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Todos los hombres del dictador

Daniel Ortega, el dictador “antimperialista”, se ha caracterizado por rodearse de asesores estadounidenses y confiar ciegamente en ellos

 

 

 

Durante los primeros diez años del Gobierno sandinista, en el presente siglo, Ortega tuvo a dos consejeros de cabecera de total y absoluta confianza, dos hombres inteligentes, con credenciales académicas irrefutables, dos estadounidenses: Miguel d’Escoto Brockman (Q. E. P. D.) y Paul Oquist Kelly (Q. E. P. D.) nacidos y criados en Estados Unidos, el entrañable enemigo íntimo del régimen.

El padre Miguel, sancionado por Juan Pablo II en 1985 y reinstaurado en 2014 por el papa Francisco, fue el imprescindible asesor de Ortega de toda la vida. Este norteamericano carismático y amable, fue el líder designado por los antimperialistas del Alba para ocupar la presidencia de la 63 Asamblea General de la ONU. Tras su muerte en junio de 2017, Ortega pierde un asesor irremplazable al que tanto él, como Rosario Murillo, escuchaban y respetaban en sus análisis infalibles. Algunos creen que si Ortega alguna vez tuvo fe la tuvo en este sacerdote Maryknoll.

Paul Herbert Oquist Kelly, si, el mismo que hizo noticia mundial por no firmar el acuerdo de Cambio Climático de París, fue, hasta el día de su fallecimiento en abril de 2021, el último asesor al que Ortega escuchaban con respeto y confianza, ningún documento relevante en presidencia se firmaba sin acompañar su visto bueno y rúbrica. Su partida dejó un vacío irremplazable para Ortega, dejándolo solo, sin asesores confiables y lo que es aún peor entregándole en las manos de Murillo y sus ocurrencias hepáticas.

Otro de los asesores del Gobierno sandinista de origen estadounidense fue Paul Reicheler, graduado de la Escuela de Leyes de Harvard, una de las escuelas más prestigiosas de Norteamérica y el mundo. La confianza de Ortega hacia Reicheler era total, pero su admiración hacia el jurista gringo se cimentó tras sus triunfos épicos ante la Corte Internacional de Justicia en la Haya. Paul fue el asesor jurídico más importante de Ortega hasta el año 2022, cuando por motivos de conciencia decidió hacer sus maletas y separarse de su deriva dinástica y desastrosa.

En los ochenta el dictador pinolero también destacó por su confianza ciega en funcionarios americanos. En 1987 Ortega aceptó incorporar la participación de cuatro asesores estadounidenses para ayudar en el proceso de diálogo que lideraba el cardenal Miguel Obando (Q. E. P. D.) con la Resistencia Nicaragüense.  Entre los asesores propuestos por Ortega se encontraban Paul Warnke (quien trabajó con la Administración del presidente Carter), Wilson Morris, Ed King y Richard Peña.

Una relación de amor y de odio. Ortega pareciera ser un apasionado y airado adversario del yanqui enemigo de la humanidad”, a como dice en la plaza a su robusto 18% de seguidores sumisos, sin embargo algo no cuadra en la narrativa. Las acciones del dictador parecieran decir a gritos todo lo contrario a lo que predica. De acuerdo con la página oficial de la Oficina del Jefe de Protocolo del Departamento de Estado de Estados Unidos, actualizada al 7 de junio de 2022, Francisco Campbell, que asumió funciones el 28 de junio de 2010, es el decano de los embajadores del Hemisferio Occidental, es decir no hay nadie, ningún embajador de más vieja data en todas las Américas. Ortega jamás se ha arriesgado a dejar huérfana por largo tiempo su sede diplomática en la New Hampshire Avenue. Esta es otra muestra de su pasión oculta por los Estados Unidos y en especial por los billetes del tío Benjamín. La distinción del embajador Campbell, egresado de la Universidad de Hawai (Estados Unidos), es similar a la de otro nicaragüenseGuillermo Sevilla Sacasa, quien fue por muchos años el decano de todos los embajadores radicados en Estados Unidos en tiempos Somoza.

Aunque el embajador de Ortega solo lleva doce años sirviendo en Estados Unidos y Sevilla Sacasa acumuló 36, lo cierto es que el régimen de la familia Ortega Murillo se parece demasiado a Somoza, incluso en esos pequeños detalles y sutilezas de la política exterior y particularmente en el cuido celoso de los benditos dólares del imperio.


*El autor fue embajador de Nicaragua ante la OEA

 

 

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