Aristizábal: Una empresa lectora
Hace dos años, cuando no teníamos muy claro qué era la pandemia y cómo íbamos a enfrentarla, cuando teníamos miedo e incertidumbre, una empresa de energía, Celsia, creyó, una vez más, en la cultura y abrió una puerta muy bonita: creó un club de lectura para todos sus colaboradores. La única intención era demostrar que los libros pueden acompañar, unir, cambiar las vidas de las personas. “Que a mí me da sueño leer”, no importa, ¡bienvenido! “Que leer es aburrido”, ya veremos. “Que no tengo tiempo”, mmmm. “Que yo no me leo ni la mano”, mejor aún. Todos eran bienvenidos.
El objetivo de un club de lectura debe ser construir un hábito, aprender a conversar de libros desde nuestras propias cotidianidades, dejar de lado todos los pretextos que pueden surgir para no leer. Luego, a medida que todo eso pasa, descubrimos que leer muchos libros es muy fácil, porque todo empieza con una página, dos, hasta sumar muchas y no poder parar.
Algunos pensarán que en una empresa de energía crear nuevos lectores no viene al caso, es imposible, pues para eso están las bibliotecas, el Ministerio y las secretarías de Cultura, todas las entidades que por su razón de ser están llamadas a que en un país como el nuestro leamos más de tres libros al año. Pero déjenme decirles que una empresa de energía, o de lo que sea, sí puede formar lectores, sí puede compartir con sus colaboradores experiencias que acerquen más a la cultura; después de todo, en las empresas trabajan seres humanos, personas que sueñan, quieren que sus vidas trasciendan, desean con fervor bienestar, personal y familiar.
Hoy, cuando el Club de Lectura Celsia cumple dos años, los resultados demuestran que, definitivamente, la cultura sí transforma a las personas, a las familias, a las comunidades. El espacio no me alcanza para contar tantas cosas bonitas que han pasado en estos encuentros semanales; solo diré que desde que nació el Club hemos leído casi 40 libros sin darnos cuenta. Esta cifra es muy representativa si consideramos que en este grupo había personas cuyo índice de lectura era cero o muy bajo, que hay parejas y familias que empezaron a leer juntas, a conversar de otras cosas, la lectura se enriqueció con los puntos de vista de todos porque descubrimos que dentro de un libro hay muchos caminos y no es necesario llegar a una única conclusión ni adoctrinar. La cultura no hace eso; leer, como una manifestación de esta, es libertad, es empezar a sentir que si no leo, estoy incompleto, por ejemplo.
La cultura está hecha de estos detalles, todos tenemos que ver con ella, hasta una empresa de energía que decidió iluminar muchas vidas también con historias, y todo empezó juntando a las personas, una palabra con otra, poco a poco, y ya llevamos miles de páginas juntos. La magia de la lectura puede darse en cualquier entorno de nuestra vida, solo hay que propiciarla.