especialmente el endógeno, es la tentación de la ilegitimación de la legalidad como conducta; camino a la anomia pública, y a la pragmatización solemne de cuño democrático, asumida como una delegación de soberanía.

La ilegitimación no obstante se construye, adulterando las instituciones y enervándolas al momento de fungir de contrapesos. La figura de un liderazgo audaz y a ratos intrépido, suele acompañarse de una narrativa apuntalada por trazos de las reservas o de la expresa indisposición de las masas.

La complejidad del fenómeno se puso en evidencia para nosotros, en estos años del cataclismo ideologizado e irresponsable que hemos padecido; trayendo inclusive, de la mano del pueblo, a malhechores al ejercicio de la gestión pública. Llamo así las cosas por su nombre y a riesgo de molestar a los que se creen impunes y eternos.

El chavomadurismo saqueó al país de todas las maneras posibles; lo empobreció, lo llevó y atrasó décadas, lo endeudó, lo desorganizó, contaminó sus establecimientos, arruinó el capital público nacional, desconoció y violentó la constitucionalidad, agredió a los opositores, corrompió la justicia. Puedo seguir enumerando agravios a la patria, y muchos compatriotas, como si no hubieran sido testigos de lo que es la irrefragable realidad y tragedia, se refieren al difunto con nostalgia y/o sostienen y repiten las mentiras del discurso oficial calmadamente. Una suerte de enamoramiento, como tal vez diría Ortega y Gasset.

Me viene al espíritu una cita que proviene de las lecturas que sobre populismo acometo, periódicamente: la gente simple, que constituye la aplastante mayoría, y sus tradiciones colectivas, son las depositarias de la virtud” (Wiles 1970, pág. 203).

El populismo, sin embargo, en mi opinión, nos hace a todos responsables, aunque por acción, omisión deliberada o indiferencia, y solemos encarar sus balbuceos con benevolencia. Es cuando se encrespa ese sentimiento que turba la razón o la desconoce, en medio de las aguas de las dificultades, cuando nos percatamos de sus deletéreas radiaciones.

¿Es el pueblo de hoy, el mismo que aquel de 1998 o del 2018? ¿Me refiero no solo a su composición sino a su ideario, a su consciencia histórica? El pueblo, como el río de Heráclito, no trae la misma gente. ¿Cambiaría para bien o para mal luego de 23 años del tal vez el peor gobierno de la historia universal, o compitiendo con ventajas a tal efecto?

La hipocresía de la ciudadanía, la insensibilización, la lejanía de la cosa pública, la desafección, o acaso la amargura y el rencor hacia lo político se van fraguando paulatinamente. Los medios de comunicación a menudo se ven inmersos en una dinámica que los desvía de su eticidad.

La desconstitucionalización que inició el comandante a su arribo, no fue ni siquiera contrariada por el liderazgo político y la sociedad civil tampoco, en el comienzo de su gobierno y, peor aún, se sumaron o negociaron o miraron a otro lado hasta que luego de la sanción de las 50 leyes vía decreto, se les ocurrió salirle al paso, para recibir la andanada del 11 de abril del 2001, configurando una masacre con 20 muertos y más de 200 heridos y esa calamidad no solo no se sancionó ni corrigió, sino que se falsificó para hacer a los victimarios víctimas y reprimir a la disidencia, al tiempo que se controlaba o anulaba a las organizaciones sociales, a los partidos políticos y los ciudadanos protestatarios; de una vez, pasaron a ser criminales y enemigos, sin derechos y a la merced del desconocimiento del Estado constitucional, de la justicia y del debido proceso.

Ahora, dotados de un marco legal propio de lo que la teoría penal más respetada llamaría Derecho Penal del Enemigo, el régimen ármase de una maquinaria para sesgar cualquier intento por oponerse de manera sistemática, y vuelve a las andadas, además, con la ley contra el odio que, francamente, es más que visible su inconstitucionalidad e ilegalidad y a quien podría aplicarse es a ellos mismos.

Por eso no tenemos hoy en Venezuela ni república, ni Estado constitucional y de derecho, ni justicia, ni ciudadanía, o largamente menoscabada la susodicha.

Todo lo narrado está a la vista, pero cabe precisar como derivaciones de lo expuesto, algunas cosas. El giro populista que con Chávez a la cabeza se engendró, sin él, y apenas con Maduro, carece del mesías milagroso y de los recursos de aquel también. No deja de ser una falencia que muestra el populismo del régimen.

En condiciones normales, para hablar del régimen, bastaría establecer si su arribo al poder se cumplió de acuerdo con las pautas constitucionales y legales, y sabemos que no fue así;  desde entonces, no posee legitimidad de origen, es un régimen de facto, un autoritarismo con fachada pseudo democrática y falsamente constitucional.

Empero, también exhibe otra gruesa insuficiencia: su desempeño es ineficiente, inoperante, exiguo y deficiente. En efecto, no hay un solo escenario, dentro de aquellos en los que pueda ser evaluado el comportamiento del régimen de militares e ideologizados que, por cierto, y en detrimento de la soberanía, asociados ejercen el mando que obtenga de la gente aprobación, como quiera que se salda su cometido con la factura de todos los fracasos.

Con ilegitimidad de desempeño, puede calificársele entonces al gobierno y, sobre todo, se hace más patente la circunstancia, si nos atenemos a los resultados de sus políticas y acciones mas recientes. Me estoy refiriendo al asunto salarial de maestros y docentes universitarios y a la tarea de mantener soberanía e integridad sobre nuestro territorio, lo que no solo no logra en términos satisfactorios, sino, todo lo contrario.

El gobierno de USA informó que mantendría las sanciones impuestas a Venezuela, siendo que el señor Maduro y su gobierno, no toman con seriedad los compromisos, y mencionó que aún estaba pendiente la reunión con la oposición, entre otras cosas más.

Y lo más grave empieza a verse. Las zoqueteras y loqueteras de Maduro ante la indiferencia de los controles naturales en un sistema constitucional que incluye -e insisto en ello- la defensa de la soberanía soslayada, no van sino a perjudicar más al país y a desnudar todos los vicios de su empresa de gobierno. Lo de la Isla de la Tortuga y/o lo del avión piloteado por iraníes hoy en Argentina, descubren que la patología de la egolatría y de la impudicia inficionó definitivamente a los oficialistas.

¡Cómo les gusta un extranjero a estos atolondrados e irresponsables! Aliarse con Cuba como lo hizo Chávez, y con Irán y Rusia como se nos presenta ahora Maduro, refleja una muy corta vista de los movedizos caminos del orden internacional en ciernes.

Ciertamente que por una u otra razón, se han mantenido, pero, creo captar hacia dentro del monstruo debilidades, tumoración, esclerosis diría tal vez un clínico. Están muy lejos de su pregonada invencibilidad.

El hegemón, por torpe y petulante al mismo tiempo, cimenta, a mi juicio, su implosión. Desde adentro se pudre, sin otro asidero que los pretorianos, y el cinismo inescrupuloso y compulsivamente errático. La gente no lo quiere, lo sufre, lo sobrelleva, lo aguanta y expía su propia ingenuidad al otrora creerles, pero, o se despersonaliza y ese es el cálculo de los que dirigen el Psuv o los rechaza de una u otra manera. No puede haber otra.

En el argot del boxeo se diría que sin empezar la pelea electoral, ya dan muestras de cansancio, falta de argumentos y de convicción. ¡Se les debe ganar entonces!

 

Nelson Chitty La Roche, @nchittylaroche, nchittylaroche@hotmail.com

 

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