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José María Carrascal: El nuevo Mao

La gran masa, una vez cubiertas sus necesidades básicas, la comida, la vivienda, quiere confort, vacaciones, viajes. En una palabra: libertad

 

Pedro Sánchez y su profeta JLR Zapatero usaron a Felipe González como Xi Jinping, el nuevo amo de China, usó a su antecesor en el cargo, Hu Jintao, no para agradecerle los servicios prestados, sino para despedirle ante la elite de su país y del mundo entero, como señal de que se acababa una etapa de su historia y comenzaba otra totalmente distinta. Y digo que Pedro y José Luis han hecho lo mismo con Felipe porque lo que intentaban decir era que se acababa la Transición y el PSOE volvía a ser izquierda pura y dura, lejos de las gilipolleces socialdemócratas.

Una izquierda que no ha digerido que, teniendo el gobierno, las principales ciudades, las reservas del Banco de España y la mayoría de los generales, perdiera la guerra. Que la ganase literariamente y si quieren moralmente, no les satisfacía, y menos aun, que el PSOE aceptase la vuelta de la Monarquía con un Rey aprobado por Franco. De ahí su interés en acabar con ese régimen y todos sus vestigios, desde las tumbas a las Leyes Fundamentales, pasando por la reorganización territorial y las exigencias democráticas. González fue uno de los arquitectos de tal cambio, como lo fue Adolfo Suárez y el propio Carrillo. Me gustaría saber lo que opinaría de los acontecimientos actuales, aunque sé que los comunistas aceptan los cambios tácticos hacia el objetivo final.

En China, les decía, ha habido una evolución parecida. Tras la Gran Marcha de Mao hacia el poder, con millones de muertos, el país quedó a la deriva bajo su mujer y unos fanáticos que ensayaron un comunismo total, convirtiendo a todos en ‘trabajadores’ manuales. Los supervivientes se dieron cuenta de que no iban hacia el paraíso sino hacia el infierno y el más listo de todos, Deng Xiaoping, impuso la norma de ‘gato blanco o gato rojo, lo importante es que cace ratones’ que por cierto enseñó a Felipe González.

Aprendieron también que, si querían convertirse en superpotencia, el modelo ruso de exportar su revolución era un error y lo que ellos tenían que hacer era exportar sus productos, lo que consiguieron. Su problema hoy es que la gran masa, una vez cubiertas sus necesidades básicas, la comida, la vivienda, quiere confort, vacaciones, viajes. En una palabra: libertad. Lo malo es que comunismo y libertad son tan opuestos como el agua y el aceite. Como acabará esto no lo sé, aunque tenemos la imagen de aquel joven ante los tanques. En cuanto a España, me da mala espina el hecho de que no hayamos superado no ya la Transición, sino la Guerra Civil. Sobre todo habiendo gentes que aún intentan invertir su resultado. Claro que España ha sido siempre diferente.

 

 

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