Voyeurismo bovino
En el eterno y delicado dilema entre la seguridad y la privacidad, me decanto por unos centímetros por esta última
En las calles de las grandes ciudades chinas aplican un férreo Gran Hermano gracias a miles de cámaras que incorporan reconocimiento facial. Vigilan. Les encanta descubrir quién es adicto al régimen y quién puede derrapar hacia un pensamiento propio, acaso crítico. En alguna villa incluso incrustan las lentes chivatas en el interior de los hogares. Así saben quién bebe demasiado, quién fuma como un bellaco o quién padece una crisis de furia onanista oriental en plan Bruce Lee rijoso. Con Mao de gran timonel les arrebataron la personalidad vistiéndoles a todos igual, con la misma camisa y el mismo pantalón. Una sociedad uniformizada suele balar al unísono. Con los gerifaltes de ahora pueden lucir prendas de marcas caras pero les tienen controlados desde la cabeza hasta los pies. Hoy emplean mayor sutilidad.
Nuestras urbes europeas también van festoneadas por cámaras. El ojo que todo lo ve nos persigue. En el eterno y delicado dilema entre la seguridad y la privacidad, me decanto por unos centímetros en el lado de la privacidad. No me fío de los que fingen preocuparse por nuestra salud mientras acceden a nuestro comportamiento, a nuestras rutinas, a nuestros inocentes engolfamientos nocturnos. ¿Quién vigila al vigilante? He ahí la eterna cuestión. De momento, por aquí, gracias al infatigable Garzón, van a velar por el bienestar previo al rigor mortis de los animales que nos alimentan con sus jugosas carnes grabando sus últimos momentos de largo adiós. Cámara y acción. Silencio, se rueda. Un pueblo civilizado no maltrata a los animales, esto es evidente, pero la manía de registrar en imágenes lo que sucede para asegurarse del buen comportamiento del prójimo me repugna porque nos considera presuntos culpables. En el fondo, les fascina vigilar. Empiezan con esta suerte de malsano voyeurismo bovino, vacuno, porcino, para continuar sus intentos por aborregarnos y domesticarnos más. Cree uno que con los vídeos de bodas, bautizos y comuniones íbamos sobrados. ¿Qué será lo siguiente?