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Los italianos

Ya independientes, en el siglo XIX, siguieron la misma táctica de aliarse con el más fuerte

En vilo está Europa por lo que pueda ocurrir. Al menos es lo que rezan los titulares. ¿Es que los rusos, tras tragarse Ucrania se disponen a seguir avanzando hasta el Atlántico? ¿O que a los chinos se les ha escapado otro virus cien veces más mortal que el Covid-19. No, nada de eso. Es que de las elecciones italianas en marcha puede salir un gobierno de extrema derecha. La amenaza de guerra nuclear lanzada por Putin o que los chinos nos salgan con otra de sus desagradables sorpresas no producen tanto pánico.

Mi generación, de la que vamos quedando cada día menos, creció con la idea de que los italianos empiezan una guerra con los que parece que van a ganar y la terminan con quienes de verdad la ganan. Exageraciones injuriosas. En España hay defensores de Italia, Gracián y Eugenio Montes, por ejemplo, que destacan su aportación a la cultura, el arte y la ciencia. Su problema lo lleva dentro de sí misma y se llama Roma. Lo explica Julio Camba en sus crónicas desde allí: Italia vive aplastada por la magnitud de su imperio. El Derecho Romano aún se estudia en las universidades, y a ver quién es el guapo que construye puentes y acueductos que duran 20 siglos. Es más: ningún otro imperio hizo ciudadanos a los habitantes de sus dominios, como Diocleciano. Me dirán que el español. Pero eran súbditos de la Corona.

Tras aquel inmenso esfuerzo, Italia pasó las edades Media y Moderna dependiendo de sus vecinos Francia, España, Austria, junto al más poderoso de todos: el Estado Pontificio.

Durante todos esos siglos, los italianos aprendieron a convivir con sus señores y aprovechar sus debilidades. Ya independientes, en el siglo XIX, siguieron la misma táctica de aliarse con el más fuerte. Lo que les ha llevado a tener la cuarta economía europea y los políticos, quiero decir los votantes, con más olfato. Si eligen la ultraderecha por algo será. ¿Es la causa de esas alarmas?

 

 

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