Villasmil: Fascismo eterno
Digámoslo de entrada: para un socialista un fascista es, sencillamente, alguien que NO es socialista.
Y como afortunadamente somos millones de ciudadanos en el mundo que no somos socialistas, marxistas, revolucionarios, progresistas y demás palabras usadas por los cultores del mito que en mala hora creara el señor Marx, la palabra “fascista” es una de las más (y peor) usadas en el planeta.
La errónea mención de “fascista” es una auténtica hemorragia que no para de crecer. Y a su lado, cual fusión siamesa, esta otra palabra, que estos falsos progresistas usan para definirse a sí mismos: antifascista.
Ha sido dicho muchas veces, y sin embargo repitámoslo: considerarse antifascista (modelo socialista reencauchado) es una manera rápida de hacerse totalitario.
Lo cierto es que la izquierda marxista, supuestamente “antifascista”, nació vieja, utópicamente vieja. No importa que se llamen “del siglo XXI”, o creerse “arma cargada de futuro”, como dijera Gabriel Celaya que era la poesía.
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Si para un demócrata el parlamento, o las cortes de justicia, son instituciones, para un “antifascista” son ocasiones para sabotear actos de los contrarios o destruir la propiedad que es de todos. Porque las víctimas de las agresiones, al ser supuestamente fascistas, son merecidos receptores de cuanto objeto contundente se tenga a mano.
Otra característica de estos señores socialistas “antifascistas” es que en sus declaraciones y escritos abundan tormentas, verdaderos huracanes de insultos reiterados, descalificadores, ofensivos. Ya lo dijo Schopenhauer en “El arte de tener razón”: cuando no se puede argumentar, el insulto es el último recurso. Porque quienes no pensamos como ellos somos fascistas, o sea carne de matadero.
Un antifascista-modelo-socialista es un experto en manipular el lenguaje. ¿Acaso la antigua Alemania comunista, la de la policía secreta (Stasi) que entrenó al G2 cubano, no se llamaba “República Democrática Alemana”?
Otras palabras que gustan manosear y adulterar son “tolerancia” y “paz”. El asunto es muy sencillo: solo se tolera la intolerancia de los antifascistas. Y los fascistas -repitamos, todos los demás- que vayan a contarse las costillas, a ver si les queda una sana. ¿La paz? la única real es la de los cementerios llenos de millones de muertos a causa de regímenes comunistas y socialistas.
Lo habrá notado el lector: una gran ironía es que algunos de los que históricamente se consideraban enemigos del fascismo son hoy en gran medida sus más fervorosos practicantes. Antifascistas-que-son-en-realidad-neofascistas. ¿Un ejemplo egregio? El actual (des)gobierno español. Hay un video reciente subido por Isabel Díaz Ayuso por “El Día de la Hispanidad” que ilustra muy bien el asunto, y que puede verse AQUÍ.
En España, gracias a la rendición ética del PSOE sanchista, permitiéndole a Podemos imponer su abecedario identitario, se está forzando un modelo que le quiere decir a los ciudadanos cómo deben relacionarse, pensar, o cuál será su moral o su sexo (que ellos llaman “género”, como si el asunto fuera gramatical). Todo un compendio de estupideces y sinsentidos, cuyo objetivo final es el derribo de toda tradición institucional liberal y democrática. En ese torvo camino neofascista se cargarán, si los dejan, a la monarquía, la unidad de España, su historia, e incluso la lengua.
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Un autor que identificó en todo su peligrosa contemporaneidad al “fascismo eterno” o “Ur-fascismo” fue Umberto Eco. Prueba de ello fue un discurso pronunciado el 24 de abril de 1995 en la Universidad de Columbia, Nueva York. Veamos extractos:
Los síntomas del fascismo eterno
El Ur-Fascismo puede volver con las apariencias más inocentes. Nuestro deber es desenmascararlo y apuntar con el índice sobre cada una de sus formas nuevas, cada día, en cada parte del mundo.
Es posible indicar una lista de características típicas del «Ur-Fascismo», o «fascismo eterno»:
El Ur-Fascismo implica el rechazo del modernismo. La Ilustración, la edad de la Razón, se ven como el principio de la depravación moderna.
Pensar es una forma de castración. La sospecha hacia el mundo intelectual ha sido siempre un síntoma de Ur-Fascismo. La comunidad científica entiende el desacuerdo como instrumento de progreso de los conocimientos. Para el Ur-Fascismo, el desacuerdo es traición. Por ello desdeña la ciencia.
El Ur-Fascismo es, asimismo, racista y xenófobo por definición.
El Ur-Fascismo surge de la frustración individual o social.
En la raíz de la psicología Ur-Fascista está la obsesión por el complot, posiblemente internacional.
El líder, caudillo [ o como se le llame], sabe también que su fuerza se basa en la debilidad de las masas, que necesitan y se merecen un «dominador».
El Ur-Fascismo se basa en un «populismo cualitativo». (…) Para el Ur-Fascismo los individuos en cuanto individuos no tienen derechos, y el «pueblo» se concibe como una cualidad, una entidad monolítica que expresa la «voluntad común». Puesto que ninguna cantidad de seres humanos puede poseer una voluntad común, el líder pretende ser su intérprete. (…) Cada vez que un político arroja dudas sobre la legitimidad del parlamento porque no representa ya la «voz del pueblo», podemos percibir olor de Ur-Fascismo.
El Ur-Fascismo habla la «neolengua». La «neolengua» fue inventada por George Orwell en su novela “1984”, y se inspiró en el lenguaje propagandístico de los totalitarismos nazi, fascista y comunista. Todos los textos escolares nazis o fascistas se basaban en un léxico pobre y en una sintaxis elemental, con la finalidad de limitar los instrumentos para el razonamiento complejo y crítico. (…)
El Ur-Fascismo está aún a nuestro alrededor, a veces con trajes de civil. (…) El Ur-Fascismo puede volver todavía con las apariencias más inocentes.
En la misma línea de Eco, para el pensador italiano Renzo de Felice “el fascismo ha hecho infinitos daños, pero uno de los daños mayores ha sido dejar como herencia una mentalidad fascista a los no fascistas, a los antifascistas, a las generaciones sucesivas también más decisivamente antifascistas: una mentalidad fascista que debe ser combatida en todos los modos, porque es peligrosísima; una mentalidad de intolerancia ideológica, de descalificación del adversario para destruirlo”.
Todo parecido con la realidad social y política actual en el mundo…no es casualidad.