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Oswaldo Páez-Pumar: Fecha de vencimiento

 

Leo, sin que me sorprenda, que al gobierno de Guaidó se le pondrá “fecha de vencimiento”. Es algo que oí por primera vez cuando estaba próximo a cumplirse un año de su designación como encargado de la presidencia. Esa afirmación era tanto como decir que su encargaduría  de la Presidencia de la República era como una consecuencia de su condición de presidente de la Asamblea, lo cual desde luego era casi como negar lo establecido constitucionalmente: nada menos que la separación de poderes.

En aquel entonces me permití escribir que sin existir norma constitucional que previera la situación de vacío de poder que se había producido en relación con la figura del Presidente de la República, correspondía a la Asamblea, por derivar su mandato de la voluntad popular en donde está depositada la soberanía, cubrir esa falta; para luego añadir, que una vez cubierta cesaba tal facultad, que solo podía “renacer” en caso de que se produjera la ausencia absoluta del designado.

Hoy tenemos a la misma Asamblea, compuesta por distintos diputados, pero sin capacidad para designar un “encargado de la Presidencia”, por una única razón, la asamblea ya ejerció esa facultad, y el encargado asumió el cargo lo que agotó la posibilidad de nombrar a otro, a menos que se produzca la ausencia absoluta que puede derivar de la muerte, la renuncia o la incapacidad que desde luego tendría que ser previamente establecida de acuerdo con lo que pauta la constitución. Los actuales diputados a la Asamblea no pueden designar a un encargado distinto porque esa facultad se agotó cuando se designó a Guaidó, ni pueden desconocer lo ya decidido por la anterior Asamblea porque sería tanto como establecer esa facultad en la Asamblea por dispositivo constitucional, cuando tal facultad deriva, como ya hemos expresado, del hecho de que la constitución no previó esa “vacatio” ni el modo de cubrirla.

Desde luego, la designación del encargado de la presidencia, no siempre es prueba de la existencia de una “vacatio” material, sino de una “vacatio” jurídica, constitucional y legal. Cuando Pérez Jiménez aborda un avión el 22 de enero de 1958 y “se escapa” se produce una “vacatio material”, que conduce por vía natural a la creación de una “presidencia encargada” en aquel caso plural, una Junta de Gobierno, que al reconocer la existencia del vacío asume la responsabilidad y cuenta con la aprobación tácita de un pueblo que recibe el cese del régimen opresor con beneplácito.

Nada parecido ha ocurrido entre nosotros en el siglo XXI, sino al contrario, ya que la situación del Poder Ejecutivo que llevó a la Asamblea a establecer que existía una “vacatio” que debía ser cubierta, no ha variado aunque haya una nueva Asamblea; y así lo muestra la figura del “encargado de la presidencia” que anunció como programa de gobierno en primer término el “cese de la usurpación”, lo cual es un reconocimiento a la existencia de un gobierno de facto, porque sería de imbéciles desconocer que el usurpador Maduro “ilegal e inconstitucionalmente” ejerce la presidencia y que siendo ilegal e inconstitucional el modo como la ejerce, lo primero que se impone es reconocer que su sostén es la fuerza; y por lo tanto esa consigna tan cacareada por algunas fuerzas opositoras  recalcando, o más bien pregonando que la salida es “pacífica y electoral” debe tomar en consideración que una salida pacífica y electoral, solo es posible si quienes detentan el poder deciden no hacer uso de la fuerza que tienen, ni de su capacidad de alterar los resultados electorales, para que así se pueda hacer cesar la usurpación. La única alternativa viable es la que proclamó Gandhi frente al “Imperio Británico”, es la resistencia pacífica que comenzó con caminar hasta el mar para proveerse de sal. ¿Y qué podemos hacer nosotros que nada tenemos? Se me ocurre que no es pedir la renuncia de Guaidó porque no ha tenido resultado, porque este problema no es de Guaidó, sino nuestro, que quizá puede comenzar por no prestar servicios al Gobierno, como lo es el de negarnos a actuar al servicio del Gobierno. ¿Cómo, dirán mis lectores? Yo no hago nada para el Gobierno. Eso sí “Todos a una, como Fuenteovejuna”.

 

 

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