Derechos humanosDictaduraPolíticaViolencia

La chispa, la gasolina, y la intención de incendiar

<< Hay que organizar una nueva insurrección ciudadana, una insurrección popular que ponga fin al reino de terror del FSLN; hay que hacerlo por todos los medios, sin excluir ninguno, como corresponde a nuestros derechos, y al derecho a defender nuestros derechos. Nadie puede prohibirnos la defensa, a como sea, con los medios a nuestro alcance, de nuestra vida, la de nuestras familias, la de nuestro futuro, la de nuestras creencias y nuestros principios. Nadie.>>

Aunque pareciera haber, por el momento, una desconexión entre la chispa, la gasolina, y la intención de incendiar a la dictadura, las tres existen. El pueblo de Nicaragua odia la opresión, y odia a los opresores. El pueblo de Nicaragua desea aniquilar al régimen y acabar con su aparato de represión. Mientras tanto, impulsada por la necesidad de afirmar su poder ante sus bases, enclenques y minadas, la dictadura va sembrando chispas cada vez más peligrosamente cerca de la gasolina, del odio del pueblo que seca la paciencia y la prepara para el incendio.

¿Qué pasa? Pasa que los Nicaragüenses Libres nos negamos a ser parte del coro apaciguador, que en nombre de un pacifismo derrotista (y hasta cómplice) le dice al pueblo que renuncie a su derecho a la defensa, a su derecho a la insurrección.  Nosotros, por el contrario, alentamos el espíritu combativo, y en honor a la verdad, porque la verdad es el camino hacia la libertad, declaramos ante el pueblo de Nicaragua lo que el pueblo de Nicaragua intuye, siente: hay que organizar una nueva insurrección ciudadana, una insurrección popular que ponga fin al reino de terror del FSLN; hay que hacerlo por todos los medios, sin excluir ninguno, como corresponde a nuestros derechos, y al derecho a defender nuestros derechos. Nadie puede prohibirnos la defensa, a como sea, con los medios a nuestro alcance, de nuestra vida, la de nuestras familias, la de nuestro futuro, la de nuestras creencias y nuestros principios. Nadie. Basta ya de autolimitarnos. Basta ya de permitir que nos digan qué modales tener frente a quienes nos asesinan. Debemos defendernos de manera inteligente, claro, pero debemos impedir a los criminales del régimen encerrarnos para siempre en un campo de concentración y cazarnos como animales. ¡Basta ya!

Basta ya de manipulaciones. Ya no estamos dispuestos a depender de quienes contribuyeron, a través de los años, a hacer de El Carmen el cuartel general de la maldad; esto incluye a antiguos miembros del FSLN y a partidarios del Gran Capital que ha engordado sus cuentas bancarias a costa de nuestra desgracia.

Necesitamos construir un movimiento popular democrático, autónomo, separado de todas esas fuerzas retrógradas, algunas de ellas disfrazadas de “revolucionarias”, otras vestidas con el manto fariseo de un pacifismo de conveniencia, de un “civismo” de pactos y componendas. Necesitamos construir un movimiento popular democrático que rompa con estos liderazgos corruptos, dóciles y cómplices, que buscan el padrinazgo de los poderes extranjeros en lugar de buscar cómo el pueblo sea el protagonista decisivo en un proceso de liberación que corresponde al pueblo porque es el pueblo el que debe alcanzar la democracia, es decir, el poder del pueblo.

Que el pueblo sea el protagonista, y que sea el beneficiario. Que el poder quede en manos del pueblo a través de nuevas instituciones, democráticas, creadas por el pueblo y para el pueblo. Hay que desmantelar el Estado actual, hay que dispersar su poder, descentralizarlo, quitarle el Ejército al Estado, sea cual sea el nombre del mandamás de turno, quitarle la Policía Nacional, quitarle el circo constitucional: Nicaragua no se rige por una Constitución, no hay salida constitucional, no hay salida cívica, hay que derrocar por la fuerza al chayorteguismo y a cualquier amago de sustitución que los poderes oligárquicos y retrógrados intenten, apoyados por las fuerzas represivas y poderes extranjeros. Para crear una Constitución democrática hay que demoler el Estado actual, hay que elegir democráticamente una Asamblea Constituyente que reemplace de raíz la estructura del poder político de Nicaragua. No hay de otra. No hay de otra si queremos un país libre y próspero.

Para esto, necesitamos organización, en grupos, células, con coordinación en la lucha práctica, que empiecen a utilizar la energía que el pueblo es capaz de desplegar, sin detenerse ante mojigaterías y prejuicios: estamos en una guerra, hay un enemigo, las guerras se ganan haciendo daño al enemigo.

No es admisible que el enemigo entre a nuestras iglesias desarmado a secuestrar a nuestros sacerdotes y salga impune e inmune, y hagan de nosotros lo que quieran. Esto no puede continuar. Somos más, somos muchos más que ellos. Seamos inteligentes, pero no indolentes. Organicémonos, pero que la organización sea para hacer daño al enemigo, al enemigo de la paz y de la vida. Todo lo que hagamos debe tener este propósito, y nuestra inteligencia al escoger qué acciones emprender, y masificar, desde la propaganda omnipresente y constante, perseverante, en pintas, calcomanías, manchas, mensajes a los colaboradores del régimen, acciones que les hagan ver el costo que pueden pagar por su colaboracionismo, por ser lacayos o esbirros, estas acciones y cualquier otra que decidamos, las decidiremos sopesando el riesgo a los nuestros, que queremos minimizar, versus el daño a la dictadura en todos sus niveles, que queremos maximizar, que necesitamos maximizar, que podemos maximizar hasta hacer que la dictadura, que ya es débil, colapse.

Que dejen de sentirse los serviles, esbirros, represores y cómplices con la confianza de caminar desarmados y quedar impunes e inmunes, después de asaltarnos a voluntad. No puede ser que confíen tanto en nuestro miedo, cuando los que deben sentir miedo son ellos.

El miedo debe estar donde está una minoría ínfima que camina por el camino del mal. El miedo debe cruzar a esa acera, donde vive apenas, si acaso, un 10% empeñado en aplastarnos, a nosotros, el 90%.

¿Qué pasa? ¿Estamos claros de qué pasa? Pues, entonces, con inteligencia, y con los derechos humanos, especialmente los de los inocentes, como único límite, y con organización, y compartiendo el ideal democrático, manos a la obra.

Basta ya, que el miedo cruce la acera.

 

 

Botón volver arriba