Los comunistas cubanos se resisten a absolver a Mijaíl Gorbachov
No hay espacio en la prensa oficial para la mera mención a su papel como impulsor de las reformas que cambiaron el sistema soviético
Durante su viaje a Cuba en 1989, Gorbachov y Castro no pudieron disimular, pese al despliegue de diplomacia, el abismo que separaba sus ideas. (EP)
«Hemos visto cosas tristes en otros países socialistas, cosas muy tristes». Fidel Castro hacía referencia en 1989, con estas palabras, al proceso que no quiso nombrar: la perestroika. Más de 30 años después, la prensa oficial cubana ha vuelto a obviar, en su información sobre la muerte de Mijaíl Gorbachov, el vocablo que marcó la trayectoria política de uno de los hombres más relevantes en la Historia universal del siglo XX.
Granma, el diario oficial del Partido Comunista de Cuba, reduce a un breve de 14 líneas en la página dos de su edición impresa la noticia de la muerte del último presidente de la URSS. En su página web es necesario hacer hasta cinco veces scroll para encontrar un breve obituario en el que se define Gorbachov como «último presidente de la Unión Soviética», «líder supremo del país» y «secretario general del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética».
En su página web es necesario hacer hasta cinco veces scroll para encontrar un breve obituario en el que se define Gorbachov como «último presidente de la Unión Soviética» y «líder supremo del país»
No hay espacio para la mera mención a su papel como impulsor de las reformas que cambiaron el sistema soviético y acabaron poniendo fin a la URSS. Solo una línea para calificarlo de figura «destacada y a la vez polémica» del pasado siglo. ¿Razones? Hay que buscarlas en Prensa Latina, único medio estatal que menciona la desterrada palabra y afirma que el líder soviético «cuenta con legiones de partidarios y de detractores. Los primeros lo consideran un reformador que llevó libertad y democracia a un país hermético y creó los conceptos de glásnost (transparencia y libertad de expresión) y de perestroika (reconstrucción, reforma). Para los segundos, es simplemente responsable del final de una superpotencia».
En Cubadebate, la versión es aún más reducida que la de Granma, aunque los lectores se han encargado de avivar el debate. «Un gran estadista, de enorme valor y honestidad, que intentó lo imposible: reformar el sistema en dirección del pluralismo de las opiniones y de la libertad de expresión y de prensa», señala un usuario del grupo de los que opinan que la URSS no tenía salvación ya cuando llegó la perestroika o señalan que evitó una tercera guerra mundial.
Frente a estas, contrastan opiniones que lo califican de ingenuo por confiar en EE UU o, directamente, traidor. «Colaboró con fuerza a apuñalar al socialismo por la espalda. Que no tenga mucha paz en el descanso. No la merece».
La división que se refleja hoy en las páginas del medio es un espejo de lo ocurrido en 1989, cuando el entonces líder de la URSS visitó Cuba, su primer destino en América Latina. En aquel momento, varios opositores recibieron con esperanza al hombre de las reformas en Moscú. Elizardo Sánchez, de la Comisión de Derechos Humanos; Samuel Martínez, del Partido Pro Derechos Humanos, y Hubert Jerez, del Comité Martiano por los Derechos del Hombre, hicieron pública una carta en la que calificaron a Gorbachov como «uno de los grandes reformadores sociales» de su tiempo y aseguraron que «la inmensa mayoría del pueblo cubano también desea cambios democráticos».
Las autoridades cubanas habían puesto mucho cuidado en una visita tan incómoda como necesaria. Castro despreciaba el viraje del soviético, pero no podía permitirse el lujo de desairar al jefe del principal sostén económico de la Isla. Gorbachov estaba en una situación similar: aunque le molestaba la ortodoxia del cubano, era consciente del influjo que mantenía en toda Latinoamérica y su enorme poder simbólico y real en toda la región.
Gorbachov habló de la presión a la que estaba sometida la Isla por parte del «vecino imperialista», pero no dudó en ensalzar los beneficios de las reformas llevadas a cabo en su país. Con «la democratización de todos los aspectos de la vida nacional, las personas se sienten más libres, quieren participar más directamente en los problemas políticos», dijo.
Gorbachov habló de la presión a la que estaba sometida la Isla por parte del «vecino imperialista», pero no dudó en ensalzar los beneficios de las reformas llevadas a cabo en su país
«Nuestros enfoques no los vemos como una receta universal», añadió, unas palabras que suponían un respiro para Fidel Castro, cuya defensa frente a quienes insinuaran que seguir los pasos de Moscú era una buena idea consistía en decir que las mismas soluciones no funcionan en todas partes.
En presencia de Gorbachov, el comandante en jefe proclamó que «el principio irrestricto de la voluntad soberana de cada pueblo y país es una regla de oro del marxismo-leninismo» y calificó de «arbitrario, caprichoso, absurdo» que se pidiera «aplicar en un país de 10 millones de habitantes las fórmulas que se aplican en un país de 200 millones». «Es una locura», aseveró.
Pese al evidente abismo que los separaba, Castro afirmó: «Nuestras relaciones marchan extraordinariamente bien», mientras Gorbi asentía.
En noviembre de 2016, cuando Castro falleció, el ruso se deshizo en elogios. «Fidel plantó cara y fortaleció a su país durante los momentos más crueles del bloqueo americano y con una colosal presión encima. Aun así, pudo sacar a su país de este bloqueo para guiarlo por el camino del desarrollo independiente», expuso. Y aunque reconoció que la reestructuración de la URSS le hizo «sufrir», añadió: «Ha sido una personalidad excepcional, única. Hemos sido amigos y hemos permanecido amigos hasta el final».
Por ahora, en la hora de la muerte de Gorbachov, el Palacio de la Revolución guarda silencio.